Todo indica que nos
aproximarnos a un desenlace del momento político que apuntaría a un cambio de
Gobierno, o al menos, una recomposición del poder. Esto luce como tendencia
dominante. El escenario, que se resume en una posible confrontación de calle de
grandes proporciones, la diatriba encendida y el tal diálogo, opaca lo que es
fundamental en el momento político.
Lo que explica que
cuestiones como la aprobación del Presupuesto 2017, sus criterios y
perspectivas, parecen no estar en el centro del debate, muy a pesar de que es
mucho lo que se arriesga y se compromete como futuro mediato e inmediato.
Siendo un asunto tan serio, acerca de la distribución de la riqueza, se torna
subalterno. Esto favorece al Gobierno y su política -y a quienes se benefician
de ella-, mientras reciben los aplausos o el asentimiento de los cultores de
las ideas económicas que asumen como principio la honra, a toda costa, de los
compromisos con los acreedores. No siempre lo fundamental es lo principal. Por
lo que, con más razón y dado lo que se ventila, debemos cumplir con aquel
principio según el cual, hay que atender lo principal sin descuidar lo
subalterno.
Para comprender esto
vale recordar una vez más aquello de que la cosa no se presenta como es. Si
esto es así en el campo de la naturaleza, no tiene por qué ser distinto en la
sociedad humana. Más en el mundo de la política. Se cocina un eventual cambio político,
pero de mantenerse la orientación económica expresada en el Presupuesto de
ingresos y gastos de 2017, en lo fundamental, nada cambiaría. De allí la gran
importancia de profundizar en este asunto.
Partimos por
considerar que, luego de la aprobación del presupuesto 2017 por parte de
Maduro, se afianzan en Venezuela dos cuestiones que se articulan para dar
continuidad a la catástrofe nacional: la política de hambre y destrucción
económica, articulada al sostenimiento de la capacidad de crédito del Estado
venezolano frente a los acreedores. Así, la dictadura de Maduro y su corte
imponen su ley.
Pues bien. No solo
Martin Luther King tuvo un sueño. Maduro también lo tiene. El del primero era
sublime, de igualdad, de esperanza. El de Maduro es otro. El del Presidente
resume la profundización de las diferencias. Sueña Maduro con que el
presupuesto de ingresos del Estado venezolano, sea nutrido principalmente vía
cargas tributarias a la ciudadanía. Esta perspectiva lo hace sentirse
orgulloso. Tanto como el liberal adocenado.
Dichas así las cosas,
se coloca en evidencia lo que hemos señalado en el sentido de que en Venezuela
se recurre al sainete para arrodillarse frente a la oligarquía financiera
internacional. Seguramente por la herencia del teatro trágico, los griegos
tuvieron que transitar por un período en que reinó el pánico, luego del cual
vino la tragedia. Varias noches en vilo, referendo mediante que fue burlado por
Alexis Tsipras, hasta llegar a un “acuerdo” con la Troika, lleva a la
aplicación de un plan de ajustes de los más criminales en la historia de la
economía mundial. Los venezolanos, dados a otro espíritu, nos vemos envueltos
en una farsa, nutrida por la fraseología socialista, mientras se aplica un
ajuste tan criminal como el griego, pero con el piquete de la inflación y el
discurso contra la «guerra económica».
El “paquete” en
desarrollo le permite al Gobierno disponer de los dólares obtenidos por el
negocio petrolero y ahora los que obtenga con la subasta del arco minero, para
pagar la deuda contraída con chinos, principalmente, y otras potencias
imperialistas. Un resultado similar al alcanzado en Grecia. Seguramente les
ganamos a los griegos en colas para comprar productos y en la delgadez
generalizada de nuestra gente, mientras competimos en pobreza. Así, el sainete
termina en tragedia.
¿La
evidencia? El Presupuesto 2016 y 2017

