El XX Congreso del Partido Comunista de China —centrado en un informe de Xi Jinping— ratifica la estrategia de afianzar la condición hegemónica de China del imperialismo mundial. Eso sí, dicho con ese estilo asiático sinuoso, presentándose con humildad.

Un párrafo resume lo esencial del informe, al establecer el objetivo para la presente etapa: “… profundización de la reforma de los capitales y empresas estatales, aceleraremos tanto la optimización de la distribución de la economía estatal como su reajuste estructural, daremos impulso a los capitales y empresas estatales para una gestión fortalecida, optimizada y ampliada, y elevaremos la competitividad medular de estas”.

Sigue el informe: “Optimizaremos el entorno de desarrollo de las empresas no públicas y protegeremos con arreglo a la ley tanto sus derechos de propiedad como los derechos e intereses de los empresarios en aras de promover el desarrollo y robustecimiento de la economía no pública. Perfeccionaremos el sistema empresarial moderno con peculiaridades chinas, fomentaremos el espíritu del empresariado y agilizaremos la conformación de empresas de primer orden mundial”. Lo demás es retórica.

Más adelante indica: “… la diplomacia de gran país con peculiaridades chinas con impulso de la construcción de la comunidad de destino de la humanidad”. Diplomacia de gran país, detrás de la colocación de capitales que amplían su horizonte comercial y de penetración de capitales financieros. Incidiendo, claro está, en la política del país en que se localicen. Y con amplitud para relacionarse con cualquier dictadura.

En eso los chinos son más flexibles que los estadounidenses: guardan algunas apariencias al convertir lo de los derechos humanos en una mampara para incidir e intervenir acá o allá. Los chinos parecen “respetar” lo que suceda en cualquier parte con tal de que se les abran.

La manera de legitimar el “socialismo” chino ante sus aliados en el mundo es mediante la “chinización del marxismo”. Nueva teoría que busca apuntalar lo del socialismo con peculiaridades chinas. Que no pasan de ser formas renovadas del revisionismo. A su vez, plantean el combate a las: “corrientes ideológicas erróneas, como la idolatría del dinero, el hedonismo, el ultraindividualismo o el nihilismo histórico”, así como a las “opiniones arbitrarias en la internet”.

Puro fariseísmo, pues la base material conduce precisamente al afianzamiento de la idolatría del dinero, el individualismo y el hedonismo. Pues son asuntos que dimanan de las relaciones sociales imperantes. En realidad, lo que buscan es frenar los excesos. Individualismo, pero no tanto, por ejemplo.

Muchos que se dicen marxistas no logran ubicar la naturaleza de la economía y la sociedad chinas. Se olvidan de que el más connotado continuador del marxismo, Lenin, estableció una conceptuación muy sencilla de revisionismo: socialismo de palabra, capitalismo de hecho. Lo de “un país, dos sistemas” siempre ha sido un país, un sistema: el capitalismo. Solo que en una parte —la más chica, Hong Kong— expresa una superestructura sin máscara.

La más grande, China continental, se presenta con una máscara que se desdibuja, dejando ver claramente que se trata de un Estado disfrazado de socialista y con claros rasgos fascistas.

Esto les ha permitido alcanzar cuotas de ganancia capaces de atraer capitales de todo el mundo. Y garantizar el desarrollo a su máxima expresión una acumulación de capitales que los catapultó a potencia mundial.

El proceso de acumulación de capitales en China ha conformado una clase obrera gigantesca, así como su contraparte, una poderosa clase capitalista.

La concentración y centralización de capitales y producción ha levantado grandes empresas. China es la nación que crea más millonarios en el mundo. Su figura emblemática es Jack Ma, fundador de Alibaba, con una riqueza personal cercana a 40 mil millones de dólares, que podría ser más de 60, si sale a bolsa la empresa Fintech Ant Group de la que es socio principal.

Que China se haya convertido en la potencia imperialista hegemónica se evidencia en su primacía en la exportación de capitales, mercancía y financieros, alrededor del planeta. Es el primer acreedor mundial por encima del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

China posee cerca de un billón de dólares de la deuda pública estadounidense. Se fueron desprendiendo en el último lustro de unos 200 mil millones de dólares en deuda y de nuevo han retomado el incremento de su tenencia.

El proyecto chino en desarrollo una ruta una franja, o la nueva ruta de la seda, articula la afluencia de sus capitales a los países que va incorporando. Hasta Italia se incorpora al más grande proyecto de integración a escala planetaria.

China busca crear el mercado más grande del mundo, que incluye 75 % de las reservas energéticas conocidas, 70 % de la población mundial y podría alcanzar 55 % del PIB mundial. Xi Jinping afirmó: “Nuestro país se ha transformado en el socio comercial principal de más de 140 países o regiones”.

Concluimos que es intencional que se le siga asignando una condición que no posee. Es algo natural que, desde la óptica estadounidense y europea, y de sus ideólogos, se les siga calificando como “comunistas”. No así por quienes se dicen marxistas.

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