Resulta natural que en los prolegómenos del congreso de un partido comunista, y en torno a él, también, durante y después, surjan debates acerca de cuestiones fundamentales de su teoría y práctica. Es el caso del concepto de democracia popular. Asimismo, son los congresos espacios donde se pone en debate la práctica realizada durante un período, más en el caso que nos ocupa, durante el cual la táctica ha sido muy controversial, sobre todo en lo referente a las alianzas y las formas de lucha.

En el primer caso, el debate en el partido sobre esta categoría aparece desde su fundación. Más adelante, con la división de la fracción que encabezaran Carlos Betancourt y Pablo Hernández Parra, este debate se va a afianzar. Incluso en 1990 en el primer congreso y luego en la separación en 1991 del grupo de Daniel Hernández y Elías Jaua estuvo presente este debate. Sin embargo, en los últimos tiempos, no hemos profundizado suficientemente sobre esta importante figura. Valga este evento para profundizarla y recrearla.

Aparece claramente plasmada en la literatura marxista y en experiencias históricas en varios países, luego de la segunda gran guerra y antes del triunfo del revisionismo en el campo socialista. Con todo, bien vale su análisis, más en el caso de Venezuela.

La categoría toma cuerpo luego del triunfo soviético y de los aliados contra el nazi-fascismo. Se instauran en varios países del Este de Europa. Es el caso de Polonia, República Democrática Alemana, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia y Albania. En ningún caso se aleja de la realización de la dictadura del proletariado. Se asume, por la Cominform, como su expresión en determinadas condiciones. Se desprende, a su vez, de lo planteado por Stalin (Fundamentos del leninismo) sobre la revolución democrático-burguesa. Veamos:

“… en un país más o menos desarrollado la revolución democrático-burguesa tiene que aproximarse, en estas condiciones, a la revolución proletaria, que la primera tiene que transformarse en la segunda (…). Lenin, ya en 1905, en vísperas de la primera revolución rusa, presentaba la revolución democrático-burguesa y la revolución socialista, en su folleto Dos tácticas, como «… dos eslabones de la misma cadena, como un lienzo único y completo de la magnitud de la revolución rusa».”

Proceso que se realizará de manera concreta. Esto es, estará sujeto al desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado por un país y la estructura económica que se configure. Y al desarrollo alcanzado por la clase obrera.

Con la creación de los frentes populares a partir de 1935, esta perspectiva se hace clara. Se trata de integrar otras clases y sectores diversos políticamente hablando al proceso revolucionario, bajo la dirección de la clase obrera, implica una ampliación del programa y, en perspectivas, del nuevo poder. Es la política que acuerda la III Internacional ante los avances del fascismo. En España y Francia se expresó la eficacia de esta política. Sendos triunfos que en el caso de España, 1936, derivó en la guerra civil que marcó el preámbulo de la segunda gran guerra. En España, en medio de la guerra, se fueron echando las bases para nuevas relaciones sociales de producción. Se avanzaba hacia una democracia popular, aún sin establecer claramente una definición de esa perspectiva.

El avance del fascismo y las claras intenciones anexionistas de Alemania, Japón e Italia, fuerzan al desarrollo de una política de unidad con sectores muy distintos. Esta circunstancia representaba el anuncio de una guerra que comprometería a buena parte de las naciones del mundo entero y al socialismo soviético, muy joven aún. Ello supuso la formulación de un programa político que permitiera la más amplia unidad.

Lenin, en sus Tesis de abril, marca el criterio en relación con la base programática, más allá de lo contemplado en el Manifiesto del Partido Comunista. Dichas tesis, plasmadas en Las tareas del proletariado en la revolución actual, buscan una salida a la naturaleza de la revolución. La idea madura de lo planteado en 1905 se traduce en un programa que contempla, entre los ejes centrales de la revolución, la reforma agraria. Nacionalización de las tierras y brindar el poder de la realización de la cuestión agraria a los soviets de diputados obreros y campesinos pobres.

