Venezuela es escenario de una crisis económica de grandes proporciones, nunca vista en más de un siglo en su historia. Las condiciones de reproducción de los venezolanos han sufrido un deterioro sin precedentes que los ha colocado por debajo del mínimo requerido para garantizar la sobrevivencia de los trabajadores y sus familias, es decir, del número de mercancías requeridas para garantizar las condiciones de subsistencia y poder presentarse el día siguiente a trabajar.

Gracias a la imposición de una División Internacional del Trabajo, que condena al Venezuela a vivir a costa de la importación de productos terminados; a especializarnos en la exportación de petróleo y recientemente de minerales, de dotar a los países demandantes de una cantidad importante de materias primas a precios bajos, se generó un proceso de destrucción de las fuerzas productivas, representado en la desaparición de nuestra menguada industria.

Resultan pocos los venezolanos que no viven el dramático deterioro de sus condiciones de vida. Los más, son condenados a condiciones de miseria. Diariamente aumenta la población que, condenada a condiciones de sobrevivencia, van a parar a las filas del pauperismo.

Esta crisis ha superado con creces las fronteras de lo económico. Se ha transformado en una crisis ética, moral, de valores y cultural. Se manifiesta en la tragedia que viven las familias acechadas por la delincuencia, el crimen organizado, hurtos, robos, secuestros, muertes violentas, crecimiento del número de bandas armadas y los enfrentamientos entre ellas, además de otros hechos sociales resultados del régimen de Gobierno actual y que nacen en medio de la pauperización social: los pranes (líderes hamponiles), nuevos sindicatos del oro dirigidos por delincuentes, colectivos o grupos armados al servicio del Gobierno, o los bachaqueros (revendedores al detal).

Este drama social cobra vida en una categoría cuya rigurosidad científica guarda plena vigencia en la era chavista: El lumpenproletariado. Marx fue el primero en usar esta categoría al analizar el proceso de producción capitalista y las inevitables consecuencias generadas sobre la suerte de la clase obrera. Al desarrollarse la reproducción del capital en una escala ampliada, es decir, al producirse el aumento de la composición orgánica de capitales y cumplirse la ley de la acumulación capitalista, de manera inexorable crece el Ejército Industrial de Reserva (EIR) y con ello el Lumpen.

Origen de la categoría

De acuerdo con lo desarrollado por Marx, la característica principal del lumpen es estar separado del proceso productivo. Constituye un exceso de población que no puede ser absorbido por el sistema de producción. Es una parte del EIR, es decir, de la población desempleada. Es el peso muerto que lleva sobre sí el EIR. Este ejército, siendo una consecuencia del proceso de acumulación, se convierte en una necesidad del sistema capitalista para los fines de la explotación. Es la base sobre la cual se mueve la oferta y demanda de trabajo; por ello, siempre existirá mientras exista el sistema de producción capitalista. De allí que, para comprender este hecho, debemos atender el desarrollo de la Ley de acumulación capitalista, también descubierta por Marx. Su desarrollo origina como consecuencia un número de obreros que pasan a engrosar las filas del EIR, constituyendo luego, una parte de este ejército, el lumpemproletariado.

La explicación del proceso de acumulación de capital exige comprender la función de la producción capitalista: la producción de plusvalía. A su vez, para entender la plusvalía, cómo se gestan las condiciones para su obtención, es necesario saber que antes de toda acumulación capitalista, hay una acumulación originaria, que es la que posibilita la obtención de plusvalía y su posterior capitalización, en nuevos medios de producción y fuerza de trabajo.

La acumulación originaria no es más que la separación del trabajador de sus medios de producción, que lo condena a vender su fuerza de trabajo y como única forma de subsistencia, a quien es dueño de los medios de producción. Se crean las condiciones que impiden que el trabajador pueda hacerse de otras fuentes y condiciones para subsistir. La existencia de una clase que carece de medios de producción y otra capitalista que los posee, se convierte en la condición indispensable para dar inicio al proceso de producción de plusvalía. En este orden, la plusvalía constituye el punto de arranque de la acumulación.

