En sesión del miércoles, 18 de enero, el Consejo Universitario de la UCV convocó a elecciones de autoridades, decanos y representantes profesorales a los cogobiernos para el 26 de mayo de 2023. Este proceso se regirá por el reglamento transitorio aprobado en julio de 2022.

Más allá de la cuestión jurídica, bien vale recordar que las actuales autoridades han permanecido en el cargo debido a las imposiciones del Tribunal Supremo de Justicia de la dictadura. Éste, sin resolver el problema jurídico, niega las propuestas formuladas por las universidades para realizar los comicios como lo establece la Ley de Universidades vigente. Sigue existiendo un conflicto, ya que una cosa reza la Ley Orgánica de Educación y otra la Ley de Universidades, en relación con la configuración de la comunidad universitaria.

La Ley de Universidades establece lo que históricamente es la comunidad universitaria desde su existencia en el siglo XII: formada por los gremios de profesores y estudiantes que le dan vida.

Rescatar la universidad

La crisis universitaria, como clara expresión de la tragedia nacional, demanda de autoridades y representantes al cogobierno universitario que defiendan la perspectiva autonomista, democrática, científica y popular. Preservar algo de estos principios ha costado muchas vidas de universitarios. Muchas peleas a lo largo de décadas han puesto en alto su capacidad de resistencia.

Frente a la dictadura, quienes buscan regir la universidad deben mostrar una férrea posición en su contra y darle cara a una ofensiva que ha diezmado su comunidad. De cerca de 50 mil estudiantes, la plantilla no alcanza los 12 mil. La planta profesoral ha disminuido en más de 50 %.

Es que el chavismo ha alcanzado la meta neoliberal de un “Estado mínimo”, y su reflejo es claro en la universidad. Son miles los empleados y obreros que la han abandonado, buscando nuevos rumbos, al igual que los millones de venezolanos que hoy brindan lo mejor de sí en otras latitudes y contribuyen con su desarrollo.

Las elecciones universitarias deben ser aprovechadas para rescatar el espíritu autonómico sustentado en la búsqueda de la verdad. El rescate de la ciencia en todas las expresiones de la materia, así como la profundización y estímulo de las manifestaciones artísticas y culturales más elevadas de la humanidad. El carácter popular de la universidad.

La autonomía

 La autonomía universitaria debe ser rescatada. No solamente se trata de que la intervención dictatorial ha avanzado en el terreno administrativo y en su espacio físico. También se ha producido, en las últimas décadas, una simbiosis entre la metafísica chavista y el posmodernismo opositor. Así se configura la ideología más reaccionaria de estos tiempos, puntal filosófico del neoliberalismo y la ideología de la globalización, lo que ha llevado en la universidad al imperio de un pensamiento hegemónico que niega la verdad en el campo de las ciencias sociales y humanísticas. Sumado a toda la carga individualista, escéptica y regresiva.

La autonomía, entendida como el espacio para el encuentro de las distintas corrientes del pensamiento en la búsqueda de la verdad, debe ser reivindicada y nutrida con el pensamiento crítico, vital en estos tiempos de dictadura.

La universidad, como toda institución burguesa, se inscribe dentro de la ley según la cual las ideas dominantes son las ideas de las clases dominantes. Además, de allí salen los profesionales para servir al capital. Tanto aquellos que van a realizar labores complejas de la producción de mercancías, como los que van a realizar las tareas propias de la superestructura jurídico-política y cultural.

Sin embargo, es la presencia del pensamiento crítico, llamado a subvertir estos principios de las relaciones entre la estructura y la superestructura, lo que permite el desarrollo de las ciencias para colocarlas al servicio de la sociedad toda y de la perspectiva del progreso social. Todo lo cual supone la confrontación en el terreno de las ideas contra el pensamiento idealista y escéptico.

A momentos avanza la dialéctica y el materialismo, escudado en la crítica. En los más, se impone la metafísica, el idealismo y, en general, el pensamiento vulgar en todos los terrenos, de lo cual no escapan las artes. Pero se brinda la oportunidad de la confrontación de ideas democráticas. De allí que la autonomía se convierte en una institución que debe ser defendida y reivindicada, con todo y las limitaciones propias de la institucionalidad burguesa.

La verdad científica debe ser recuperada como principio universitario. En el campo de las ciencias naturales las cosas avanzan poco, dadas las limitaciones propias del orden y la destrucción del aparato productivo, que ha frenado drásticamente el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero en el campo de las ciencias sociales ha imperado en décadas el escepticismo y el idealismo, proveniente de lado y lado.

Se vivió un período de rechazo apriorístico contra el comunismo que veía una academia reaccionaria, que se dejó confundir por la fraseología del déspota y sus acólitos, aunque era incontrovertible la política liberal la que aplicaban. Es que aprovechan para enfrentar al chavismo y, por mampuesto, sembrar la idea reaccionaria. Eso prendió en algunas partes de la academia y la comunidad.

La gratuidad

También la gratuidad debe ser defendida. La crisis presupuestaria es asumida por los más, incluyendo candidatos para optar a ser autoridad, con base en ese sentido común que los aparta del principio de la gratuidad. Creyendo, de buena fe, que con eso de los “ingresos propios”, van a resolver algún problema. La defensa intransigente de la gratuidad de la enseñanza implica hacer valer la responsabilidad del Estado venezolano de cumplir con su financiamiento.

La gratuidad debe ser irrenunciable. En ningún caso se debe apelar a cuestiones que terminan siendo absolutamente subalternas y que se convierten en armas de los sectores privatizadores, hasta convertirlos en fuerza material contra la gratuidad. Lo de la gratuidad es un principio de los más antiguos en Venezuela y debe ser preservado. La comunidad universitaria, como históricamente lo ha hecho, debe levantar las banderas de lucha por un presupuesto justo. Y es que alguna responsabilidad social debe tener el Estado.

Quienes caen en esta tentación privatizadora, no ubican que el presupuesto de gastos cuenta con discrecionalidades que obedecen a intereses concretos. En este caso, de la dictadura, que para nada le conviene afianzar la naturaleza de la universidad científica, pública, gratuita y popular.

Siempre ha sido una lucha, dada la puja en el reparto del presupuesto. A eso no debemos renunciar. Las partidas de gastos obedecen a la jerarquización que hace el Ejecutivo. De allí que la confrontación está planteada. En vez de presupuesto para gastos militares, pago de deudas ilegales, lo que se va en corrupción, se deben destinar los recursos suficientes para cubrir el justo presupuesto para las universidades. Ese debe ser el planteamiento, en vez de estar mirando para los lados de la privatización.

Quienes asoman ideas privatizadoras no ubican que resulta contradictorio que ellos se hayan formado en una universidad gratuita, para que ahora, según ellos, dadas las circunstancias, se deba abrir la perspectiva privatizadora, a pesar de que indiquen que se trata de una cuestión subalterna.

Los universitarios debemos levantar un proyecto nacional liberador de las fuerzas productivas, frenadas de manera drástica desde 1989, pero sobre todo durante este largo calvario chavista. De eso estaba dotada la Universidad venezolana en tiempos de la renovación de 1968. Ésa fue una de sus principales banderas y elaboraciones de este proceso, el más importante de América Latina, que llevó a elevar un sentido autonómico avanzado. Quienes buscan ser autoridad en la UCV, deben mostrar esa perspectiva. Es que la UCV debe rescatar ese emblema de ser la más elevada conciencia nacional.

Estas palabras resumen la plataforma a partir de la cual debemos participar en esta contienda, buscando empujar hacia la más amplia unidad de los sectores autonomista enfrentados a la sombra y la oscurana.

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