De esta manera, la revolución soviética, sobre todo en su primera etapa, supuso una alianza de clases. Del proletariado y el campesinado pobre, principalmente. Pero, con la aparición del fascismo y de las fuerzas más reaccionarias del capital, la tendencia a la ampliación de las alianzas se va a traducir en la incorporación de nuevas clases y sectores sociales de la pequeña burguesía y la burguesía con sentido nacional, donde la hubiese.

Así se va nutriendo la categoría hasta tomar cuerpo en Europa y, más adelante, en 1949, en China. Pero es herencia de la Cominform y no de la revolución china liderada por Mao. Se nutre en los debates acerca de los procesos en los cuales se contempla la urgencia del desarrollo de las fuerzas productivas, de la clase obrera. De la vanguardia comunista. Y, principalmente, de la estructura económica en cada caso.

La democracia popular en Venezuela la asumimos como resultado de conocer profundamente la estructura económica. Por el freno al desarrollo de las fuerzas productivas debido a los nexos del país con el imperialismo, afianzados por la burguesía antinacional y la naturaleza de los regímenes políticos hasta ahora imperantes. Recordemos que la revolución, independientemente de la manera como se dé, más o menos violenta, no escapa del principio según el cual: “Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo”.

La democracia popular es una superestructura. Es el nuevo poder que permitirá edificar las nuevas relaciones sociales de producción. Es la nueva democracia basada en las asambleas. Como expresión de ese nuevo poder, tiene su antecedente en el movimiento de los comuneros en Francia en 1876. Es lo que puede garantizar que se echen las bases del socialismo, mientras que, a su vez, se culminan las tareas propias de la revolución democrático-burguesa, toda vez que dentro de la estructura de clases no se cuenta con una burguesía con sentido ni nacional ni de desarrollo autónomo y soberano. De allí que cuestiones como la realización de la revolución industrial soberana y de carácter nacional no se ha alcanzado, muy a pesar de contar Venezuela con las condiciones materiales y humanas para realizarla.

Desde el punto de vista de la dialéctica, es una etapa de transición dentro de la progresión que supone el socialismo hacia el comunismo. Expresa, por tanto, un salto cualitativo y, a su vez, negando lo negado.

Las condiciones de Venezuela, habida cuenta de sus potencialidades económicas, con una correcta dirección política, pueden permitir que la democracia popular sea un período relativa e históricamente corto. Todo dependerá de las múltiples determinaciones nacionales e internacionales, y en medio de ellas de una dirección capaz de sacar provecho de las potencialidades materiales y humanas. Convertir las contradicciones interimperialistas en reserva estratégica va a depender de varias circunstancias y de una dirección sagaz e inteligente, pues así se anularía la posibilidad de que sean una reserva a favor de los enemigos del proceso de transformación revolucionaria.

Lo que resulta un principio es convertir el proceso en torno a una revolución burguesa en una revolución socialista. Priva, en cualquier caso, o debe privar, al menos por parte de la vanguardia, el principio de la naturaleza ininterrumpida del proceso.

La fase actual de la revolución venezolana cuenta, como determinación principal, con el freno al desarrollo de las fuerzas productivas que representa el chavismo en su etapa abiertamente dictatorial. Desde un principio fue así. Pero, durante la etapa de Maduro, las cosas adquirieron una mayor intensidad hasta conducirnos a la catástrofe que sufre Venezuela.

Los rasgos fascistas se afianzan. Se expresan en la brutal represión, siendo la tortura a la que son sometidos muchos de quienes la enfrentan, una de sus más claras manifestaciones. Son muchos los asesinatos de luchadores sociales, dirigentes políticos y militares de distinto rango. El control social se consolida, apoyándose en el hambre del pueblo y la urgencia de preservar servicios como el agua, gas, electricidad, gasolina y telefonía.