Marx en el capítulo XXIV correspondiente al Tomo I de El Capital, explica cómo la plusvalía constituye una condición previa indispensable para el proceso de la acumulación[1]. Sin desarrollo de la plusvalía no es posible la acumulación capitalista. En ella se representa el plustrabajo extraído al obrero, laborando éste más horas del trabajo necesario representado en el salario, es decir, el tiempo en que produce el equivalente a las mercancías que necesita comprar para reproducirse. Ello crea un ritornello que le permite un día tras otro presentarse al día siguiente a trabajar.

Una vez que, producto de la acumulación originaria se concreta la separación del trabajador de los medios de producción, se crean dos polos, de un lado capitalistas, y del otro proletarios, que para subsistir deben vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, dueños de los medios de producción, convirtiéndose en asalariados.

Con la acumulación originaria y la separación del trabajador de sus medios de producción se realiza y comienza lo que se denomina la enajenación. Ésta se produce en dos aspectos: en la relación del trabajador con el producto de su trabajo y en la actividad productiva como tal. En el proceso de producción, una vez efectuada la acumulación originaria, el trabajador se hace ajeno a lo que él mismo produce. El proceso productivo se realiza como algo extraño al trabajador, lo somete a condiciones de explotación que no permite desarrollar todas sus potencialidades creadoras, lo deshumaniza.

La enajenación, premisa fundamental para el desarrollo del sistema capitalista en relación dialéctica con la propiedad privada, es el centro sobre el cual se mueve el capitalismo y se realizan todas las inexorables leyes de este sistema y sus contradicciones naturales.

La acumulación del capital y el aumento de su composición orgánica, están determinados por los efectos del proceso de concentración y centralización de capitales que se suscitan en la producción. El encuentro entre medios de producción y fuerza de trabajo, consecuencia de la separación del trabajador de sus medios de producción a medida que avanza el proceso de acumulación, se denomina concentración de capitales.

Aunque la concentración supone en un primer momento una mayor demanda de obreros, ésta no se mantiene de forma creciente en una magnitud constante. En la medida en que avanza la acumulación y la concentración, en realidad se produce una disminución relativa del número de obreros demandados.

El proceso de acumulación también es estimulado el proceso de centralización, en el cual unos capitalistas son absorbidos por otros, y con ello, merma así la masa de obreros. Se amplía además la inversión en capital constante ocasionando una menor demanda de obreros. Este efecto centralizador que también presiona hacia nuevos inventos y descubrimientos que elevan la productividad, deriva en que una masa menor de trabajo ponga en movimiento mayores cantidades de maquinarias y materia prima, y por ende una demanda menor de fuerza de trabajo, marcando el destino de la clase trabajadora.

Se forma así un grupo de trabajadores que no puede ser absorbido por el proceso de producción, un Ejército Industrial de Reserva (EIR) disponible para ser explotado a demanda. Se convierte en condición necesaria para aumentar la plusvalía y para acelerar la acumulación. Como diría Marx, es una de las condiciones de vida del sistema capitalista[2].

Esta población desempleada deriva en diferentes formas, Marx las clasificó en: flotante, latente e intermitente. De acuerdo con la fase que este atravesando el ciclo industrial, que implique una demanda o repulsión de obreros, todo trabajador que en algún momento de su vida se encuentre sin empleo, formará parte de alguna de ellas. De todo este conjunto poblacional se desprende un grupo de individuos que va a parar a las filas del pauperismo, categoría más baja de quienes se encuentran sin trabajo. Esta capa se transforma en un peso muerto que lleva sobre sí el EIR y el ejército de obreros activo: el lumpenproletariado.

Una parte del EIR, en la medida en que no puede ser absorbida por el proceso de producción, adquiere condiciones de sobrevivencia y pierde la disciplina para el trabajo, derivando en un pauperismo crónico y su consiguiente lumpenización. Se constituye en la escoria de la sociedad. En el capítulo XXIII de El Capital, Marx la describe como la categoría más mísera de vida en la cual se sumerge esta parte del EIR[3].

Este remanente poblacional no tiene una participación en la producción. No posee un ingreso propio como cada clase que compone el sistema capitalista, es un elemento desclasado. También se convierte en un fenómeno social, político, cultural y psicológico que se expresa en la sociedad en contra de sí misma.

