Todo indica que puede repetir en la Casa Blanca. Asume el espíritu dominante del imperialismo estadounidense. Haber iniciado un proceso que echa por la borda décadas de libertad de mercado y de la llamada globalización, le permite recibir los favores de quienes buscan la revancha. Se enfrenta a quienes convirtieron al neoliberalismo en una religión cuyos dogmas trajeron consecuencias a quienes sirvieron la mesa. Hoy Estados Unidos hace serios esfuerzos para alcanzar a China, así sea con base en el rescate del pensamiento proteccionista de Hamilton, enterrado tiempo atrás, muy a pesar de que sentó las bases no solamente de la política económica estadounidense sino del propio Estado. Inglaterra, por su parte, se adelantó como ninguna potencia imperialista a blasfemar y romper la dogmática con el Brexit.

Trump representa, personifica, la transición de una época a otra del capitalismo mundial. Ya asumida como política de Estado el cambio de la orientación económica por EE. UU., de ser un demócrata quien asuma la presidencia, igual deberá seguir la orientación dejada por Trump. Pero de cara a una mayor coherencia, la oligarquía le brindará un apoyo más claro al racista. Además, demasiadas disputas entre los demócratas aumentan sus posibilidades. Sanders luce muy débil. Con un discurso medio “socialista”, no logrará mayores apoyos de quienes respaldan a sus rivales en la contienda interna, de ser el ungido. A su vez, de salir derrotado, sus seguidores no brindarán apoyo a Biden, de salir este triunfador. Lo que anuncia un debilitamiento de los demócratas luego de su convención para elegir candidato.

Además, Trump representa el carácter reaccionario propio del revanchismo imperialista. De allí su tendencia fascista en toda regla. El carácter racista de su política hacia el inmigrante. El que le sirve para abaratar aún más el precio de la fuerza de trabajo de los obreros en general y, en particular, la de los latinos. El doble carácter de la política contra los inmigrantes. De una parte, cercena el derecho universal que supone la libre movilidad de los seres humanos por el planeta. De otra, en la medida en que se afianza la xenofobia, el salario de los obreros cae. No solamente desciende el de los migrantes, sobre todo de los ilegales, también disminuye la de la clase obrera en general, al presionar los primeros a la baja. A ello conduce la oferta de fuerza de trabajo muy barata. Con lo que se incrementa todavía más el rechazo al inmigrante.

El sentido estratégico de la política adelantada por Trump y los conservadores ingleses se convierte en una referencia mundial. En lo sucesivo, por más liberales que sean los chinos, deberán responder de la misma manera. Esto es, se trata de una política que va a generalizarse. Su carácter se hace planetario. Será una exigencia, toda vez que los perjuicios causados a una economía deberán ser resarcidos mediante el pago con la misma moneda, no solamente frente a los proteccionistas de marras, sino contra todo aquel con el cual comercie. Es más, la política económica siempre ha sido planetaria. Arropa a toda la economía mundial desde que esta aparece a finales del siglo XV.

Por eso, así como no fue cualquier cosa el significado del primer período de la presidencia de Trump, mucho menos lo será su posible reelección. Nueva jugada de la historia. No es exclusividad de Venezuela. Nuevamente un personaje mediocre y grotesco pasa como los grandes. Marca una época.

Como en todo proceso, las cosas se van presentando de manera gradual hasta dar el salto que corresponde. De una parte, refleja aquello de los cambios cuantitativos a los saltos cualitativos. De otra, una cosa es tener capacidad predictiva, lo que refleja la visión científica del asunto, y otra, establecer con relativa exactitud sus magnitudes. A momentos apenas podemos establecer las tendencias. No así la magnitud de los fenómenos. Las confrontaciones bélicas serán expresión de la disputa. Veremos hasta dónde se realizan. En cualquier caso, Trump marca el inicio de una época signada por la confrontación.

Desarrollo desigual y tendencia a la nivelación

Una tendencia objetiva del desarrollo capitalista es su realización desigual. Unas potencias imperialistas superan a otras. Una hegemonía se trastoca y cede el paso a otra, no sin resistencia. Pero también es una tendencia objetiva del desarrollo capitalista el proceso nivelador. Las tendencias al desarrollo desigual y a la nivelación representan un proceso dialéctico que conduce a grandes confrontaciones. Sólo que la tendencia a la nivelación de un imperialismo a otro hace más virulenta y agresiva la pugna.

