Mayo fue elegido el mes para celebrar la Semana del Parto Respetado o Humanizado, iniciativa creada por la Asociación Francesa de Parto Respetado y promovida por UNICEF y por la Organización Mundial de la Salud. Es una semana para concienciar sobre la importancia de humanizar el parto y respetar la decisión de madre y familia sobre cómo y en qué condiciones traer al mundo a sus hijos e hijas. Este año se celebró entre el 17 y el 23 de mayo. Pero esta vez transcurrió en el marco de una Pandemia por COVID-19, que ya es una cosa rara. Pero en Venezuela en particular no es solo el confinamiento por la pandemia lo que limita que los partos sean respetados y humanizados. Aquí es más compleja la realidad. Las mujeres gestantes deben enfrentar la pobreza, la falta de insumos médicos, privatización de la salud, migración, hospitales sin condiciones de salubridad necesarias y ahora sumada la falta de gasolina, las mujeres pueden perder su vida o a sus hijos en un parto en Venezuela.

El último dato oficial disponible sobre las Muertes Maternas (MM) en el país es de mayo de 2017 cuando informaron que en 2016 habían muerto 756 mujeres al dar a luz; este dato suponía un incremento de 66%. Ese mismo año, en julio, el gobierno nacional impulsó una campaña de Parto Humanizado que se constituyó en un programa social, que incluía formación de personal sensibilizado y promotor de lo que significa un Parto Humanizado, que desde las comunidades acompañarían los partos extrahospitalarios, es decir, no se trataba de generar las condiciones materiales para la atención humanizada en centros de asistencia médica, sino que las mujeres parieran en sus casas, imaginen tamaño despropósito.

Ante la ausencia de datos oficiales, las ONG asumen un trabajo de seguimiento y monitoreo y los medios de comunicación hacen un trabajo importante que nos ayuda como sociedad a conocer la realidad. Por ejemplo, en el informe Equivalencia Mujeres al límite 2019, la coalición de organizaciones que en él trabajaron, reportaron que en 2018, solo en cuatro centros de salud entre agosto y diciembre, murieron 28 mujeres por MM. En medios nacionales se conoció que en 2019 murieron por la misma causa 44 mujeres en el Hospital de Barquisimeto, 30 en Bolívar (hasta junio); 27 en Monagas (hasta julio) y 9 en el Tigre en solo tres meses del año.

La realidad de un sistema de salud colapsado, sin recursos económicos, ni recursos médicos, con fallas de infraestructura, sin materiales de limpieza para garantizar salubridad, nos permite sospechar que la realidad de este último año no puede ser nada alentadora. Iniciamos el año con la muerte de Kenny Chirinos luego de haber dado a luz a su hija el 4 de enero en el Hospital Militar de Caracas Dr. Carlos Arvelo. En febrero murió Zuleyri Toro por una bacteria que contrajo en la Maternidad de Carrizal, bacteria que además afectó a 16 mujeres más que permanecieron hospitalizadas en el Victorino Santaella luego de dar a luz. En el Materno Infantil de Amazonas, también en febrero, murió Eglys Beatriz González, de 33 años, perteneciente a la etnia Jivi luego de una cesárea. Ella fue la tercera víctima desde que el centro fue inaugurado, siete meses antes.

Así como mueren las mujeres después de dar a luz, también murieron recién nacidos por mala praxis, bacterias y falta de atención a tiempo. En Carúpano una adolescente de 17 años denunció la muerte de su hijo el 25 de enero de 2020, por mala praxis en la Maternidad Candelaria García, donde además otras cinco mujeres han armado expedientes para formalizar sus denuncias por situaciones similares. Hablan de malos tratos, de atención a destiempo y de condiciones de insalubridad. En febrero, 6 recién nacidos fallecieron por una bacteria intrahospitalaria en el Pérez Carreño. En abril de este año dos recién nacidos fallecieron a los días de haber nacido, por las complicaciones que generó que sus madres hayan tenido que recorrer varios centros de salud para ser atendidas, en medio de un confinamiento nacional y limitaciones para el traslado con libertad, no solo por la pandemia sino por la falta de gasolina. Por falta de combustible, dos mujeres dieron a luz en la calle, una en Maracaibo y otra en Miranda. Una joven de 26 años en estado de gestación murió al no poder ser trasladada desde Barquisimeto a Caracas por falta de gasolina y salvoconducto. También murió por falta de gasolina la joven Yaleidis Lopez, quien no pudo ser atendida en Aguasay y debía ser trasladada al Hospital Manuel Nuñez Tovar en Monagas, la ambulancia para el traslado no fue surtida con gasolina, los militares de la bomba no le creían al chofer que se trataba de una emergencia. Cuando logró llegar, murió.

