Una de las grandes limitaciones de la oposición ha sido su incapacidad para presentar a los venezolanos un programa alternativo frente al régimen que levante ánimo, confianza y simpatía. Llegada la catástrofe todavía no se dibuja con claridad este asunto. Se hace más urgente y apenas se asoman ideas en los medios que no ayudan. Algunas propuestas han sido presentadas pero poco difundidas. Se presentan como alternativa ideas que lejos de sembrar simpatías causan rechazo en la gente.

Existe una memoria colectiva en la que se guardan los efectos del paquete económico de 1989. Es más, se ubica allí la raíz de la catástrofe que vivimos. De manera rigurosa podemos concluir en que ha habido un continuo de esta política y que ha sido llevada a su máxima expresión durante el régimen chavista. Lo fundamental de esta política ha sido la de levantar las barreras de protección de la economía para sustituir producción nativa por importaciones, mientras el endeudamiento público garantiza mantener el ritmo de las importaciones. Luego, asomar como ejes de una política alternativa el aumento del precio de la gasolina y de los servicios públicos y el incremento del endeudamiento con FMI y el Banco Mundial, resultan un contrasentido político y económico.

Trump, por su parte, marca el reinicio de una política que pone en tela de juicio la dogmática liberal. La sacrosanta globalización parece entrar en crisis. Brexit y la oferta Trump, se presentaron como amenaza de estos “principios” inexorables. Ya desarrollada la política observamos la recreación del proteccionismo y el mercantilismo. China, por su parte, ahora paladín del liberalismo, responde también con protección. No le queda de otra. Fabricar fabricantes, dice Trump, lo que pasa por abaratar obreros, expandir el mercado externo y conseguir materia prima barata manu militari.

Volviendo a las propuestas en boga por sectores de la oposición, frente a la lógica del endeudamiento externo y la formulación de políticas para atraer las inversiones extranjeras, vale la pena estudiar dos cosas en desarrollo que se inscriben en la política que nos ha conducido al afianzamiento de la monoproducción. Una se refiere a la nueva Ley de protección y promoción de inversiones extranjeras, aprobada por la írrita Asamblea Nacional Constituyente en enero del presente año. Más de lo que oferta al capital es difícil de superar en entreguismo. Además, su articulación a la eliminación del doble tributo, hacen insuperable en mecanismo para atraer capitales con sentido antinacional.

Se quiere resumir la fórmula del 89 o la adelantada en otros países que condujeron a crisis económicas sin precedentes en esos países. El resultado en Venezuela ya resulta emblemático, aunque apuntalado por el discurso socialista, solo el discurso. En definitiva, se brinda como alternativa lo que causa rechazo en la población. Que, además, ha causado estragos en el país y en el mundo. No se percata el economista que los dogmas se tambalean. Que en los centros mundiales del liberalismo redivivo, hace aguas la dogmática. En los mismos centros de poder donde fue cocinado y en los cuales se experimentó de manera cruel, Inglaterra y Estados Unidos, van a contravía. Trump les arroja arena a los ojos a los liberales.

Los dogmas y los axiomas guardan una relación con determinados intereses que a momentos parecen no distinguirse por aquello del sentido común. Sobre todo en economía este asunto cobra fuerza a cada momento. Son usados para defender a una potencia imperialista u otra, o a un sector otro de la oligarquía. Aquella que asuma la hegemonía en un momento determinado. Una vez más debemos alertar. Ese tipo de propuestas, además de que le da un valor a las cosas que no posee, fetichismo ramplón, para nada atrae a la gente a simpatizar por una salida del régimen liderada por protagonistas que no ofrecen nada en su favor.

La privatización es otro de los mandamientos de esa tabla de Moisés. Parecen ver en esta política uno de los salvavidas para obtener los recursos para el equilibrio fiscal y la inversión productiva. Sin embargo, en las actuales condiciones es un contrasentido. Cabe la interrogante en relación con el sistema financiero y bancario venezolano. Todo indica que no están en crisis, que siguen boyantes. Luego, parece ser que parte del ahorro social venezolano brinda dividendos. Si estos existen, bien pueden ser usados para la inversión productiva. Con ello podemos reducir la deuda y ese atractivo que ven en la inversión extranjera.

Por su parte, la reconversión que requiere la planta industrial privada y pública demanda jerarquizar la producción por encima de la competitividad. En el ínterin producir los ahorros indispensables para el proceso de reconversión y sustitución de importaciones con calidad y precio. Por lo que la privatización se hace menos positiva dada la presión que habría para un remate. Protegiendo el mercado y la producción, debemos sacar adelante la producción contando con las fuerzas humanas y materiales propias.

Un programa alternativo para Venezuela debe partir del mismo principio de convertir al país en una fábrica de fabricantes con sentido nacional. Ubicando ante todo que los fabricantes son los obreros articulados a los medios de producción en manos privadas o estatales. Crear condiciones para la concentración de capitales, esto es, para que los obreros se encuentren con los empresarios privados y públicos para producir bienes y servicios para satisfacer las demandas nacionales. La meta no puede ser otra que la diversificación del aparato productivo cuyo objetivo central es la revolución industrial. Lo que pasa por la revolucionarización de los medios de producción y la elevación incesante del salario real de los trabajadores.

El sentido nacional pasa por ubicar que el ahorro social debe estar al servicio del desarrollo y el crecimiento económico. Hay ahorro, luego, debe ser usado para la producción, no para la especulación. Así, prioritario será orientar el negocio bancario. Lo que pasa por el abaratamiento del crédito sobre todo cuando se trata de la producción agrícola e industrial.

El recurso petrolero debe ser atendido de manera tal que se canalice las superganancias hacia la diversificación y el financiamiento de la industria y la agricultura. También debemos, junto al rescate de la escala de la producción, la diversificación de esta industria.

Alcanzar la soberanía agroalimentaria pasa por la superación de la crisis del agro. Inicialmente, pensamos que es posible la superación de la crisis en dos ejercicios fiscales. Para ello se jerarquizará la producción de rubros de ciclo corto, para luego abocarnos a rubro de más demanda técnica. Lo que pasa por cambios en los patrones de consumo.

Todo este proyecto pasa por la implantación de una nueva democracia basada en su ejercicio directo tal como está establecido en la Constitución. Así, el ejercicio de la democracia directa y representativa, podrá permitir mayor eficacia y cumplimiento del compromiso social y nacional.

La nueva ética nacional, basada en el interés nacional y popular, dando al traste con la corrupción, permitirá una reducción drástica de la dimensión del Estado mientras se hace más eficaz.

Síntesis de las ideas centrales para un mundo mejor. De un proyecto factible y esperanzador dadas nuestras potencialidades materiales y humanas.


Tomado de Efecto Cocuyo 

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