Partimos del hecho que las relaciones sociales adquiridas en el transcurso de la vida, producto de la actividad económica, determinan las formas de conciencia. Por ello podemos explicar la actuación del lumpen como consecuencia de su base económica, que no es expresión en sí de ninguna clase. Marx, en el prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política, desarrolla está idea de forma muy clara, pasando a constituir una de sus tesis centrales necesarias para el análisis concreto de una sociedad[4].

Los individuos se comportan acordes con la posición económica que ocupan. El lumpen, al no poseer una posición económica con un ingreso propio y vivir de las sobras del Estado y de lo que le arrebata a través de la delincuencia, el pillaje y otras vías a la sociedad, se convierte en vulnerable para ser utilizado con fines políticos, aprovechado por regímenes para mantenerse y/o perpetuarse en el poder, garantizando al mismo tiempo la pervivencia del sistema de explotación capitalista.

Marx, además de analizar la categoría del lumpenproletariado como un hecho económico lo analiza como un hecho político en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Análisis histórico de las condiciones que permitieron al sobrino de Napoleón Bonaparte dar su golpe de Estado, mantenerse en el poder y consolidar el poder de la burguesía. El lumpen protagonizó el sostenimiento del régimen bonapartista por más de 20 años.

«En estas giras, que el gran Moniteur oficial y los pequeños Moniteurs privados de Bonaparte, tenían, naturalmente, que celebrar como cruzadas triunfales, le acompañaban constantemente afiliados de la Sociedad del 10 de Diciembre. Esta sociedad data del año 1849. Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó el lumpenproletariado de parís en secciones secretas, cada una de ellas dirigidas por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galera, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos; en un palabra, toda es masa informe, difusa y errante que los franceses llaman bohéme; con estos elementos, tan afines a él, formo Bonaparte la solera sociedad del 10 de diciembre. ‘Sociedad de beneficencia’ en cuanto que todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora”.  «Este Bonaparte, que se erige en jefe del lumpemproletariado, que solo en éste encuentra reproducidos en masa los intereses que él mismo persigue, que reconoce en esta hez, desecho y escoria de todas las clases la única clase en la que puede apoyarse sin reservas, es el auténtico Bonaparte, el Bonaparte sin ningún disfraz. Viejo roué ladino, concibe la vida histórica de los pueblos y los grandes actos de gobierno y de Estado como una comedia, en el sentido más vulgar de la palabra, como una mascarada, en la que los grandes disfraces y las frases y gestos no son más que la careta para ocultar lo más mezquino y miserable». (Marx, 1973b: 48).

Esa masa difusa de individuos ha podido ser reproducida mediante políticas sociales hoy institucionalizadas dentro de la estructura del Estado para tal fin. En contravía a lo planteado por una pretendida categoría como la de “populismo”, termina siendo hoy una política de los Estados capitalistas.

La condena

La estructura económica venezolana es concreta. Una determinación principal se impone al resto, y en particular a su base económica. La posición que ocupa en la División Internacional del Trabajo y que la define como país dependiente y semicolonial, monoproductor y minero extractivista, se constituyen en freno al desarrollo de la concentración de capitales y de las fuerzas productivas.

No podemos analizar el desarrollo y efectos de la ley de acumulación capitalista en Venezuela como se analizan sobre un país desarrollado. La acumulación, la concentración y la centralización, en el marco de la DIT, y de Venezuela como país especializado en la producción y exportación de petróleo y minería, ha generado un freno en la concentración y centralización de capitales. La base económica se ha convertido en una restricción para el desarrollo propiamente capitalista.

Imaginemos la magnitud de la fuerza de trabajo sobrante en Venezuela, donde ni siquiera se ha efectuado esta primera gran demanda de trabajadores como en los países que desarrollaron a gran escala su industria. Por ello, los indicadores de desempleo en Venezuela ineluctablemente, son mayores.

