Trump contra Venezuela. Cabe el tema de la llamada globalización. Es más, la nueva ofensiva forma parte de algo que siempre ha estado presente, aun en medio del afianzamiento de esta ideología. Solo que los momentos son diferentes. La hegemonía mundial se viene afianzando en favor del bloque liderado por China. Las contradicciones interimperialistas siempre estuvieron presentes. Ahora se hacen más evidentes en medio de la contradicción globalización/desglobalización, como la llaman algunos economistas.

Hay etapas, en la fase superior del capitalismo, en las cuales la articulación de los capitales conduce a una aparente complementariedad. Una ficticia colaboración que parece borrar la competencia. Otros son los tiempos en los cuales la articulación de capitales da paso a una confrontación más clara entre los bloques imperialistas, sin que se elimine la articulación.

Sin embargo, cuando prevalece el subjetivismo, se llega a conclusiones según las cuales los procesos que se derivan de las relaciones entre las potencias imperialistas, son para complementar sus intereses y requerimientos. O pueden serlo. O que buscan paliar las contradicciones, por lo que procuran acuerdos. Hasta se observan las contradicciones como fruto de los deseos de alguna personalidad que incide en tal o cual dirección.

Sucede, por el contrario, que las contradicciones son el resultado de procesos absolutamente objetivos. Ciertamente, a momentos, prevalece la articulación de capitales por encima de la confrontación. Pero el belicismo siempre estará presente, siempre ha estado presente, entre las potencias imperialistas.

La cuestión orgánica es vital para comprender este asunto, si queremos ser rigurosos. Puede apreciarse con claridad que la combustión interna en un motor es una potencia energética. O bien, la energía atómica para generar electricidad o para construir las armas de destrucción masiva ya experimentadas en Hiroshima y Nagasaki. Para alguna gente, sin embargo, resulta difícil apreciar lo que representa la revalorización del capital por parte del trabajo vivo. Ese fluido humano en el proceso de trabajo es lo que brinda el nuevo valor. No resulta nada científico para el empirista, cuyo concepto acerca de la ciencia se reduce a lo perceptible por los sentidos. No son capaces de observar que la sociedad es una forma de expresión de la materia. Así como el mundo vivo, los planetas, las estrellas, los distintos elementos químicos, entre otros, la sociedad y el pensamiento, también son formas de expresión de la materia. También están sujetos a leyes. También en su desarrollo encontramos poderosas fuerzas que conducen a su desarrollo, esto es, al tránsito de formas inferiores a formas superiores, mediando procesos complejos que, a momentos, parecen estancarse. La fuerza de trabajo es una potencia que se objetiva en los objetos de trabajo provenientes, en última instancia, siempre de la naturaleza, instrumentos de trabajo y materias auxiliares mediante. De allí el perenne cambio de la sociedad que se realiza en la dialéctica entre necesidades y los bienes que las satisfacen. O bien, la fuerza poderosa de las masas que conducen a cambios políticos cuando se levantan, como resultado de situaciones revolucionarias. Esa fuerza, su reconocimiento e identificación no puede ser reconocida por el empirista, el metafísico o cualquiera de los ideólogos en favor del orden imperante.

De igual manera sucede con la fuerza que representan las contratendencias que se realizan cuando cae la cuota media de la ganancia. Es una poderosa fuerza que motiva la confrontación. Cada potencia imperialista cuenta con un mercado interno que cede a momentos. Pero que representa en todo momento su reserva estratégica para realizar la plusvalía de manera propia. Debe contar también con el mercado externo. La producción encuentra en la dimensión del mercado sus límites. Debe hacerse, cada país industrializado, sobre todo las naciones imperialistas, de crecientes mercados para realizar y para competir.

Debe hacerse, cada nación imperialista de materias primas baratas. Así deba ir a la guerra. Debe hacerse, cada nación imperialista de fuerza de trabajo barata, así deba ir a la guerra. O, en cualquier caso, la guerra es un recurso, más cuando la competencia se hace enconada.

Así, las fricciones que se producen como resultado de las tendencias al desarrollo desigual y a la nivelación, conducen a la confrontación. Es un hecho objetivo. Esas fricciones liberan una fuerza poderosa que se realiza en las guerras. Cabe una que otra personalidad. Crea el capital su propia personalidad. Emerge de esta circunstancia. Trump, por ejemplo, es supremacista, estimula el racismo, es hijo de su época. De tiempos en los que EEUU busca nivelarse a China, que lo desplazó en muchas ramas de la producción y el comercio.

Globalización 

El pensamiento económico vulgar, para hacerse dominante, es dado a acuñar dogmas similares al de la Santísima Trinidad. Tal es el caso del llamado proceso de globalización. Se presentó como una etapa sin retorno. La de los tiempos en los cuales los mercados interconectados fuerzan a la integración y a la morigeración de las contradicciones y la difuminación de las fronteras nacionales. Hasta surgieron teorías sobre el Imperio que superaba la etapa y las tesis acerca del imperialismo.

Fueron décadas en las que se acuñó la idea de la morigeración de las fronteras. En las escuelas de estudios internacionales se convirtió en principio y axioma. Idea fuera de la cual no había, no podía haber disidencia. La negociación bastaba, según estas tesis, para resolver los conflictos.

Sin embargo, resulta paradójico que sean los países desde donde se fraguó teórica y prácticamente la política de la globalización y el neoliberalismo, los que ahora buscan sustituirla por la protección.

