Cada circunstancia histórica crea sus propias personalidades, y no al revés. La personalidad no es creadora de condiciones objetivas y subjetivas para el desarrollo. Son las realidades objetivas —esas que son independientes de la voluntad— las que en última instancia crean las circunstancias políticas en las cuales se van desarrollando los factores y personalidades como expresión de los intereses de las distintas clases sociales.
El papel de las personalidades —por ser determinaciones en sí mismas—, al alcanzar preeminencia en la lucha política, pueden enrumbar las cosas en una dirección u otra. O, bien, pueden frenar su desarrollo.
La gran mayoría de representantes de la oposición, en el transcurso de más de dos décadas, se han caracterizado por contar con una bandera genérica que para nada supone una identificación con el pueblo y el interés nacional. Salir del chavismo: ése ha sido su emblema. Por demás justo, claro está. Principal, pero no suficiente. Debería de ir acompañado de una propuesta de cambio que atienda los problemas de la gente. Que la entusiasme más allá de la idea del derrocamiento de la dictadura.
Hoy es ostensible la falta de identificación de la gente con las principales personalidades de la oposición, ya que sus discursos y propuestas no concitan la atención hacia sus grandes problemas. El sentir popular y nacional, mayoritariamente, está reñido con su accionar. De allí la propagación de ideas de futuro basadas en la misma política antinacional y antipopular del chavismo. Cuestión que contribuye en buena medida a que la gente de a pie identifique a la oposición y sus figuras más representativas como colaboradores de la dictadura, como lo expresa una reciente encuesta realizada por Meganálisis.
No hay liderazgo en la oposición con apoyo popular como el que en su oportunidad contó el difunto de Sabaneta. Engañó a la gente con eso del socialismo, pero le permitió eficacia política.
Entretanto, la publicidad, el marketing, los asesores de imagen, entre otros instrumentos, cubren la inexistencia de un liderazgo opositor basado en el compromiso con el pueblo y la nación.
Bien que haya primarias entre las figuras que representan a la oposición. Aunque se tratará de un evento que medirá la capacidad de movilización y organización de un candidato u otro, con base en las finanzas recibidas. Para nada estará presente la participación espontánea de la gente.
Eso significa, por lo pronto, que no hay papel para el individuo, para la personalidad, que no sea con base en una estrategia de fabricación de imagen.
Pero la lucha política —afianzada por la lucha de clases, en defensa de los derechos del pueblo y de la nación— puede permitir que aparezcan liderazgos de manera natural y no de maquillaje.
El liderazgo
Sin embargo, hay quienes buscan ser personalidad histórica a toda costa. Aun cuando todo indique que el tiempo se les pasó. Además de quienes se ven como herederos de la representación opositora por contar con los recursos financieros y el aval de una u otra potencia extranjera y de sectores de la oligarquía nativa.
Otros creen en el esfuerzo como elemento principal para alcanzar ese objetivo, dentro de una perspectiva ideológica u otra. Quienes parten de la consideración de que una fuerza de voluntad casi ciega puede hacer la diferencia, van sustituyendo la acción colectiva por su personalidad. Esto es inherente a su consideración del papel de la gente, de un partido, o de una organización natural, como el que se da en el movimiento sindical. Se asumen como “individuos históricos universales”.
El caudillismo es un asunto inherente a la sociedad de clases en general. En Venezuela, cuenta con una larga tradición que se hereda de las relaciones de producción imperantes en los tiempos de la guerra nacional de independencia hasta la llegada de la era petrolera. Luego de lo cual no será una tendencia dominante, hasta la llegada de Chávez, quien lo revive y con bastante brío.
El caudillismo es la negación de la democracia. En la sociedad capitalista, son muchos los ejemplos de este fenómeno. Es que en las relaciones basadas en la explotación siempre va a haber despotismo en el proceso de trabajo y de allí emerge como forma de conciencia. Se nutre con la idiosincrasia heredada de las relaciones enfeudadas, para referirnos al caso venezolano.
En general, es una tendencia subjetiva propia de la sociedad de clases. Encuentra su base objetiva en la producción basada en la propiedad privada de los medios. El despotismo es básico para la explotación. Bien puede reducirse a la voluntad del esclavista, del amo, del señor feudal o del patrono capitalista. En las sociedades despóticas es donde tiene mejores condiciones para su reproducción. Pero no desaparece en la sociedad moderna.
En las circunstancias actuales venezolanas, parece que no es posible la emergencia de un caudillo. Ni del lado de la dictadura ni de la oposición. El caudillo debe contar con algunas condiciones. Chávez lo hizo muy bien como tal. Su carisma y megalomanía le permitieron que la genuflexión de sus acólitos le permitiera alcanzar la centralización en la toma de decisiones. Pero hay caudillos menores, regionales o de alguno que otro partido, que buscan revivir. Mucho más con eso de las primarias.
Unas primarias evidencian que no se ha logrado imponer personalidad alguna del lado de la oposición. Del lado del gobierno la cosa luce un tanto similar.
A fin de cuentas, una personalidad es tal en tanto que, en sí misma, se convierta en fuerza material. Si concentra la autoridad con base en la identificación que alcance de un colectivo sobre sus ideas que deben ser las que son propias de los intereses que busca representar.
Esa fuerza de voluntad, asumida por quienes ven la política con un sentido histórico, debe estar imbricada con la capacidad de liderazgo, conducción y persuasión del colectivo. Y, además, considerar el principio según el cual “el ideal que va naciendo en una época dada es un elemento importante que orienta y dirige la acción de los individuos que buscan cambiar una situación dada (…) es importante también que ese fin se realiza solo si encuentra los medios racionales y las condiciones propicias para ello”.
Por lo que no es un asunto del mero deseo o aspiración desmedida con base en la voluntad, sino de si las condiciones lo determinan. Mayores probabilidades habrá si quien busca asumir la condición de personalidad histórica asume los intereses de los menos favorecidos y los de Venezuela.
Tomado de El Pitazo