La mayoría de quienes emigraron del campo a la ciudad quedó condenada a condiciones de sobrevivencia. No alcanzaron un puesto de trabajo. En Venezuela, la magnitud de su crisis económica y del desempleo no se puede analizar y comparar, siquiera un poco, de cara a las crisis cíclicas de los países que han desarrollado a gran escala un proceso de acumulación y concentración de capitales. La crisis y el desempleo adquieren grandes proporciones por la destrucción que ha sufrido el menguado aparato productivo lo cual hace que el desempleo, y consiguientemente, el lumpen, sea mayor[5].

Venezuela, chavista y lumpen

La actuación del lumpen y sus implicaciones políticas, a rasgos generales, tiene un antecedente comparable con el análisis realizado por Marx del régimen de Bonaparte. Se pueden recrear hoy hechos como los del periódico francés el “Gran Moniteur” y la celebración de “cruzadas triunfales”. Bajo el régimen bonapartista se llevaba al lumpen a todos lados para que adulara a Bonaparte en cada uno de sus mítines, generando con ellos una percepción de apoyo del “pueblo” hacia un régimen fascista y dictatorial.

Actualmente, a través de políticas sociales, en Venezuela se mantiene gran parte de la población dependiente del Estado. Con un crecimiento exponencial entre los años 1998 y 2018, parte de esa población es llevada a donde el régimen actual realiza sus cada vez más reducidos eventos políticos que son proyectados como “cruzadas triunfales” en los medios en manos del Estado, como el “Gran Moniteur” bajo el régimen de Luis Bonaparte. Tras esta masa poblacional está el lumpenproletariado.

Es usado para agredir a manifestantes y acabar con huelgas que plantean reivindicaciones justas para los trabajadores y el pueblo en general. Se convierte en un ejército pretoriano, policía secreta para los fines más grotescos de un régimen fascista. Basta recrear las manifestaciones políticas en 2017. Manifestantes y dirigentes políticos agredidos por colectivos del Gobierno, toma de la Asamblea Nacional y agresiones a diputados, manifestantes asaltados al salir de las protestas, manifestaciones disueltas a golpes y disparos por grupos o colectivos armados, todos afectos al Gobierno.

Entendiendo que el lumpen se expresa en diferentes formas, son diversas las formas de reproducirlo. Unos a través de programas de beneficencia. Otros, a través de sueldos en nóminas de alguna institución del Estado sin trabajar. Y quienes a pesar de no poseer remuneración directa se reproducen a través de una institucionalidad cómplice, corrupta e impune que está al servicio del delito.

En regímenes dictatoriales de corte fascista se actúa sobre una parte de esta población con acciones inscritas dentro de la política social –programas y/o proyectos sociales- de corte benéfico manteniéndolos dependientes del Estado. Otra parte de esta población se representa en la delincuencia, el delito organizado, las mafias, los pranes que surgen de la delincuencia, las altas tasas de homicidios, los secuestros, el malandraje, los bachaqueros, etc. Todas estas expresiones del lumpen, en cualquier oportunidad, están disponibles para ser parte del ejército del Gobierno y atentar contra la nación trabajadora.

La delincuencia acompaña a la crisis económica en Venezuela y es una de las grandes expresiones del lumpen. No faltan sucesos en el país para mostrar la violencia de los grupos delictivos, en especial Caracas, la capital, que ha sido considerada una de las ciudades más violentas del mundo[6] con estadísticas de muerte como las de un país en guerra. Una masa enorme de lumpen concentrada en zonas populares asalta carros en la vía y camiones de comida en las carreteras del interior del país.

La novísima categoría de “empleo informal”, tras la cual solo se esconde la incapacidad de emplear a una gran magnitud poblacional, se ha convertido en una vía de sobrevivencia amplia que constituye otra expresión del lumpen. Aunque no todos conforman el lumpenproletariado, hay una tendencia a lumpenizarse. El empleo informal o buhonería es una forma de trabajo que se aprovecha de las insuficiencias de la cadena de distribución, generando una conducta propia de esta cadena, que busca revender productos a un mayor precio, generando una psicología de estafador.