Esto motiva a trabajar por la más amplia unidad social y política para su derrocamiento. De allí la complejidad a atender a la hora de que una situación revolucionaria nos coloque en torno de la disputa del poder político, momento en que la burguesía, tradicional y estructuralmente dependiente, buscará atar el proceso a intereses propios y foráneos.

La eventualidad cierta de la ruptura de los sectores aliados para el derrocamiento de la dictadura, a la hora de que se alcance la meta, nos llevará a una nueva fase del proceso que, en ningún caso, debe conducir a cambios de nuestra política de unidad y alianzas vigente hoy día. Esto es, el hecho de que estemos concientes de que las perspectivas indican una fractura de la unidad alcanzada para derrocar a Maduro, no debe llevar a desconocer la justeza de la política que actualmente realizamos, con todo y que debemos preparamos para esa futura oportunidad, sobre todo con el fortalecimiento del partido y su arraigo en el movimiento obrero.

La política de unidad en el período chavista

De esto se desprende la naturaleza de las alianzas. Más en una circunstancia como la venezolana, donde pareciera que la descomposición del régimen puede dar paso a un proceso abrupto que devenga en una situación revolucionaria del orden de explotación capitalista dependiente y no solamente de la dictadura y del régimen chavista.

En buena medida las cosas dependerán de la fortaleza ideológica, política y organizativa del partido y las fuerzas revolucionarias y su capacidad de conducción de las masas en general y de la clase obrera en particular.

Referido a esta fase de la revolución, hasta ahora ha sido una constante el comportamiento errático de las alianzas configuradas. Desde la Coordinadora Democrática, que tuvo sus bondades, no se ha fraguado un acuerdo político eficaz. Además de que en ningún momento ha habido una propuesta programática que permita que las amplias masas se identifiquen con quienes lideran la idea del derrocamiento o derrota del chavismo.

En esas cuestiones pesa la naturaleza de clase de los aliados y su dependencia de las orientaciones del imperialismo estadounidense. También los europeos inciden. A momentos no comparten la misma orientación y aparece cierta perplejidad en los factores políticos. El bloque que lidera Alemania, a momentos, por las diferencias en la atención de la política venezolana, ha conducido a diferencias claras, que profundizan los comportamientos erráticos de la oposición.

Se suma un anticomunismo visceral que para nada contribuye con la unidad y menos aún a ganar voluntades de los sectores que se desprenden del chavismo. Aprovechan los anticomunistas, orientados por el imperialismo, para atacar al régimen, a sabiendas de que es una farsa, y golpear por mampuesto al comunismo verdadero. Hacen ver que el fracaso del chavismo en la atención de los problemas del país, es producto de su orientación comunista. Ideólogos e “intelectuales” hacen apología del capitalismo, mientras hacen ver que el comunismo es una aberración que condujo a la catástrofe chavista.

Nunca hemos descuidado estas consideraciones. No hemos sido ingenuos al respecto. Más cuando se trata de sectores que no guardan autonomía para sus definiciones políticas. Si ha habido distancia entre la política de masas y la de unidad política contra el régimen, que muchas veces brinda pocas perspectivas, obedece a la dirección ejecutiva. A la carencia de iniciativas que permitan una mayor perspectiva de la política de vanguardia del partido.

La burguesía nativa, hegemonizada por la oligarquía financiera, no guarda sentido nacional alguno. Es reaccionaria. No está interesada en proteger su propio mercado. Negocia desde una perspectiva antinacional para favorecer sus intereses particulares a costa del interés nacional. No tiene como perspectiva liberar el desarrollo de las fuerzas productivas hacia la diversificación del aparato económico. Se conforma con ser subalterna del capital financiero ínternacional mientras obtenga pingües ganancias a costa del interés nacional.

