Dr. Carlos Hermoso,
Secretario General adjunto de Bandera Roja
La alocución brindada por el presidente Maduro el miércoles 21 de enero, en el marco de la entrega de su Memoria y Cuenta ante el parlamento —tan esperada por los venezolanos, pues supuestamente anunciaría orientaciones y medidas para dar cuenta de la crisis que vive Venezuela—, resultó un fiasco. Despertó sí mucha creatividad en el idiosincrático sentido del humor del pueblo, lo que no desdice de la mayor angustia entre los venezolanos de cualquier perspectiva política y principalmente entre los sectores más empobrecidos.
  Lo poco que anunció el gobierno fueron medidas que resultan paliativos y aproximaciones a una política que afianza la orientación que busca atender la crisis descargando su peso en el pueblo, mientras profundiza la dependencia con respecto a grandes potencias imperialistas como China y Rusia y en general del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
  De tal manera que la incertidumbre que crea el gobierno refleja la suya propia. Tomar medidas restrictivas que golpean la capacidad de demanda social, liberales o neoliberales, es lo mismo, en medio de un año electoral no les resulta fácil. Por lo que están a la espera de que puedan concretar los leoninos negocios en ciernes con Qatar, Rusia y China, principalmente. Se trata de convenios que le pudiesen brindar al gobierno unos cuantos miles de millones de dólares que eventualmente, según sus cálculos, les permitirían capear el temporal por unos meses hasta la realización de las elecciones parlamentarias, luego de las cuales sí aplicarían medidas más abiertamente liberales. Entretanto, discuten un eventual aumento de la gasolina, una devaluación más clara de la que actualmente impulsan, reducción del gasto social que afectará distintos servicios y condiciones de reproducción social, entre otras medidas. Por lo pronto, aparte del irrisorio aumento de salarios, anuncian una devaluación parcial y el eventual aumento en el precio de la gasolina, sembrando —como lo hicieron en su oportunidad los gobiernos en el pasado— la idea absoluta de que se debe producir tal incremento
  Los acuerdos con los chinos suponen la aplicación de trabajo despótico en las llamadas Zonas Económicas Especiales, entrega de riquezas a precios por debajo de mercado y sin regulaciones que no sean las demandas de los acreedores; con Qatar supone la inversión en suelos venezolanos para producir bienes alimenticios para satisfacer las demandas de la población del país árabe; con Rusia acuerdos que permitirán la elevación de la producción petrolera para exportar a China, satisfaciendo la demanda de crudos de ese país, parte de la cual es pago de deuda contraída. 
  Son elevados los riesgos que corren chinos, rusos y qataríes al prestarle dinero al gobierno venezolano e invirtiendo en proyectos productivos. Lo asumen dadas las ventajas tan favorables que a cambio les da el gobierno. De un lado los intereses a cobrarse son de los más elevados en virtud de la negativa calificación de riesgo país otorgada por las casas que para tales efectos tienen. Además, se verán compensados con las formas de pago, buena parte de las cuales serán en especies como petróleo, coltan, dia­mantes, uranio, entre otros, aparte de que la producción con base en las inversiones llegadas permitirán el desarrollo de aquéllos y no de Venezuela.
  Por tanto, se trata, con base en esta estrategia, de acuerdos que le permitirían al gobierno ganar tiempo. De recibir inversiones directas e indirectas —esto es, recursos por la venta de papeles de la deuda pública venezolana, e inversiones directas en proyectos que favorecen en primera instancia a los países inversionistas—, el gobierno adelantará una ofensiva política para crear nuevas esperanzas en la gente que aún les sigue. Correr la arruga ya que todo lo que hacen es por mantenerse en el poder. Para nada les importa atender la grave y profunda crisis que vive la sociedad venezolana con medidas que conduzcan al desarrollo y la atención de las demandas populares.
  Sin embargo, la gravedad de la crisis es de tal magnitud que luce improbable que el gobierno pueda atemperar la catástrofe. La brecha fiscal será tan grande que luce imposible poder cubrirla que no sea de la misma manera como hasta ahora: emisión de papel moneda lo que elevaría la inflación a más de 200% para el año que comienza. La caída del PIB, así la ubican distintas instituciones nacionales e internacionales, se ubicará en alrededor de –7%. Inflación con recesión, o sea estanflación, por lo que las repercusiones en el desempleo serán drásticas y con ello el incremento del hambre en amplios sectores de la población. ¿Lo más grave?: el proceso de destrucción de la economía producto de la política del régimen despótico. Es de tal grado la erosión de la economía, que solo mediante un cambio político y con ello un cambio de rumbo será posible superar positivamente este estado de cosas. La reconstrucción del país para orientar nuestra economía hacia la revolución industrial y la independencia y soberanía nacional es la meta de hoy para todos los venezolanos. La medidas acordadas por el gobierno apenas anuncian empobrecimiento y entrega del país.
  La más amplia unidad de los venezolanos por un cambio de gobierno es la política que permitiría canalizar la molestia, la irritación y la rabia de los venezolanos frente a la escasez, la carestía de los precios, el desempleo, la inseguridad y la entrega de la soberanía nacional. Esa es la línea correcta: unidad, movilización y organización de todos en asambleas y comités de luchas. Una unidad que no se quede en consignas huecas o llamados vacíos, o que solo sea una convocatoria catártica para descargar inútilmente esfuerzos. Perfilar cómo debe ser la reconstrucción es imprescindible en la propuesta programática que habrá de sustituir esta debacle y sus responsables. El pueblo venezolano ha sufrido demasiados engaños con bellas palabras y bonitos discursos que han profundizado la debacle en sus condiciones de vida y de trabajo. Bandera Roja ya ha adelantado una propuesta de desarrollo, de nueva democracia, de nueva ética, que ofrecemos a todos quienes luchamos por un cambio no solo de gobierno, sino de régimen, y así abrir las avenidas a la justicia social, a la prosperidad, al trabajo creador, a la soberanía y a la ruptura de las cadenas de dependencia que frenan nuestras capacidades de dar respuestas.
Carlos Hermoso / Secretario General Adjunto
Bandera Roja / Lunes 26 de enero de 2015

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