Los datos son más que alarmantes. Las muertes de mujeres al parir y de bebés recién nacidos, nos narran una realidad que niega la posibilidad de un parto respetado, porque la humanización del nacimiento no se trata solo de las formas en las que un bebé llega al mundo, se trata también de la tranquilidad de la madre en el proceso de gestación, que cuente con una alimentación balanceada para avanzar el embarazo con los nutrientes necesarios, se trata también de tener la certeza de que cuando el momento del parto llegue va a ser atendida sin ruleteos y esa atención será respetuosa y de calidad, permitiendo que su cuerpo le indique la forma más cómoda y menos dolorosa para el alumbramiento; se trata de la seguridad de que su hijo/a no va a pasar hambre, va a tener condiciones de vida dignas.

Desde la inexistencia de métodos anticonceptivos disponibles, accesibles y variados para la población, ya los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres están vulnerados. Lo respetuoso del parto supone un Estado presente y materializado en condiciones de vida digna, en un sistema de salud dispuesto para la población, con calidad y calidez en su atención. Aquí no hay posibilidad de Parto Respetuoso, sino para una población minoritaria que tiene la posibilidad de costear una atención privada. Sin embargo, también se afecta por las condiciones estructurales del país, aunque su afectación se disminuye porque pueden costearse algunas cosas, la tranquilidad emocional necesaria en el embarazo se afecta ante una crisis económica y social prolongada. La peor parte de esta realidad siempre recaerá sobre los hombros y la vida de las más pobres, las vulnerables.

Todas las muertes mencionadas son originadas por la acción y/u omisión del Estado venezolano. Se trata de muertes producidas por una violencia estructural que tiene tantas vertientes que uno se pierde en su identificación. La desprotección e indefensión de los venezolanos es agobiante, no encuentran una vía de acceso a la justicia ni siquiera. No lo hay. Y se crean sentimientos de desesperanza que paralizan y que terminan naturalizando situaciones que no podemos aceptar como norma. No se puede volver natural que las mujeres mueran al parir porque no recibieron la atención debida, en el tiempo y la calidad correspondientes pese a que esas muertes son absolutamente prevenibles; el avance científico nos ha ofrecido esas soluciones. No podemos naturalizar que en un país petrolero no haya gasolina, que ni siquiera del petróleo que le pertenece al pueblo, el pueblo pueda disfrutar. No podemos naturalizar que no haya justicia y no haya responsabilidades directas e indirectas de esas muertes. No podemos naturalizar que no pase nada y que las muertes prevenibles queden impunes.Leímos en redes sociales que lo que nos queda como pueblo es rezar, que la realidad es tan dura que la desesperanza nos supera. Ante esta idea, vale la pena recordar al cantor del pueblo Alí Primera: “No, No, No basta rezar. Cuando el pueblo se levante y todo haga cambiar, ustedes dirán conmigo, no bastaba con rezar”. Y estoy convencida, que la desesperanza que se asoma, ante el agobio que genera nuestra realidad política, económica y social, solo es posible contrarrestarlo con la conciencia de la gente de que el país avanzará cuando el pueblo se levante. Esa conciencia de saber que es en nuestras manos que está la posibilidad de un cambio, es la que amansará la desesperanza y luchará desde todos los flancos para hacer valer sus derechos ciudadanos, para rescatar al país y para seguir apostando a Venezuela. Una Venezuela en la que el Parto Humanizado no se decrete en cadena nacional, sino que se viva y se disfrute en carne propia, en la piel y los cuerpos de las mujeres sin distinción social, económica, política o de cualquier índole.

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