De allí que, tratándose de una política de unidad dentro de una táctica general, la propensión es que se conduzca a un eventual desenlace. Pero puede convertirse tal desenlace en una situación de crisis del sistema en sentido general. De allí la importancia de ubicar nuestra política jerarquizando el futuro sin descuidar el presente. Una política que, a pesar de que genere controversias en relación con lo que se define en cada circunstancia, apuntale los preparativos de mayor trascendencia que pueden darse en un futuro más o menos inmediato.

Tal es el caso de la elección en primaria del candidato unitario. La importancia está en las elecciones de 2024. Las primarias se convierten en un prolegómeno de las presidenciales. Ambos eventos son el resultado del proceso de negociación que adelanta el chavismo con determinadas fuerzas opositoras. O de negociaciones entre los bloques imperialistas en disputa. Es la búsqueda de una salida concertada de la crisis, cuyos verdaderos decisores son las potencias imperialistas que pujan por el jugoso botín que representa Venezuela.

Esta pelea, llena de las consabidas marchas y contramarchas, parece inclinarse a favor de la dictadura. Estados Unidos busca en esta etapa negociar petróleo para suplir parte del flujo de oferta del mercado interno que destinan a Europa. Por lo que negocian producción a cambio de flexibilidades que le dan aire al presionado régimen, así como más capacidad de maniobra. De allí que la oposición, genuflexa frente a los estadounidenses, se inclina a desarrollar una política que no suponga mayores confrontaciones.

Por lo que las elecciones de 2024 no cuentan con la presión de masas requerida, aunque siguen teniendo una gran significación, ya que pueden conducir a un desenlace. Además, la lucha social no obedece a orientación alguna desde los partidos burgueses de la oposición. Se desarrolla motivada por la agudización de la lucha de clases, cuyo aguijón principal es el salario de hambre.

Pero son muchas las determinaciones nacionales e internacionales que configuran este evento electoral. Está lleno de variadas contradicciones. Pero puede conducir a un desenlace. De allí que el chavismo tenga dos discursos o dos perspectivas. De hacerse las elecciones de 2024, trabajará por boicotear la unidad opositora desde ya. Trata de sabotear la primaria opositora, metiendo candidatos tarifados y orientados. Asimismo, presiona a determinados factores para que no contribuyan con ese proceso. De igual manera, de cara a 2024 propiamente dicho, siembra incertidumbre y lanza amenazas. Siembra el terror. Busca inhibir la participación.

En cualquier caso, las elecciones de 2024 anuncian La posibilidad del inicio de un proceso marcado por la aparición de formas de lucha superiores. Un desenlace que no será de naturaleza electoral, pero se origina en ella.

De lo cual se desprende la perspectiva estratégica de tal circunstancia. De aproximarnos a un momento en el cual podamos engarzar ambos eslabones en un tránsito superior. Esto es, convertir la crisis que se abre frente a un eventual derrocamiento del chavismo en un proceso donde el poder burgués en su sentido genérico lo pongamos en tensión.

Ayuda en esto la confrontación de los bloques imperialistas por hacerse del país, dada su potencialidad económica y su ubicación geográfica. Venezuela cuenta con depósitos de rodio, tierras raras, coltan, minas de oro de las más grandes del mundo. Fuerza hidráulica con capacidad de generación que le permitió exportar a Brasil y Colombia. Las reservas de petróleo más grandes del planeta. Son, principalmente, estas riquezas las que convierten al país en una pieza apetecible en la disputa imperialista. Son recursos cuya baratura permite que quien las posea pueda frenar la caída de su cuota media de la ganancia, sin bajar su competitividad.

De allí que las perspectivas brindan una posibilidad revolucionaria que no podemos perder de vista. Hace falta, antes que nada, el fortalecimiento de la vanguardia. Lo que pasa por su vinculación con el movimiento obrero. Esa relación dialéctica, la establecida en la relación de la vanguardia con el movimiento obrero, es lo que permitirá que sea el proletariado, en su sentido histórico e independiente de su cuantía numérica, la vanguardia del proceso.