Maduro cumple muy
bien su papel. Aquello del legado de Chávez sigue viento en popa (¿o en copa?).
Cumple con la política en favor de la oligarquía, importadores y banqueros, y
otros beneficiarios del régimen, con discurso antiimperialista. Esto se expresa
en que los ingresos alcanzados para julio de 2016 le permitieron al Servicio
Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) superar la
meta anual de recaudación en 295 mil millones de bolívares al llegar a Bs. 1
billón 495 mil millones de bolívares. La meta del período anual se fijó en
principio en cerca de Bs 1 billón 200 mil millones. Ingresos que están
destinados a financiar el 70% del presupuesto ordinario de la Nación. Para
finales de año, probablemente superará el 75%.
En el presupuesto de
ingresos para 2016, se contempló alcanzar 1,2 billones de bolívares en impuesto
y tributos. Pero lo alcanzado supero la meta. Desglosados en Impuesto Sobre la
Renta-Otras Actividades, por 282.818 millones; Impuesto Sobre la Renta a Otras
Personas Jurídicas: 267.848 millones; Impuesto Sobre la Renta a Personas
Naturales: Bs 14.970 millones; Impuesto al Valor Agregado (Neto): 704.640
millones; Importaciones Bs 114.898 millones; Licores 32.112 millones;
Cigarrillos 55.395 millones e Impuestos Varios 5.704 mm. Se desprende que
alrededor del 73% de los ingresos provienen de IVA y tributos a cigarrillo y
licores e impuestos a las personas. La recolección de los tributos internos
superó al cierre de julio en 247,83 %, el objetivo planteado por el organismo,
puesto que ésta se ubicó en Bs 266,09 millardos, cuando la recaudación
establecida para el séptimo mes del año era de 107,36 millardos Bs.
En medio de la
espiral inflacionaria, esto se traduce en que superamos con creces las metas de
los ingresos para cubrir los gastos ordinarios y buena parte de lo correspondiente
al pago de deuda pública.
Aumenta la inflación,
aumenta la recaudación vía tributos. Esto es, financiamos con el bolsillo de
los asalariados y consumidores los gastos corrientes que no cubren
satisfactoriamente las demandas de los venezolanos, dado el deterioro del signo
monetario. De allí que se cumpla la máxima según la cual la inflación se
convierte en el peor impuesto estatal. Es el más regresivo. El impuesto sobre
la renta del empresario, por su parte, tiende a ser descargado en el comprador.
En cualquier caso, es extraída de la plusvalía capitalista que saca el dueño de
los medios de producción del proceso de trabajo.

Ahora bien, el sueño
de Maduro se acerca más a ser cumplido en 2017 ya que el 83% del presupuesto
fijado en 8,4 billones de bolívares, se recaudará por la vía impositiva.
Seguramente se complementará con el aumento de la gasolina, incremento del IVA
e impuestos al débito bancario, de licores y cigarrillos y de trámites
públicos. Asimismo, la aproximación a sincerar el precio del dólar, también
dejará lo suyo. Pero, sobre todo, la inflación incidirá favorablemente en el
incremento de la capacidad recaudadora, tanto como en el sostenido en 2016.
Vistas así las cosas,
el Gobierno madurista seguiría fiel al legado de Chávez al contar con las
condiciones que le permitirían, como al difunto, honrar la deuda como lo ha hecho
hasta ahora, ahorcando a las grandes mayorías. Mientras cubrimos el presupuesto
de ingresos para los pagos de las partidas ordinarias con los impuestos, el IVA
principalmente, claro está, los dólares del negocio petrolero y minero, irán
para honrar compromisos de deuda.
Ajuste
salarial para favorecer a la empresa

La recaudación de
2016, muy superior a las metas establecidas, le permite al Gobierno producir
una compensación al salario y al bono de alimentación. Lo que motiva, una vez
más, la diatriba encendida en torno de que los aumentos salariales conducen a
una mayor inflación, o no. Tanto ha calado esta especie que recientemente un
amigo señaló públicamente que los más perjudicados con estos incrementos
salariales son los empresarios. Difícil que alguna gente perciba la esencia de
estas cosas en medio del bombardeo ideológico del pensamiento económico
axiomático o dogmático. Dice el dogmático: los aumentos salariales generan
inflación. Es como recitar cualquier oración de la Torá, el Corán, o la biblia
cristiana.
Sucede que la
inflación, además de ser un impuesto al bolsillo de la gente, también conduce a
una caída de la capacidad de demanda social. Circunstancia que no estimula la
oferta de bienes y servicios que afectan los márgenes de ganancia de los
empresarios. Luego, al llegar a un nivel que afecta tanto la demanda como la
oferta, el ejecutivo se ve en la imperiosa necesidad de compensar la caída bajo
la figura de aumento del salario mínimo.
Resulta que primero
se produce la inflación. Luego debe ser compensada la caída de la capacidad de
demanda. No es que se alcance nuevamente el poder adquisitivo previo, sino que
se busca compensarlo para así elevar un tanto la demanda social para con ello
estimular la oferta de bienes y servicios y no poner en riesgo a la empresa.
El empresario, junto
a la debida previsión que toma, o debe tomar, al obtener mayores beneficios,
descarga parte del incremento del costo de producción en el precio. Eso explica
por qué en estas circunstancias el empresario puede beneficiarse, sobre todo aquéllos
más competitivos, que han logrado mayor centralización de capitales.
Más tiempo vive el
empresario sin el trabajador que el trabajador sin el empresario, lo que lleva
a una relación de sojuzgamiento que se expresa en la baja del salario real muy
a pesar de lo cual el trabajador se mantiene en la empresa. Son muchos los
casos en los cuales el empresario, bajo el argumento de la situación
inflacionaria, aprovecha para restarles beneficios a los trabajadores. Además,
las empresas más competitivas aprovechan la circunstancia para alcanzar mayores
niveles de centralización, siendo el emblema de esta afirmación el crecimiento
y desarrollo de empresas Polar.
Inflación
para Dummies

