Los instrumentos y los caminos no pueden dividirnos
La destrucción de Venezuela avanza a pasos agigantados al igual que crece aceleradamente la desesperación de la mayoría de la población que no encuentra siquiera cómo paliar las enormes penalidades que sufre para medio cubrir cuestiones básicas de supervivencia, frente a un gobierno inepto y estafador que es clara demostración del régimen mafioso, despótico, autoritario y vendepatria que nos han impuesto.
El 6-D el pueblo venezolano envió un mensaje de cambio, una clarinada para que “los políticos” abrieran los caminos que permitan salir de esta pesadilla de más tres lustros. Desde el 10 de diciembre venimos insistiendo en que el triunfo alcanzado en la elección de la Asamblea Nacional es insuficiente ante un régimen que no respeta la legalidad, y que el poder no se divide en cuotas, lo que obliga a ir por un cambio de verdad en la conducción política del país para sentar las bases de una transformación económica, social, ética y cultural. En ese momento decíamos: “No entender correctamente el mensaje enviado por esa significativa población descontenta nos haría retroceder en el avance político logrado (…) para que sea definitivo [el deslave oficialista], necesariamente obliga a presentar con mucha claridad los objetivos programáticos y las respuestas económicas y sociales frente a la aguda situación de los sectores populares (…) Los tiempos venideros exigen la conformación de una amplia y diversa Unidad Nacional que consolide una base social para adelantar los cambios de que urge nuestro país (…) Venezuela reclama urgentemente una nueva conducción ca-paz de realizar una política económica de contenido popular y nacional”.
Lo dicho hace tres meses es hoy una palmaria realidad. En esta circunstancia tan dramática para el pueblo y para la nación, perder el tiempo o hacer juegos de malabares es una irresponsabilidad con impredecibles y nada positivas consecuencias. La política no puede ser un espectáculo o un divertimento. Sectores de la dirección opositora parecen estar deshojando la margarita y haciendo cálculos con el tiempo, mientras el régimen despedaza nuestra patria, subasta todas nuestras riquezas minerales y entrega nuestra soberanía a viejos y nuevos imperialismos, hipotecando el futuro del país con tal de mantener toda su miserable canallada.
Con el fin de seguir usufructuando los dineros públicos, las mafias del gobierno —aprovechándose de todas las instituciones bajo su control— vienen cometiendo constantes tropelías y aberraciones, y la respuesta opositora no ha estado a la altura del cambio urgente que requiere el país. Se nota una actitud timorata y desconfianza de sus líderes en la fuerza de cambio que anida en los corazones y en los brazos de millones de venezolanos, y, lo peor, esas dudas y titubeos aumentan la incertidumbre y la desesperanza, que se convierten en caldo de cultivo para la desmoralización o para la anarquía y el desorden propios de las acciones infructíferas.
La búsqueda de una salida popular, democrática y sostenible ante tamaño desastre requiere la conformación de una gran alianza unitaria que supere la construcción de meros acuerdos electorales y también la consolidación de un amplio frente de lucha social y político. Una fuerza para el cambio que conjugue una amplia plataforma reivindicativa con un programa para la reconstrucción nacional.
Poder combinar la acción parlamentaria con la lucha de calle y la denuncia política permitiría unificar en un solo torrente la fuerza para salir de este gobierno y sentar las bases para el cambio de régimen. Es por ello que enmienda, renuncia, revocatorio o constituyente serán exitosos si son acompañados con el calor de la protesta y la denuncia del pueblo en la calle.
Desde Bandera Roja llamamos a respaldar las iniciativas anunciadas desde la Mesa de la Unidad Democrática, y a acentuar el reclamo popular contra la destrucción de nuestras condiciones de vida y de trabajo. Ya basta de sectarismos y mezquindades. El adelanto de candidaturas presidencia-les, las aspiraciones innobles del líder o del partido, el cálculo sectario para compartir espacios unitarios, la ausencia de una diáfana proposición programática, en fin, la falta de aliento histórico en la conformación de la alternativa ante esta hecatombe, todo esto conspira contra la urgencia de salir de este gobierno.
Salgamos a vocear las consignas de lucha y de combate por un mundo mejor para los venezolanos decentes y de buena voluntad, para el pueblo trabajador, para quienes desean que en nuestro país imperen la justicia, la educación, la salud, el mérito y el esfuerzo, y no los antivalores asociados al individualismo, al lumpen, a la tramposería, a la “viveza criolla”, a la grosera e insensible especulación. Es la hora en que la participación y el protagonismo popular y ciudadano hacen la diferencia a favor del cambio y ponen un freno a las actitudes blandengues y colaboracionistas.
La capacidad de aguante de nuestro sufrido pueblo está agotándose, así como se le acaban las horas a este nefasto gobierno. Hacer menos traumáticos estos momentos de trance es labor que corresponde a una dirigencia opositora responsable que sepa conjugar un amplio sentido de unidad con una gran firmeza y temple para no cejar en el triunfo del cambio.

Renuncia, Nicolás.
¡Vamos a reconstruir el país!

Por el Comité Político Nacional
Gabriel Puerta Aponte
Secretario General de
Bandera Roja
Caracas, 9 de marzo de 2016

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