Aquella sentencia según la cual solamente con base en el análisis concreto de las realidades concretas, es como podemos ubicar las tendencias y marchar a pie firme, encuentra en la actual coyuntura la mayor exigencia. Es un momento en el cual, en medio de la crisis general, aparecen signos en la economía, que bien pueden ser usados por el chavismo para recomponerse, para seguir en el engaño y así, mantener una dictadura ya desnuda ante el mundo. Aunque, a su vez, hay determinaciones políticas del momento crítico que, alguna de ellas, puede convertirse en detonante y catalizador de un movimiento insurgente arrollador. Tal es el caso de la lucha contra la represión y el terrorismo de Estado.

Ahora bien, dicho análisis concreto, que no es diagnóstico, debe partir, como es de rigor, por la cuestión internacional. Más en las actuales circunstancias en las cuales este asunto tiene tanta relevancia en la política venezolana. Se presentan dos cuestiones opuestas. De un lado, la dictadura ya está evidenciada como sanguinaria y genocida. No hay capacidad alguna de defensa de los criminales, que no sea la postura irracional y oportunista. El informe de la Alta Comisionada de la ONU para los DDHH, Michelle Bachelet, deja al desnudo las atrocidades en aspectos fundamentales harto denunciados por los venezolanos a los cuatro vientos, aun con el cotrol de los medios por parte de la dictadura. Pero, la dictadura tiene «dolientes». Dejando a un lado los tarifados y revisionistas de baja ralea, los imperialistas chinos y rusos se aferran para no perder acceso libre a riquezas que juegan un papel fundamental en la economía de estos tiempos. Oro, coltán, rodio, torio, tierras raras, entre otras riquezas, además de petróleo, son suficiente motivación para que presten un hombro y más a la dictadura. No solamente se trata de que quieren hacerse de esas riquezas con las facilidades que les brinda el régimen, también quieren impedir que el imperialismo estadounidense les ponga las manos. Parte de la confrontación interimperialista. Los gringos marchan en la misma dirección. Quien sepa aprovechar de mejor manera estas circunstancias internacionales, pudiese inclinar la balanza en su favor.

Por su parte, la economía venezolana da muestras de una leve recuperación. Cuenta, el freno a la hiperinflación. Además, el incremento del salario de los trabajadores de la empresa privada crea algo de demanda. Sumemos que la dolarización, luego del brutal shock para las grandes mayorías, se configura cada vez más como referencia y expresión del valor de cambio de las mercancías. Por lo que los componentes del valor se ajustan para que, siendo tan barata la fuerza de trabajo, la plusvalía sea muy elevada. Tanto es así, que el capitalista comienza a elevar el salario de los trabajadores para aumentar la productividad del trabajo. Con ello aumenta la oferta.

Esta circunstancia conduce a que, en perspectiva, pueda darse una leve recuperación que bien puede usar la dictadura para mantener su engaño. Ubiquemos que, luego de una penuria tan grande, cualquier seña de recuperación, aun manteniendo la misma política económica, les puede brindar algún beneficio político a la dictadura. Sin embargo, el descontento no permitirá que puedan recuperarse de manera significativa que no sea con la creación de una ficción a partir del aparato de propaganda bien aceitado con que cuentan. Es lo que hemos llamado la economía como peligro en el sentido del provecho político que puede sacar el régimen. A eso debe responder la oposición con el desenmascaramiento de estos resultados económicos y su origen en el desarrollo natural del proceso de producción y de cambio en una economía, cuyas bondades se manifiestan luego del proceso de destrucción de fuerzas productivas nunca visto en nuestra historia republicana, que no sea la alcanzada durante la Guerra Federal.

Los problemas de la crisis son demasiado agudos. El empobrecimiento es generalizado. Los sectores populares más depauperados sufren hambre y deterioro general en sus condiciones de vida. El hambre infantil hace estragos. La deserción escolar a todo nivel se ha agudizado. La migración es un proyecto de muchos de quienes no se han ido. Recuperar la producción petrolera implica una inversión y eficacia difícil de ser alcanzada por la actual administración de la empresa estatal. Restituir la concentración de capitales lleva tiempo y requiere de políticas con sentido nacional. Apenas apuestan lo capitostes de la dictadura con la minería y las extraordinarias ganancias que puede deparar en corto tiempo.