Alguien se
preguntará, ¿por qué puede obtener mayores beneficios con inflación? La
respuesta es sencilla. En el lapso entre un ajuste salarial y otro, con
inflación, al no haber ajuste diario, está pagando menos en salarios y obtiene
más dinero por la mercancía al aumentar precios por inflación, que sí puede
variar diariamente.
Ciertamente también
se produce un incremento de los precios de los medios de producción que
requiere el empresario para el proceso de trabajo. Solo que el beneficio que
obtiene siempre será mayor al descargar el incremento de estos costos en el precio
de realización, manteniendo el salario del obrero hasta el nuevo ajuste, que en
el caso venezolano dura unos cuantos meses, motivado por la inflación. Ese
incremento de la ganancia capitalista debería servir para la conformación de un
fondo ante un nuevo ajuste. Esto es así, sobre todo cuando hay presión de
demanda y una elasticidad relativamente baja. En otros países los lapsos para
aumentos generalizados son aún mayores. Regularmente un ejercicio fiscal cuando
la inflación se aproxima a cero o es baja.
Al empresario le
conviene estos ajustes salariales por dos razones. En primer lugar, para que
aumente la capacidad de demanda. En segundo lugar, habida cuenta de que el
ajuste no eleva el salario real, la tasa de explotación tiende a ser cada vez
mayor. Sumemos que estos ajustes repercuten en una tendencia a la bonificación
del salario que a la postre beneficia al empresario. Un adicional que saluda la
empresa y el economista. De allí que el Gobierno deba aprovechar la
circunstancia de la recaudación alcanzada para realizar el ajuste. Para nada
interesan las condiciones de reproducción de los trabajadores y su familia como
sí una demanda que no arriesgue el beneficio del empresario.
Así, la caída del
poder adquisitivo del salario, va pareja al incremento de la recaudación del
Seniat. Recaudación que permite mantener la capacidad de crédito de la
República al poder honrar buena parte de los compromisos con los acreedores,
mientras descarga en la gente el peso principal para la configuración del gasto
público.
A su vez, el
Ejecutivo busca renegociar buena parte de la deuda con China (más de 50mm de
dólares) y Rusia para disponer de más recursos en medio de un clima político en
el cual la salida de Maduro luce como tendencia dominante. También la negociación,
canje mediante los bonos de Pdvsa, le permite a la empresa bajar la presión
momentáneamente aunque coloca en prenda a Citgo. El vencimiento de los bonos
colocado para 2020 a una tasa de 8,5% se convierte en un jugoso negocio para
los acreedores.
El objetivo inmediato
del Gobierno es alcanzar alguna recuperación económica y recrear su capacidad
para sembrar fe, apostando al incremento de los precios del crudo y obtener
recursos tras la venta de riquezas mineras. Lo que supone sostener el papel de
Venezuela en la división internacional del trabajo, por lo que seguiríamos
siendo demandantes de bienes finales provenientes de economías más
desarrolladas, principalmente Chinas, estadounidenses y brasileñas.
En este contexto, los
trabajadores deben levantar como nunca la consiga de aumento del salario real.
El desenlace de la situación política parece cercano. Ante la perspectiva de
una transición este asunto adquiere mayor relevancia. Recordemos que los
economistas de distintos signos políticos coinciden en la necesidad de seguir
profundizando el ajuste adelantado por el Gobierno hasta alcanzar las metas que
buscan los acreedores y que son el sueño de Maduro. A saber, desvalorización de
la fuerza de trabajo como resultado de descargar el peso de la crisis en sus
bolsillos, cuya mejor evidencia nos la brinda el Seniat; mantener la capacidad
de crédito de la República mientras se honran los compromisos con los
acreedores y se subastan riquezas nacionales inconmensurables. Así, el asunto
de las luchas por la defensa del salario resultan de principios frente a
cualquier salida a la crisis venezolana.
Dr. Carlos Hermoso

Caracas, 31 de
octubre de 2016

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