La base de estas tendencias es de naturaleza orgánica. La vamos a encontrar en última instancia en esa contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas materiales expresado en la composición de los capitales cada vez más avanzados y el comportamiento de la cuota media de la ganancia (G´). De una parte, la competencia capitalista conduce a que las grandes potencias, las grandes corporaciones que encuentran en ellas sus asientos nacionales, a momentos exportan capitales financieros en busca de cuotas de ganancia más favorables. De allí la afluencia de capitales hacia China, que terminaron por apalancar esta economía que hoy se disputa la supremacía mundial. El desarrollo desigual llevó a China a la primacía ayudada por los capitales de sus rivales. Estados Unidos, Europa y Japón, que vieron en China el nicho principal para una G´ elevada, capaz de atemperar la caída de las propias, ahora deben profundizar tendencias que permitan hacer lo mismo pero en sus propias economía.

Así, abaratar el precio de los trabajadores; hacerse de materias primas seguras, abundantes y baratas; de crecientes mercados capaces de permitir economías de escalas en la misma dimensión, se convierte en los objetivos a alcanzar de manera compulsiva. De allí la agudización de contradicciones entre los bloques mundiales que pugnan por la hegemonía.

En principio, el mercado al que puede echarle mano de manera más rápida es el nacional. Hacen lo propio Trump y Brexit. Eso no significa que no luchen por los mercados exteriores copados por la competencia. Convertir áreas de influencia de otros en propias supone más que una puja, una confrontación. El proyecto chino La Franja y la ruta se convierte en una provocación para Estados Unidos, que ha visto mermar sus áreas de influencia y sus mercados. Un proyecto similar no es posible ser adelantado por economía alguna de las rivales, menos por los estadounidenses.

La lucha por las fuentes de materias primas abundantes y baratas será otro terreno de las disputas.

Son tiempos en los cuales, sin que deje de haber negociaciones, lo que priva es la confrontación. Las contratendencias para frenar la caída de la G´, que llevan a que prevalezca la agudización de la puja, resultan un hecho inexorable.

Es lo que explica algunas determinaciones de circunstancias políticas como las que se viven en Bolivia, Venezuela, Ecuador, entre otros, dada la injerencia de una u otra potencia, buscando cada una arrimar ascua a su sardina.

Así, quienes hablan de salidas negociadas por encima de confrontaciones, no se percatan de que el asunto se explica de manera más relativa, aunque prevalezca una u otra tendencia. En épocas de negociación ha habido guerras parciales. En épocas en las cuales prevalece la confrontación ha habido negociaciones. Pero lo dominante en estas condiciones es la confrontación. De allí que las eventualidades en esa dirección deben ser jerarquizadas.

Algo le costó a Inglaterra la convicción de la que gozaba Chamberlain a propósito de las intenciones nazis e italianas. La política del apaciguamiento, basada en las concesiones hechas a Hitler y Mussolini, no condujo a preparativos más tempranos de Inglaterra para la guerra, mientras brindaba crecientes concesiones a los fascistas. Caro la pagaron los británicos.

La lucha por la hegemonía es un asunto que guía la política exterior de quienes tienen con qué entrar en la disputa. Estados Unidos, Rusia y China centran la contienda. Alemania busca salir airosa de las limitaciones creadas por Brexit para hacer lo propio. El respaldo de estas economías a uno u otro país, las encontramos en procesos económicos complejos, aunque políticamente más sinuosos. De allí la sabiduría de una dirección política para sortear cada situación, buscando sacar provecho de las contradicciones entre los elefantes, que pueden terminar peleando en nuestras praderas, dejándolas devastadas.

Son circunstancias que deben ser tomadas en cuenta por quienes hacen política en Venezuela. Saber aprovechar las contradicciones interimperialistas con sentido soberano no es cualquier cosa. Supone rigurosidad científica en el análisis. Tanto como sentido soberano. Férreo apego a los principios, que permita meterse en ese sinuoso mundo de la maniobra política que, a momentos, conduce a posiciones difíciles en el cálculo de favorecer siempre a Venezuela y su soberanía. En ese contexto debemos valorar la perspectiva de EE. UU. bajo la dirección de Trump.

Publicado en El Pitazo

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