Pareciera un
lugar común seguir abordando este tema. Pero la gravedad de la situación
venezolana obliga a mantener e izar con mayor ímpetu las banderas de la
unidad.  Obliga, a pesar de la existencia
de intereses distintos a los del bien nacional, que algunos pudiéramos
considerar subalternos pero para otros son vitales (como eso de sostener o
alcanzar cuotas de poder),  a seguir
trabajando por su materialización 
    ¿Por dónde partir
para construir esa unidad necesaria? Pues, por la comprensión de la naturaleza
del régimen al que se enfrenta, por su caracterización. Vale la pena recordar
que uno de los mayores esfuerzos que ha hecho la unidad opositora reunida en la
MUD, en la dirección de caracterizar al régimen,  ha sido la que produjo la Comisión para la
Estrategia a principios del año 2013. En ella se señalaba; “que no es una
democracia entendida como un estado de justicia social y de derecho. Se trata
de un régimen autoritario y despótico
(subrayado mío) en el que las prácticas propias de las democracias modernas
(incluyendo las elecciones) sólo se llevan a cabo para concentrar el poder y no
para distribuirlo, traicionando la esencia de la democracia”. Agregando que;  “se trata de un proyecto hegemónico que no
admite pluralismo político” y señalando, adicionalmente: “que el chavismo goza
de simpatías mundiales al presentarse como presunto heredero de la izquierda y
los movimientos progresistas y para ello ha consolidado una doctrina que
recupera figuras retóricas asociadas a la profundización de la democracia,
tales como la democracia directa y participativa, en contraste con la
democracia representativa y de derecho, trayendo confusión acerca de su
vocación despótica”.

    Que una diversidad
de expresiones políticas e ideológicas hubiese llegado a tal grado de
coincidencia, en términos conceptuales, acerca de la naturaleza y
características del régimen chavista, constituyó un avance que permitía, de
entrada, varias acciones: a) Definir con claridad el campo de la unidad, el
campo de los aliados y contribuir a su afianzamiento y consolidación; b)
definir una estrategia política adecuada que, combinando las diversas formas de
lucha, hiciera frente a las pretensiones del régimen; c) levantar un programa
de unidad nacional que uniera a los venezolanos, y; d) convertir a la MUD en
una coalición política más allá de lo meramente electoral.

     Lo medular parecía
estar resuelto con este acuerdo producido por una comisión de la que formaron
parte Carlos Guillermo Arocha, Pedro Benítez, Colette Capriles, Eduardo Gómez
Sigala, Arístides Hospedales, Gabriel Puerta Aponte, Andrés Stambouli, Ricardo
Sucre Heredia e Ysrrael Camero. Sin embargo, hoy la realidad es que el campo de
la unidad no se ha consolidado, no hay una estrategia política única, no se ha
levantado un programa de unidad nacional que una a los venezolanos y la MUD no
ha pasado de ser un frente electoral.

     Tampoco se
entiende que este régimen, autoritario y despótico, hoy se ha convertido en una
dictadura fascista que, investida de poderes especiales, sólo buscará burlar
cualquier formalismo de democracia para afianzar su poder hegemónico,
especialmente en este año en el que las elecciones a la Asamblea Nacional han
sido vendidas, por sectores de la oposición, como la panacea a la crisis. Menos
aun se entiende que el chavismo goce de simpatías mundiales, y en densos
sectores del pueblo venezolano, al engañarlos con una retórica progresista, de
izquierda y/o socialista, tras la que desarrollan una política antinacional y
neoliberal que empobrece y sojuzga al pueblo, por lo que el anticomunismo y las
posiciones reaccionarias solo ayudan a radicalizar mas a ciertos sectores de la
oposición que no crecen y, por el contrario, se descomponen tras la frustración
que produce la ilusión de salidas prontas a la crisis.

     Pareciera difícil
creer que, 17 años después, aun no se entienda la urgencia de construir la
unidad que se requiere, pareciera difícil creer que aun los intereses por
preservar cuotas de poder (o por alcanzarlas), aunque cada vez sea más difícil sostenerlas,
sea lo que prive y que ello de lugar a la búsqueda de cualquier estrategia (ética
o no) para asegurar la hegemonía de alguna factor sobre otro y no la
construcción de espacios de concertación, de debate y de verdadera unidad política.
Pareciera difícil creer pero es cierto.

    Hoy la unidad
necesaria no solo requiere acordar, nuevamente, una caracterización del régimen
y una estrategia frente a él, requiere también, se insiste, un programa de
unidad, un programa de reconstrucción nacional, y, particularmente, una
dirigencia que haga un ejercicio ético de la política, que deje los intereses
parciales o subalternos de lado y se centre en el interés y la urgencia
nacional por salir de este régimen, que rescate la confianza del pueblo en la
acción política y en los políticos y que, por encima de las dificultades, se
disponga, de verdad verdad, a unir a toda la oposición venezolana; a quienes
están en la MUD y a quienes no están en ella, que sea capaz de confrontar
cualquier batalla (de calle, electoral en cualquier nivel) con verdadero sentido
de desprendimiento y unidad.

     Hoy, por encima de
intereses parciales, más allá de las dificultades, el deber de prepararnos para
la reconstrucción nacional nos obliga a juntarnos, sobre la base de las
coincidencias, del levantamiento de un programa estratégico que entusiasme, que
unifique el discurso y las acciones, que unifique a quienes van a las primarias
y a quienes no, a quienes resisten en las calles, a quienes se quejan en las
colas y a los frustrados que creyeron en esta estafa de revolución, a todos sin
distingos políticos e ideológicos. La unidad necesaria requiere que el pueblo
sea, de verdad, protagonista de los cambios. Construyamos la Junta de
Reconstrucción Nacional. 
Eddy Timaure
Secretario General de BR Falcón
@EddyTimaure

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