Sin embargo, el peligro es real. Las leyes de la economía han hecho lo suyo. Se suma que Venezuela cuenta con reservas que permiten atemperar situaciones tan dramáticas como la que vivimos desde 2013 producto del pillaje y la entrega a intereses foráneos de nuestra economía.

La crisis es general

Cualquier cosa puede pasar, indica esta circunstancia. Por eso el chavismo busca ganar tiempo. Se aferran cada vez más. Están acorralados, pero cuentan con reservas estratégicas importantes, cuyo análisis, parece no ser contemplado por muchos de los factores políticos de la oposición.

La crisis se expresa en todas las esferas. La descomposición moral, como expresión de la retorcida ética chavista, ha minado todas las esferas de la reproducción social y cultural y sus instituciones. Se ha naturalizado la corrupción institucional al punto de que cualquier diligencia supone un “martillo”, una “mordida”, una “matraca”. De allí que la eficacia no puede ser alcanzada que no sea por la vía del pago de un “servicio” del funcionario o dependencia institucional en cuestión. Es factible que se repare una avería eléctrica siempre y cuando se le brinde un regalo al funcionario. Igual sucede en telefonía, agua, entre otros servicios. Qué decir del sistema de justicia, al punto de existe una “justicia” paralela con sus propias normas que les permite levantar un expediente que se hace valer cuando no se paga la extorción correspondiente. El pranato, por su parte, ya es una institución que encuentra en el ministerio de prisiones una especie de oficina legal. Todo lo cual nutre la rabia de los venezolanos y aumenta su disposición de cambiar lo establecido.

Son muchas las evidencias del descontento y fractura dentro de la Fuerza Armada. Entre otros eventos, el asesinato en tortura orientada desde el más alto nivel, ha creado un descontento dentro de la oficialidad que debilita aún más la jefatura de la cúpula corrupta sobre los mandos. El terrorismo y la represión a la que se ven sometidos los integrantes de los distintos componentes, ha convertido a la institución armada en espacio de desasosiego y angustia. Muy a pesar de lo cual el hervidero conduce a la búsqueda de una salida mediante el protagonismo de la institución y sus integrantes.

La represión y el terrorismo han conducido a lo que era de esperarse. La indignación de la gente contribuye a la conformación de la fuerza material que dará al traste con el régimen. El asesinato del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, deja una huella indeleble. A renglón seguido, le quitan la vista al adolescente de 16 años Rufo Antonio Chacón Parda, estudiante de 5to año, quien protestaba por la falta de gas. La saña represiva llevó a disparos de perdigones a diestra y siniestra que impacto a corta distancia en la cara del joven. Pero, la impunidad es norma. No solamente se trata de la impunidad, también opera la instrucción de mantener a raya la protesta a toda costa buscando sembrar miedo en la ciudadanía. Pero la rebeldía se nutre y vence el objetivo de la dictadura.

Así, el elemento más importante de la crisis general que prevalece es que la inmensa mayoría de venezolanos no está dispuesta a seguir siendo gobernada por quienes lo hacen con base en la corrupción, la ineficacia, la entrega de la soberanía y la más criminal represión. Anida en la conciencia del venezolano, aunque muy intuitivamente, que el cambio que debe producirse debe ser en favor de los pobres, de las mayorías nacionales.

Son tiempos en los cuales un detonante puede surgir de un asunto propio de la crisis institucional; de una respuesta a la represión y al terrorismo, o de lucha en defensa de los derechos humanos; o por la lucha y defensa de las libertades públicas. Sobre todo, puede surgir de la rabia de las grandes mayorías por la hambruna que sufre tanta gente. A partir de allí podemos prever un torrente poderoso que debe ser direccionado. Las condiciones objetivas y subjetivas abonan en favor del cambio. Por lo que deben ser tiempos también de unidad, fraguada al calor de luchas y de una propuesta política esperanzadora. De no configurarse una dirección política capaz y dispuesta, esta perspectiva puede perderse.

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