Domingo Alberto Rangel, en su libro Aquí manda el hampa, relata además cómo el desempleo, inevitablemente, lleva a la agresividad, la violencia y el delito:

El drama de no tener que llevar nada a la casa, de regresar con las manos vacías, encuentra un demonio que lo interpreta hasta lo sombrío, sugiriendo a quien lo padece, la solución del robo o de la estafa. Si el especulador que pervierte presidentes, es el prototipo de la burguesía, el hampón, a veces, o casi siempre, es reflejo inevitable de una sociedad contrahecha. (2008: 31)

El fallecido presidente Hugo Chávez llevó a su máxima expresión el carácter político del lumpen para mantenerse en el poder, convirtiéndose en el Luis Bonaparte del Siglo XXI bajo el ropaje del socialismo y gracias al inmenso ingreso que el Estado obtuvo con los elevados precios petroleros de la primera década del siglo. Nicolás Maduro lo ha mantenido aunque con menos eficacia dada la caída de los precios petroleros, la destrucción de la fuente principal de riqueza, la empresa petrolera, y la consecuente merma en los recursos de los que dispone.

Sin embargo, Venezuela tiene amplias posibilidades de reconstrucción. Las mismas condiciones que han perpetuado su dependencia, producto de lo fortuito de su geografía y sus riquezas, brindan el principal sustento para la superación de esta calamidad. La superación del proceso de lumpenización social es directamente proporcional al desarrollo de las fuerzas productivas. Entonces, en lo inmediato, urge una revolución industrial que ponga el centro en lo fundamental para disminuir al EIR: el desarrollo de la producción. El futuro aún se está escribiendo.

Bibliografía

Marx, Carlos (1973). El Capital, crítica de la economía política, tomo I. La Habana: editorial ciencias sociales, instituto cubano del libro.

____________ (1978). Contribución a la crítica de la economía política. Madrid: Alberto Corazón, Editor.

____________ (1973). El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Editorial Anteo, Buenos Aires.

Rangel, Domingo Alberto (2008). Aquí manda el Hampa, Merida editores. Venezuela.

Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C.  Metodología del ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo (2016). 06-04-2017

http://www.seguridadjusticiaypaz.org.mx/biblioteca/prensa/send/6-prensa/239-las-50-ciudades-mas-violentas-del-mundo-2016-metodologia

Notas

[1] La acumulación de capital presupone la plusvalía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que solo podemos salir dando por supuesta una acumulación originaria anterior a una acumulación capitalista (“previous accumulation” la denomina Adam Smith); una acumulación que no es resultado, sino el punto de partida del régimen capitalista de producción. (Marx, 1973: 654)

[2] Veamos esta explicación en Marx, quien desarrolla ampliamente esta categoría: “Es cierto que al crecer el capital total crece también el capital variable, y por tanto la fuerza de trabajo absorbida por él, pero en una proporción constantemente decreciente. Los intervalos durante los cuales la acumulación se traduce en un simple aumento de la producción sobre la base técnica ya existente, van siendo cada vez más cortos. Ahora, para absorber un determinado número adicional de obreros y aun para conservar en sus puestos, dada la metamorfosis constante del capital primitivo, a los que ya trabajan, se requiere una acumulación cada vez más acelerada del capital total. Pero no es sólo esto. Además, esta misma acumulación y centralización creciente se trueca, a su vez, en fuente de nuevos cambios en cuanto a la composición del capital, impulsando nuevamente el descenso del capital variable para hacer que aumente el constante. Este descenso relativo del capital variable, descenso acelerado con el incremento del capital total y que avanza con mayor rapidez que éste, se revela, de otra parte, invirtiéndose los términos, como un crecimiento absoluto constante de la población obrera, más rápido que el del capital variable o el de los medios de ocupación que éste suministra. Pero este crecimiento no es constante, sino relativo: la acumulación capitalista produce constantemente en proporción a su intensidad y a su extensión, una población obrera excesiva para las necesidades medias de la explotación del capital, es decir, una población obrera remanente o sobrante” (1973: 574)

