El curso seguido por la guerra en Ucrania ha levantado opiniones catastróficas. No puede esperarse menos, cuando su análisis no toma en cuenta la naturaleza orgánica de estos fenómenos. Su desarrollo, inexorablemente y a la postre, conducirá a una nueva conflagración de grandes proporciones. Pero hay etapas que no se han realizado. Falta tiempo. A menos que aparezcan procesos que cambien radicalmente las relaciones imperantes.

El de Ucrania es un evento que puede marcar un salto cualitativo en el desarrollo de las condiciones en las que se realiza el imperialismo. Pero faltan procesos que apuntalen lo que luce como un ineludible destino.

Esta circunstancia en Ucrania fuerza a muchas regiones del orbe a poner las barbas en remojo. Principalmente, los países que son disputados. En tal sentido, Venezuela cumple con condiciones que la colocan como área en disputa, aun cuando, por lo pronto, se afianzan los lazos con el bloque que lidera China, con base en la afluencia de su capital financiero, en forma de inversiones directas, indirectas y en capital mercancía. Pero buena parte de la planta productiva no se ha reconvertido en favor de los asiáticos. Sigue basada en el capital fijo occidental, principalmente estadounidense.

Las leyes del capital y los desarrollos políticos

Este asunto del imperialismo es expresión de leyes del desarrollo del capital. Algunas de ellas anunciadas por Smith y Ricardo. Marx completa la labor. Las tesis de Lenin le brindan un mayor desarrollo en la fase superior del capitalismo.

El mercado es la frontera de las escalas de la producción. Apenas sufren eventuales fracturas en las crisis cíclicas, propias del desarrollo capitalista. En condiciones del imperialismo, esta tendencia se hace aún más apremiante.

Es una cuestión de naturaleza orgánica. La competencia capitalista —la que se produce entre empresas de la producción de un bien, de una rama, de un país, de un bloque de países— se convierte en una palanca objetiva para la elevación de la composición de capitales.

Esto es, para el desarrollo de la tecnología que les haga más competitivos. Es la única manera de sobrevivir y, a su vez, hacerse de más mercados. De lo contrario, se perece y se es absorbido por quien alcance la mayor competitividad, en cada caso.

Sin embargo, esta elevación de la composición de capitales motiva la realización de una tendencia a la caída de la cuota media de la ganancia (G’).

La competencia lleva a una nueva relación entre la plusvalía obtenida de la explotación obrera y lo que invierte el capitalista. Es que ha aumentado el denominador de la relación, partiendo del supuesto de que se mantenga fijo el numerador.

Es algo objetivo, ya que la elevación de la composición de los capitales supone un incremento de la inversión, que redunda en que las nuevas mercancías tendrán menos valor y menos precio, aunque más calidad.

Entonces, para frenar la caída, los capitales deben producir más bienes, de tal manera que el volumen de la producción y su venta complementen la caída de G’. A su vez, para atemperar esa caída, deben reducir costos por la vía de la obtención de materias primas más baratas.

Luego, más mercados y materias primas, así como obreros baratos, permiten frenar la caída de G’. Es lo que determina la agudización de las contradicciones entre los grandes.

Por su parte, los instrumentos bélicos son excepcionalmente adecuados para preservar el comportamiento de la cuota media de la ganancia. La tendencia a su caída no es tan prominente en relación con la producción de otro tipo de bienes. Circunstancia que obedece a la relación oferta-demanda, muchas veces programada.

Además, por ser adquiridos por los Estados, la socialización de la adquisición de los bienes bélicos es similar a la que se produce con el pago de deuda pública. Esto es, recae sobre toda la sociedad, por lo que, en última instancia se extrae de la explotación obrera.

Es lo que explica que, a propósito de la guerra de Ucrania, la producción de armas se haya disparado en los países productores. Estados Unidos luce la potencia más gananciosa, por lo que ha elevado sus inversiones y producción de este tipo de mercancías. Los rusos no se quedan atrás, estimulan el crecimiento de su rama industrial más desarrollada.

La OTAN, mucho antes de la guerra en cuestión, ya había orientado a incrementar los gastos de defensa de los países miembros en 2 % del PIB. Fue un: “… objetivo fijado por la OTAN para los países miembros bastante antes de que estallara esta guerra en Europa.

Si el objetivo se cumpliera, el Ejecutivo destinaría otros 11.000 millones de euros al ámbito militar (calculado con el PIB actual)”, refiriéndose a España. Con el desarrollo de la guerra seguro que este aumento será mucho mayor. Sobre todo, para los grandes proveedores de Ucrania y del resto de Europa. Estados Unidos, Alemania y Francia, principalmente, le venden armas a Ucrania que comprometen su futuro por un período que estará sujeto al pago de los compromisos contraídos. Pero sobre el resto de Europa se hace lo propio.

Recordemos que no se trata solamente de la realización de los bienes bélicos en la destrucción. También opera ese otro valor de uso del material de guerra: su capacidad disuasiva.

En la modernidad aparecieron tesis erróneas, que las persistentes leyes del desarrollo colocaron en su lugar. Demostraron que se trata de argumentos remozados que distraen el pensamiento político de algunos académicos y de quienes propagan ideas en favor del capital.

Así, Tony Negri, por ejemplo, junto a William Hart negaron la vigencia de las categorías y leyes que rigen el comportamiento del imperialismo y adelantan la categoría que propagó Chávez, sobre “El imperio”. Sin embargo, la guerra desatada por los rusos contra Ucrania, supone que el imperialismo, para hacer valer su condición, se hace presente en toda su naturaleza.

La tendencia belicista está presente. La propensión a la guerra es dominante. Pero las contradicciones no han alcanzado suficiente maduración. Hay asomos importantes. El triunfo electoral de una fascista en Italia, el incremento de esa fuerza política en Francia, entre otras expresiones, apuntalan esta tendencia… las barbas a remojar.

Tomado de El Pitazo

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