La igualdad y la libertad constituyen una relación dialéctica. Suponen una unidad y lucha de los contrarios, que ha llevado a su constante separación a lo largo de la historia. Han sido diversas las estrategias y políticas desarrolladas en el contexto de los cambios de la base material de la sociedad moderna (Balibar, 2017).

Para enfrentar el viejo sistema feudal y romper con la monarquía absolutista (El Estado y la soberanía soy yo), en la revolución francesa, la burguesía levanta las banderas de la igualdad y la libertad. A partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se funden a las de democracia y ciudadanía. Es que no basta con establecer iguales derechos y consagrarlos  en la Constitución, sino que también debe existir, la capacidad del ciudadano para ejercerlo y hacerlo cumplir.

Por lo que  es posible observar la contradicción entre insurrección y constitución. Que viene dado por el hecho de que es la acción insurgente la que se impone frente al régimen feudal y presenta un programa de transformación que responde a los intereses de clase de la burguesía. De allí que promueve una alianza con los sectores campesinos, que permiten alcanzar el objetivo principal del derrocamiento del antiguo régimen. En Alemania, no se alcanza el objetivo, ya que no se logra la concreción de esa alianza de clases.

Finalmente, se establece el papel del Estado como garante de esos derechos y el rol de las organizaciones sociales que pugnan por su cumplimiento, en beneficio de las  mayorías. Sin embargo, ha existido, sobre todo en momentos de crisis económica y social, la respuesta de la clase dominante, mediante la promoción ilimitada del individualismo y del utilitarismo, la conversión del hombre en un ser que actúa conforme al cálculo económico y de allí, a la anti política, negadora del ejercicio de la democracia burguesa.

Es importante destacar que el contenido protagónico de la ciudadanía, se configura a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Son los Estados Europeos, principalmente, quienes asumen el carácter social de una serie de derechos (educación, salud, derechos laborales, entre otros). Pero van más allá, al reivindicar también, su condición universal, es decir, se constituyen en derechos para todos, sin exclusión. De otra manera, el Estado nación no hubiera podido sobrevivir, ya que sufrían del  contrapeso de la Unión Soviética, como contraparte en la contradicción socialismo-capitalismo.

El desarrollo de estos derechos de libertad e igualdad, hay que  situarlos, entonces, en varios ámbitos y contextos. De allí emergen diversas visiones del derecho natural del hombre. Una de estas consideraciones la formula Juan Jacobo Rousseau quien planteó el contrato social para vivir en sociedad. Lo que supone el otorgamiento de ciertos derechos, a cambio de abandonar la libertad de la que dispondrían los hombres en estado de naturaleza.

Otro fue de Locke, padre del liberalismo clásico, quien consideró que la soberanía no estaba en el Rey sino en la sociedad. Que debía haber separación de poderes: el poder legislativo y ejecutivo (monarquía y parlamento), así como la libertad religiosa y la primacía de los derechos del individuo sobre los del colectivo, de allí su concepción liberal.

Por su parte, las leyes del materialismo histórico, que descubre y desarrolla Marx teóricamente, permiten apreciar la especificidad de la aplicación del texto de los derechos del hombre, como resultado de las transformaciones que se producen en la base material de la sociedad. Ello es lo que va a determinar los cambios en la superestructura y, por en ende, en la realización e interpretación de la libertad y la igualdad. Es decir, es el proceso del desarrollo del capitalismo y el interés de la burguesía lo que genera la derrota del feudalismo  y la eliminación de la monarquía francesa, así como la realización de su concepción de la igualdad y la libertad. Lo que supone sus limitaciones burguesas.

En el análisis materialista histórico Marx plantea en la Gaceta Renana (1848), que el triunfo de la burguesía era entonces el triunfo de un nuevo sistema social. Es la victoria de la propiedad burguesa sobre la propiedad feudal. Del sentimiento nacional sobre el provincialismo. De la competencia sobre el corporativismo. Del reparto sobre el mayorazgo… De las luces sobre la superstición. De la familia sobre el nombre. De la industria sobre la pereza heroica. Del derecho burgués sobre los privilegios medievales (Marx, 1848).

Esa igualdad no significa soberanía igualitaria. Lo que llega a ser contradictoria, producto de que, al ser desplazada la monarquía, la soberanía pasa al nuevo estado capitalista, al establecer jerarquías e instituciones que responden a los intereses de la clase social dominante, pese a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. De esa manera se soslaya el derecho natural.

Sin embargo, esto no significa que las demas clases sociales: los obreros y los campesinos, juntos a los sectores medios, así como los países que se encuentran bajo el dominio colonial o económico de las naciones poderosas e imperialistas, deban renunciar al derecho de insurgir para conquistar la libertad e igualdad.

De allí el surgimiento en el campo ideológico de las concepciones socialistas-marxistas, liberales o conservadoras con base en la defensa de distintas posturas con respecto a los derechos universales y la igualdad, en el marco de las estrategias de transformación o preservación del Estado. De allí que coexistan en el desarrollo de una sociedad burguesa los intereses de clase de las distintas expresiones políticas e ideológicas amparadas por las libertades democráticas alcanzadas a partir de la revolución francesa.

Aunque en los últimos tiempos los términos «izquierda» y «derecha» no tienen ya umbrales que los diferencien en muchos casos. En ese sentido, podemos observar como los denominados de «izquierda», que supuestamenten ofrecen un cambio de raíz de la realidad capitalista, practican sin ningún desparpajo políticas neoliberales y conservadoras, como es el caso de China.  También lo realizan gobernantes que dicen ser socialistas, pero aplican los paquetes antiobreros con mayor energía que los conservadores. O los sectores  de derecha que realizan distribución del ingreso nacional  y menor índice de desigualdad como los países de Europa nórdicos como Suecia, Finlandia y Noruega.

Se trata entonces de lograr que los ciudadanos ejerzan sus derechos y avancen hacia una nueva sociedad, donde el Estado no sea el que regule a la humanidad. Que se alcance una relación de pares de igualdad. No de igualitarismo y de libertad, en el desarrollo de su condición de ser humano, donde se realice con base en la transformación de la naturaleza para satisfacer sus necesidades, en un proceso dialéctico, en el que la transformación es mutua y a la vez se rompa con la opresión del Estado. Es lo que  permitiría al ser humano el desarrollo ilimitado de sus facultades latentes y potenciales.

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