Y es que los procesos objetivos se fueron imponiendo hasta hacerse dominantes las mismas tendencias y principios que derivaron en confrontación aguda durante todo el siglo XX, con dos grandes conflagraciones y un largo período que denominaron Guerra Fría, contando con Estados Unidos y la Unión Soviética como protagonistas principales. Así, hemos llegado a tiempos en los cuales la lucha por mercados y materias primas, principalmente, tienden a derivar en guerras parciales. Lo que explica procesos como el libio, país que encuentra al revanchismo chino en relación con ese punto del planeta, pugnando por imponer un secuaz.

Sin embargo, son momentos en los cuales, frente a la cuestión política, son muchos quienes les asignan fuerzas poderosas a cuestiones ideales que supuestamente se superponen a procesos objetivos. Se fetichizan pues. Se oye, por ejemplo, que Donald Trump, va a determinar motu proprio la situación venezolana. Esa es la esperanza. Que las últimas decisiones de la Casa Blanca colocan a Maduro en condiciones tales que debe negociar su ida del país. Ciertamente es un golpe certero que crea problemas a la dictadura. Además, Trump tiene difícil la reelección. Aunque, lo que está en juego, está por encima de esa eventualidad. Así, la especulación se impone, no queda de otra. Difícil predecir. Sin embargo, debemos ubicar que la personalidad de Trump es una determinación subalterna, lo fundamental se halla en el proyecto que lidera a favor de los intereses del imperialismo estadounidense en las actuales circunstancias.

Cuando Trump se presenta como candidato a la presidencia de Estados Unidos, independientemente de que cuenta con características que lo hacen un tanto sui géneris, no es un asunto personal lo que cuenta. Es la expresión de una política para estos tiempos. Representa el revanchismo estadounidense como fase para recuperar los espacios perdidos. En lo sucesivo, el Estado imperialista yanqui, actuará como capitalista total ideal. Esto es, se impondrá a fracciones del capital que ven afectados sus intereses. Lo fundamental de esa política es la restitución de la protección como política. Inglaterra con el Brexit, y EEUU con Trump y su política de guerra comercial contra China, cunas genuinas de la ideología de la globalización y el nuevo liberalismo, crean las condiciones para la restauración del proteccionismo. Entierran la llamada globalización.

Cuba y Venezuela, casos diferentes

La Cuba de la revolución de 1959, se encontraba en medio de la contradicción entre el imperialismo estadounidense y el novel socialimperialismo ruso. Para la época, cuando se inicia y desarrolla el bloqueo estadounidense, la diversificación se encontraba en el aparato económico de EEUU. Los rusos centraron la lucha por la hegemonía en el desarrollo de la energía atómica y su uso para la cuestión bélica, además del impulso aeroespacial. No contaban con una diversificación que les permitiera cubrir las demandas cubanas. Con el derrumbe de la llamada Unión Soviética, se da inicio al llamado período especial. Cuba va a sufrir las más graves consecuencias que permiten, a su vez, esconder los graves errores del revisionismo cubano que hipotecaron su futuro atados a los rusos y sus intereses.

Son procesos diferentes el cubano y el venezolano y su realización se da en condiciones históricas distintas. De una parte, esta dictadura no encuentra en el pueblo el apoyo que les brindaban aquellos a su régimen. Por su parte, China es la nación imperialista más desarrollada en materia manufacturera, por ende, la más diversificada del planeta. Rusia, quien más incidencia tiene en el régimen en materia militar y de inteligencia, es la principal potencia nuclear, bélica y aeroespacial. Aliados importantes como Turquía, brindan lo suyo. Con nada de eso contaban los cubanos.

El bloque económico más importante del planeta es el conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (Brics). China está configurando un mercado interconectado con la plataforma una ruta una franja, a la cual ya se han suscrito unos 70 países. Se trata de un circuito abierto cuyos límites se hallan en la capacidad competitiva de quienes lo asumen.

China es el país de mayor diversificación del orbe. Pues bien, China es el país imperialista que encuentra en Venezuela riquezas fundamentales de la industria moderna. Es el principal acreedor de la deuda venezolana. Ideológicamente, Venezuela se encuentra alineada en el pensamiento revisionista chino.

Es por ello que las sanciones de EEUU contra el gobierno de Maduro afectan significativamente al país. Afianza los efectos perniciosos sobre la economía venezolana, ya devastada, causados por las sanciones anteriores. Pero, en ningún caso, son de la misma magnitud que tuvieron las propias de Estados Unidos contra Cuba en su oportunidad.

Con estas medidas se crea una situación controversial y riesgosa. No solamente se trata de las afectaciones al pueblo, sino también los recursos políticos que le brinda a la dictadura para unificarse y crear rechazo a quienes se ven favorables a estas medidas. Buscará la dictadura esconder la naturaleza de la política que nos llevó a la catástrofe más infame de nuestra historia. Asimismo, se afianzan los lazos de dependencia de Venezuela con el bloque imperialista que busca consolidar su hegemonía.

Debilitan a la dictadura, pero también la pueden fortalecer. Sabiduría y sentido nacional es requisito fundamental para adelantar una política que sea capaz de aprovechar las contradicciones interimperialistas. Mismas que resumen una reserva estratégica que, bien aprovechadas, pueden permitir salir de la dictadura sin que para ello tengamos que hipotecar nuestro futuro con un imperialismo u otro.

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Tomado de Efecto Cocuyo

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http://efectococuyo.com/opinion/el-mercado-y-los-principios-morales/

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