[3] Los últimos despojos de la superpoblación relativa son, finalmente, los que se refugian en la órbita del pauperismo.  Dejando a un lado a los vagabundos, los criminales, las prostitutas, en una palabra al proletariado harapiento (“lumpenproletariado”) en sentido estricto, esta capa social se haya formada por tres categorías. Primera: personas capacitadas para el trabajo. Basta consultar superficialmente la estadística del pauperismo inglés para convencerse de que la masa de estas personas aumenta con todas las crisis y disminuye en cuanto los negocios se reaniman. Segunda: huérfanos e hijos de pobres. Estos seres son candidatos al ejército industrial de reserva, y en las épocas de gran actividad, como en 1860, por ejemplo, son enrolados rápidamente y en masa en los cuadros del ejército obrero en activo. Tercera: degradados, despojos, incapaces para el trabajo. Se trata de seres condenados a perecer por la inmovilidad a que les condena la división del trabajo, de los obreros que sobreviven a la edad normal de su clase y, finalmente, de las víctimas de la industria, cuyo número crece con las maquinas peligrosas, las minas, las fábricas químicas, etc., los mutilados, los enfermos, las viudas, etc. El pauperismo es el asilo de inválidos del ejército obrero en activo y el peso muerto del ejército industrial de reserva. Su existencia va implícita en la existencia de la superpoblación relativa, su necesidad en la necesidad, y con ella constituye una de las condiciones de vida de la producción capitalista y del desarrollo de la riqueza. (Marx, 1973b:587-588).

[4] En la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. (Marx, 1978:43)

[5] El desarrollo de la sociedad venezolana a partir del petróleo, y nos perdonan esta reincidencia en algo que ya hemos dicho o sugerido, no sigue las pautas que obedecieron las sociedades europeas en el siglo XIX. Londres o Paris, para tomar las dos ciudades clásicas, crecieron a expensas del campo pero convirtieron en proletarios, vale decir, a los campesinos que afluían desde la periferia hasta esos centros urbanos. Cada campesino era convertido en obrero, por un industrial en el cual se centraba el desarrollo capitalista. Aquí no ocurrió eso con la llegada del petróleo. En Inglaterra, para seguir como ejemplo al país clásico en el capitalismo originario, el obrero se vestía con telas fabricadas en el país, aquí se vistió desde el principio con telas importadas. Hasta los géneros agrícolas más elementales empezaron a importarse aquí desde la irrupción del petróleo, lo cual creo una capa de desempleo permanente, muy distinto al de los países capitalistas cuando iniciaban su desarrollo.

En tales países, el obrero sufría los rigores del desempleo con las crisis cíclicas que azotaron las economías capitalistas en el siglo XIX, aquí, en cambio, desde 1925 hay un porcentaje de desempleo por debajo del cual no ha llegado ningún gobierno. Es un desempleo crónico, renuente a todo tratamiento, casi diríamos que es ineluctable. ¿Una Prueba? La prueba más contundente de lo que venimos sosteniendo sobre el desempleo es el actual “boom” petrolero. El desempleo, pese a tal “boom”, no baja del 15%. La tarea del director de estadística consiste, frente a tal calamidad, en “maquillar” las cifras del desempleo para no hacerlas tan escandalosas. (Rangel, 2008: 30-31)

[6] El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, organización no gubernamental mexicana, en una de sus investigaciones realizadas en el 2016, calificó a Caracas como una de las ciudades más violentas del mundo. Ocupando el primer lugar  entre las 50 ciudades que formaron parte del estudio finalizado en marzo del 2017. Reseñando que ésta posee “una tasa de 130.35 homicidios por cada 100 mil habitantes”, lo cual es equivalente a 4308 homicidios para el año de realización del Estudio. Así, la capital Venezolana en el 2016, y al momento del cierre del estudio en marzo del 2017, fue considerada la más violenta al igual que en 2015. Seguida de Acapulco (México),  Distrito Central (Honduras)  y Victoria (México). Además de ello, no solo la capital venezolana forma parte del Ranking. Siete ciudades más en Venezuela están incluidas entre las ciudades más violentas del mundo. Resultando: Maturín, puesto n°6; Ciudad Guayana, puesto n°8; Valencia, puesto n°9; Barquisimeto, puesto N°17; Cumana, puesto n°18 y Barcelona con el puesto n°30. En el siguiente link se puede descargar el informe completo y la metodología utilizada en el estudio.

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