Se ha formado un gran revuelo a propósito de las sanciones impuestas por la secretaria de Estado del gobierno estadounidense con algunas empresas que comercian con Irán. Entre ellas las empresas Pdvsa y Cavin, principalmente la primera. Cualquier manifestación imperialista, sobre todo de la potencia hegemónica que se ha arrogado el papel de gendarme del mundo, causa un inmediato rechazo. Son demasiado grotescas las manifestaciones de rapiña en los últimos tiempos, donde destaca el caso del bombardeo a Libia bajo el argumento de defender civiles, pero buscando asesinar a Moamar Gadafi, cuya cacería ya deja un número indeterminado de muertes ustamente civiles entre los cuales se encuentra uno de sus hijos así como tres pequeños nietos. Claro está, el imperialismo busca asesinar a Gadafi con el firme propósito de hacerse de sus riquezas petrolíferas principalmente. Este es el marco en el cual se toman estas medidas que lucen desproporcionadas.

Sin embargo hay tres aspectos necesarios de ser dilucidados. En primer lugar, que se trata de medidas que en muy poco afectan el comercio de Venezuela con Estados Unidos, toda vez que se trata de una sanción que se circunscribe a la relación comercial con el gobierno estadounidense, no con la economía. En segundo lugar, llama la atención que entre las empresas afectadas, aparece la israelita Ofer Brothers Group, otra de Emiratos Árabes, de Mónaco y Singapur, aliados sólidos del imperialismo estadounidense. Difícilmente Estados Unidos esté dispuesto a afectar en algo a la potencia israelita, que buen servicio les ha prestado desde que se crea el estado de Israel.
Así, cualquiera pudiese afirmar, especulando, que se trata de una decisión concertada. A decir menos, es una medida que, de manera consciente o no, ayuda al presidente Chávez en su campaña presidencial. Esto le permite al presidente, hacer gala de un antiimperialismo declarativo como el que nos ha brindado a los largo de doce años de gobierno. Mientras, Venezuela se ha hecho más dependiente de EEUU como lo reflejan los volúmenes y niveles de importación de mercancías y bienes de capital de esa economía. Más del 50% de lo que importamos proviene de EEUU. Esto es, se han estrechado los lazos con el imperialismo estadounidense.
Sin embargo, este tipo de medidas tienen un efecto real en el terreno de la ratificación que hace el imperialismo yanqui de hacer valer su condición de gendarme del capital mundial. Muestran los dientes para que no se olvide nadie que se trata de la potencia hegemónica del planeta. En ese sentido condenamos las sanciones. Pero, denunciar al imperialismo dondequiera que se manifieste, no puede hacernos perder de vista que la de Venezuela es una forma de dominación que ha permitido capear la marea verdaderamente revolucionaria del pueblo venezolano, a favor de la oligarquía y el imperialismo. Eso lo agradecen los yanquis, toda vez que las cosas no pasaron a mayores y apenas se levanta un discurso que esconde el afianzamiento del papel de Venezuela en la división internacional del trabajo a favor de la oligarquía financiera internacional. Además, este tipo de diatribas, “medidas” o maniobras siempre han contribuido a mantener en alza el precio del crudo en el mercado internacional, cuestión que favorece tanto a las grandes empresas estadounidenses como a la elevación de los ingresos del gobierno venezolano, aumenta su capacidad de compra de bienes finales de Estados Unidos o de China.
Así, el problema hay que verlo de la perspectiva de clase y desde las posturas antiimperialistas de verdad. En cualquier circunstancia de verdad agresiva de parte de EEUU o de cualquier imperialismo contra Venezuela, encontrarán a Bandera Roja en la primera fila de combate, en las trincheras de vanguardia. Mientras, debemos ser muy cuidadosos en no contribuir con las patrañas de laboratorio de  unos y otros, que al final favorece, y ha favorecido, a ambos.
 
Comisión Internacional de Bandera Roja
Caracas, Venezuela
30 de mayo de 2011

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