De allí que las luchas en desarrollo deben contar con el mayor esfuerzo partidista. Tanto para incidir en su orientación, como para que sirvan de base para incrementar nuestra vinculación con las masas y abrir un crecimiento acelerado de nuestras filas. Además, es propicio el escenario para incorporar obreros a la filas del partido. Esto debe ser jerarquizado de manera clara.

Dentro de las orientaciones de cara a la perspectiva estratégica, es importante contribuir cada vez más con la política unitaria de los trabajadores. Lo que requiere dar el paso hacia la elaboración de un programa de reconstrucción que oriente a todo el movimiento opositor, a sabiendas de que la burguesía está castrada para la tarea.

La alianza estratégica. Las fuerzas motrices de la revolución

Siendo la burguesía venezolana, una clase sin sentido nacional, la principal alianza de la clase obrera y los trabajadores no es otra que el campesinado venezolano y los sectores de la clase media o pequeña burguesía.

Diseminados en campos y montañas, los campesinos juegan un papel de significación en la economía. Su dimensión estratégica no se reduce al triunfo sino a la edificación de las nuevas relaciones sociales. Su carácter no supone que se afiance como clase, todo dependerá de la capacidad económica de las relaciones socialistas y la relación con la producción campesina.

Aunque guardan una proporción de la población relativamente pequeña que, en estricto rigor, no supera el 10% de la población económicamente activa, tiene una importancia estratégica. No solamente se trata de la producción de alimentos vitales para la vida, sino que representa un sector social que puede abrazar comprometidamente las ideas revolucionarias. Sus intereses, expresados claramente en el programa político de la revolución democrático popular, así lo permiten. Los campesinos sí pueden abrazar, con sentido nacional y popular, las ideas del cambio social. De allí la urgencia de incentar la organización revolucionaria en su seno.

En las condiciones actuales del agro, una política de concentración de capitales acelerada garantiza un aspecto estratégico de la revolución: la soberanía agroalimentaria. Una base fundamental del proceso revolucionario es la garantía de alimentos a la población. Eso lo puede brindar el campesinado. Junto a la expropiación de la gran empresa agroindustrial y su sometimiento a una política de elevación de la producción de rubros fundamentales para satisfacer la demanda de alimentos, podremos alcanzar rápidamente la soberanía en esta materia.

El sector terrateniente, muy disminuido ciertamente, debe ser erradicado y poner sus tierras a producir, lo que permitirá otro tanto para garantizar la alimentación de los venezolanos. Parte de las tierras expropiadas a este sector pasarán a manos de los campesinos sin tierra.

Los sectores medios forman parte de la alianza estratégica de la clase obrera para edificar un nuevo poder. Aparte de los pequeños propietarios de tierras en el campo, productores de rubros diversos, que han sobrevivido a la ofensiva antinacional de los gobiernos de la oligarquía en favor de la importación, hay un sin número de pequeños propietarios de empresas manufactureras en la ciudad, que también han resistido estos embates. Ubiquemos, además, que el proceso de concentración de capitales encuentra en la producción de algunos bienes, condiciones para realizarse sin mayores limitaciones que las que brinda el mercado y, en algunos casos, la producción monopolística. Es el caso de las panaderías, entre otras. Este sector forma parte de las clases susceptibles de formar parten del bloque para afianzar la revolución. Encontrarán en la revolución un incentivo ya que se canalizará el ahorro social a la producción. Esto es, se incentivará la concentración de capitales para estimular la producción del sector pequeño y buena parte mediano de la economía.

Más que proletarización, muchos sectores medios, productores, profesionales, entre otros, han sufrido un proceso de pauperización que los empuja al descontento. Buena parte se ha ido del país. Pero quienes se quedan viven ese proceso de empobrecimiento que los lleva, en el mejor de los casos, a estrategias de supervivencia para mantener en algo las condiciones de reproducción previas a la crisis y a la destrucción de la economía por parte del régimen chavista.

