Era lunes 4 de octubre de 1982 y apenas aclaraba el día, cuando fuerzas del ejército, aviación y policía política despliegan un ataque combinado contra un campamento guerrillero del Frente Américo Silva (FAS), destacamento promovido e impulsado por la organización revolucionaria Bandera Roja. El lugar es conocido por los pobladores cercanos como Los Chingurriales del Morocho Evans y allí se había concentrado ese destacamento guerrillero para realizar una operación político-militar dirigida a la toma de Cantaura.

Meses antes las fuerzas armadas y de seguridad del Estado, en Barbacoas, estado Anzoátegui, habían hecho un operativo similar, pero sin utilizar la aviación, y habían salido derrotados, aun cuando habían causado dos bajas a la guerrilla, la cual detuvo a un funcionario de la Disip que al poco tiempo fue entregado sin haberle proferido ningún castigo o daño físico. El general al mando, Murga Cabrices, estaba decidido a vengarse de la afrenta antes recibida. El bombardeo y ametrallamiento comienza a las 5:45 de la mañana y causa consternación en las filas guerrilleras que se aprestan a defenderse, quedando heridos 6 combatientes.

Luego de un desigual combate, una de las dos columnas que organizaron logra romper el cerco y evadirse; la otra columna, donde iban los miembros de la comandancia, choca de frente con fuerzas muy concentradas del ejército y no queda ningún sobreviviente. Fueron asesinados 23 combatientes, de los cuales 11 habían quedado heridos y fueron rematados con tiros de gracia en la nuca, pues la orden era de exterminio. Uno de los pilotos de los Camberra era el oficial Róger Cordero Lara, quien luego —20 años después— es premiado por Chávez y el PSUV y elevado a diputado en la Asamblea Nacional.

“Con la masacre de Cantaura se trataba de demostrar la invulnerabilidad del Estado burgués, y de negar las posibilidades de triunfo de las fuerzas revolucionarias. Por eso se intentó una operación exterminio que no pudo ser cumplida a cabalidad a pesar da la enorme superioridad bélica del ejército oficial”, escribió Gabriel Puerta en “Ocurrió cerca de Cantaura”, publicado en 1986 en la revista Pensamiento y acción, de la cual era director mientras estuvo preso en el Cuartel San Carlos.

El auspicio y fortalecimiento de la acción guerrillera era concebido dentro de una táctica de acumulación de fuerzas en todos los terrenos, pues Bandera Roja desde 1976 había deslindado con las visiones foquistas y vanguardistas, y estaba poniendo el acento en la estimulación de las luchas de masas, en la agitación y propaganda del mensaje revolucionario y de las ideas socialistas y de avanzada, en su inserción orgánica y política entre los trabajadores, los estudiantes y las comunidades populares.

Dentro de esa visión, la acción de los destacamentos guerrilleros era, principalmente, para mantener encendida la llama de la transformación revolucionaria, para indicar la necesidad de un cambio que rompiera con la dependencia del imperialismo y se tradujera en un desarrollo de todas las capacidades productivas, a la par de una elevación sustancial de las condiciones de vida de las mayorías nacionales.

Sectores afectos al oficialismo y defensores de esta catástrofe, durante muchos años, se han apropiado de la conmemoración de esta fecha, la cual en absoluto tiene nada que ver con los autores de esta terrible crisis a que han llevado a nuestro país. Por eso decimos que, a 36 años de la Masacre de Cantaura, Roberto Rincón, Emperatriz Guzmán, Enrique Márquez, Sor Fanny Alfonso, María Luisa, Mauricio, Julio César, Diego, Eusebio, Carmen, Beatriz, Jorge Luis, Luis José, Nelson, José, Rubén, Baudelio, Antonio María, José Isidro, Carlos, Carlos Alberto, Itamar, Euménides, reclaman no solo la impunidad que se le ha dado a este triste y nefasto episodio, sino el doble discurso de quienes actuando desde las altas esferas del Estado continúan usando la represión, el asesinato, la tortura y el chantaje para buscar degradar a quienes les hacemos frente. Pretenden seguir engañando al pueblo por la vía de ofrecerle migajas y subsidios, que es más una forma de control social fascista que un camino para la liberación social y política.

Cantaura reclama desde la intemporalidad respeto a su generosa gesta. El ejemplo de valentía y fibra libertaria de los 23 compañeros caídos nos nutre en esta hora que nos llama a quitarle la máscara y desplazar a esta dictadura, para así abrir las alamedas a la construcción de una democracia de nuevo tipo que deje atrás y supere tanto esta farsa de “socialismo del siglo XXI” como el pasado donde se juntaron los lodos que trajeron este accidente de dos décadas.

Cantaura clama por la libertad, por la eliminación de la brutal explotación del hombre por el hombre. Cantaura es un grito por el socialismo contra las farsas que utilizan su nombre. Cantaura canta las estrofas del Alma Llanera entrelazadas con la Internacional.

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