Sectores de la burguesía medianos, seguramente abrazarán el proyecto revolucionario a la hora de ver las perspectivas de triunfo de los trabajadores y del frente de clases configurado. No es una convicción que obedezca a una tendencia política, sino que las circunstancia de no sucumbir y proletarizarse los llevará a buscar un salvavidas en la idea de un nuevo orden.

Con estos sectores se configurará el frente de clases revolucionarias para derrocar la dictadura burguesa y edificar el nuevo poder. Resumen las fuerzas motrices para el proceso revolucionario y para la construcción de la nueva sociedad.

De tal manera que la perspectiva venezolana, de su proceso revolucionario, reclama la atención de la política unitaria con un gran sentido estratégico, en medio de las luchas de las masas.

El lumpenproletariado

El lumpen también juega un papel importante en Venezuela. Forma parte de los sectores populares. Del pueblo. Independientemente de que es usado de manera perversa por la burguesía, dada su naturaleza primitiva e individualista y sin sentido colectivo alguno en medio de la descomposición moral.

Pero ya no solamente se trata de la cantidad de seres humanos que integran este sector. Es que ya representa un elevado porcentaje de la población venezolana. Cuenta con una gran importancia política. La ha adquirido desde el régimen bipartidista. Pero el chavismo lo convirtió en protagonista y le dio participación política y cultura sin precedente alguno.

Desde tiempos de la democracia bipartidista militarizada, este sector ha tenido una creciente significación electoral y de sostén del orden imperante. Buena parte de los desempleados en Venezuela forman parte de este sector lumpen. Además, la lumpenización abarca sectores empleados formalmente.

Esta circunstancia se ha potenciado aún más en los últimos años. La eliminación del salario en la administración pública obliga a que muchos trabajadores se dediquen a labores ajenas a su empleo para poder subsistir. Lo que afianza esa mentalidad de supervivencia, lo que afianza el extremo el individualismo. De allí el uso de las dependencias y recursos del Estado para estafar y extorcionar a la ciudadanía para brindar algún servicio.

Pero, principalmente, es la población empobrecida la que históricamente no ha conseguido empleo en la Venezuela moderna y la que va a engrosar este sector de la población, concentrado en buena medida en los barrios de las ciudades del país.

El proceso de concentración de capitales nunca fue de una magnitud tal que pudiese absorber a la población que era desplazada del campo a la ciudad. La acumulación originaria de capitales no derivó en una liberación de las fuerzas productivas, teniendo en la especialización del país para proveer petróleo uno de sus principales frenos. Eso se vivió a lo largo de un siglo, desde que aparece la economía petrolera. Luego, la realización de la ley general de la acumulación no va acompañada de una concentración de capitales de tal magnitud que permita emplear a esa población que viene del campo, dado que los capitales no se invierten en la industria.

Al imperialismo nunca le ha interesado que Venezuela y buena parte de los países dependientes y semicoloniales se desarrollen de manera diversa. Prefieren que se conviertan en mercados de bienes finales producidos en las economías industrializadas, particularmente del imperialismo que ejerce el dominio de un área de influencia en particular.

Sin embargo, debemos desarrollar una política que permita, en el mejor de los casos, acercar a este amplio sector a las ideas revolucionarias, al menos de cambio revolucionario. Al menos debemos trabajar por su neutralización, lo cual es alcanzable dada la propuesta programática que contempla reivindicaciones fundamentales que le permiten estar al lado de los revolucionarios.

Perspectiva que en cierto sentido lo facilita que no cuenten con expresiones políticas propias. Históricamente han estado sujetos a las organización que a tales efectos crea la burguesía, o se adhieren a los partidos burgueses.

Estas notas buscan alimentar el debate de cara a la realización de nuestro VI Congreso de Bandera Roja.

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