Andan juntas. Toda decisión u opinión en torno de lo económico es un asunto político. Ahora se atraviesa un virus, o coronavirus. Aquello de que hay opiniones en economía que son neutras es un contrasentido, aunque venga acompañada la cosa con una pandemia. 

Por más que la perspectiva positivista en economía busque presentar las cosas de manera neutra, las evidencias son muy claras en el sentido de que cualquier opinión en relación con estos asuntos se inscribe en unos u otros intereses. Se apuntan en unas u otras perspectivas ideológicas. Eso es inexorable. De allí las grandes polémicas al respecto. La economía burguesa moderna, con los neoclásicos, colocó la incertidumbre en el centro del debate con aquello de la teoría subjetiva del valor. El subjetivismo no solamente va a arropar las cuestiones económicas sino todo el campo social. De las relaciones de producción en sus distintas manifestaciones, muy a pesar de que la evidencia empírica diga otras cosas.

Ahora, con la cuestión del coronavirus la cosa se enreda más todavía. De una parte, se encamina la pandemia a esconder la naturaleza de la crisis capitalista mundial. Hasta ahora había sido frenada en sus más claras manifestaciones, por la política de tasas de interés negativas o tendientes a cero, que han conducido a un crecimiento inusitado de la deuda pública mundial.

Es por eso que también es un tiempo en el cual hay buenos motivos para que las teorías conspirativas pululen. Coinciden los momentos de la crisis mundial con un virus, lo que no supone para nada que la cosa se quede en lo epidemiológico y sus estadísticas. Hemos oído, dentro de las explicaciones acerca del coronavirus, que fue una creación de laboratorio que hicieron los chinos para descalabrar aún más las economías y ellos tener mejores condiciones para afianzarse como hegemón mundial. Hasta señalan que se trata de una jugada de laboratorio para que el problema del coronavirus sea el detonante. A la postre, el COVID-19 sería el real causante de la crisis, desde esta perspectiva, claro.

Aparecen ciertos datos que se convierten en evidencias de que eso podría ser así. Con lo que se alimenta ese método subjetivo para atender los problemas basados en la búsqueda de conspiraciones inextricables, cuando no hallamos suficiente explicación de los fenómenos. Luego, para qué explicarnos la crisis con la ciencia económica. La explicación está en otro lado. Está en una subjetividad. 

Ciertamente los chinos, por ejemplo, son los primeros compradores de bienes de lujo, representan el 33% de la demanda mundial de este tipo de mercancías. Además, China es el primer demandante de materias primas. Lógico, la primera fábrica del mundo, exporta un tercio de lo que demanda el resto de la economía mundial, requiere de más objetos de trabajo que el resto de economías. Al caer la producción en China, cae la demanda de materias primas como petróleo, cobre, entre muchas otras. Luego, caen sus precios. Cae también el flujo de turistas. Se resiente este sector. Suficientes datos como para dejarnos llevar por la tesis de que ha sido lo del coronavirus el causante de la crisis mundial. De allí que sea dable pensar que se trata de una conspiración nunca conocida en la historia que permitiría que los chinos se afiancen como potencia hegemónica mundial. Ciertamente se cumpliría aquello de que en las crisis la centralización de los capitales alcanza su máxima expresión, lo que explica la compra de acciones. Sumemos que toda crisis conduce a que los más fuertes se consoliden. Mientras, los más débiles sucumben. Los peces grandes se comen a los pequeños. Capitales y países se ven envueltos en esta vorágine. Por lo que la pandemia sería un engendro maravilloso fraguado por los chinos para consolidar su primacía mundial.

En relación con la misma pandemia, acerca del origen del virus, también surgen las teorías conspirativas. La cosa es un tanto similar a las elaboraciones mitológicas. Cuando el hombre no hallaba explicación a los fenómenos creaba una mitología con base en las condiciones en las cuales se movía. Como no hay suficiente explicación frente a este fenómeno, habiéndose implantado el subjetivismo, se recurre a la conspiración. No es nuevo el método pero ha tomado mucho cuerpo. Algo de herencia posmo.

Es alimentada esta percepción por la producción cinematográfica apocalíptica. Va nutriendo la mente de la gente, sobre todo de los niños, hasta convertirse en una perspectiva relativamente natural de la humanidad. Atrás dejan la lucha de clases, la explotación del trabajo, las diferencias de clases. El asunto se va reduciendo a la cuestión apocalíptica… el coronavirus termina siendo un episodio más de esta serie.

Como sustento, al presentarse muchas dudas luego del análisis de las estadísticas, es dable que aparezca la idea de la conspiración. Por ejemplo, el índice de mortalidad y de morbilidad. Comparando con otros fenómenos similares, la cosa luce dispareja. La mortalidad en relación con la hepatitis B, para citar un ejemplo que nos resulta emblemático, la cosa es definitivamente dispar. Más de 125 mil defunciones anuales solamente en las Américas.

Qué decir en el caso venezolano. Frente a las medidas gubernamentales, podemos observar que son pocos quienes las ven con confianza. No es para menos. Frente a un gobierno tramposo y manipulador luce difícil la credibilidad. Cualquiera puede pensar ipso facto, que se trata del aprovechamiento de un hecho, que pudiese ser objetivo, para producir medidas multipropósito, como suele hacer el chavismo tiempo ha. Sabemos del deterioro del sistema de salud en Venezuela. La drástica reducción del presupuesto en el área, en el salario de todos sus trabajadores. A la corrupción que arrasa la infraestructura y la dotación de hospitales. Al final, parece que la represión y el control social les pueden resultar efectivas. Sólo eso.

Así, las teorías conspirativas han proliferado con este virus. Diversas son las elucubraciones. Desde aquellas que indican que con el coronavirus se busca manipular a la gente, hasta las más elaboradas en el sentido de que se ha creado como un instrumento que permite canalizar la crisis mundial en una dirección. Pasará a la historia esta crisis como la del coronavirus.

Luce lo mejor esperar un tantico a ver qué nos depara el tiempo. Lo que sí podemos afirmar es que la cosa luce un tanto exagerada de cara a la morbilidad y la mortalidad causadas, y su comparación con otros males similares.

La crisis mundial

La crisis mundial, con todo y que ha estado frenada, es el resultado de un proceso objetivo. Su origen está en el proceso de valorización del capital. Las tendencias objetivas de su desarrollo no han dejado de abrir los surcos por donde ha de canalizarse el capital. Aunque no es un acto consciente, ha frenado el estallido el otorgamiento de préstamos a tasas de interés alrededor de cero, o negativas. Mecanismo que permite la transferencia de riquezas a la oligarquía internacional de manera clara para sostener su rendimiento. Es una contratendencia para frenar la caída de la cuota de ganancia. En el caso de la producción de petróleo fracking en Estados Unidos, les ha permitido a las empresas petroleras producir a pérdida, mientras usan los créditos que reciben para hacerlos rendir en el mercado especulativo o de divisas. El estallido era cuestión de algún detonante en la esfera de la circulación, de los precios o de la especulación.

La contradicción entre la producción ilimitada de bienes y la creación de una demanda que no permite la realización de ese crecimiento ilimitado, es el origen orgánico de la crisis capitalista mundial. Se encuentra su origen, siempre en última instancia, en la explotación de los trabajadores. En la creación de plusvalía. En la sobreexplotación de buena parte de la clase obrera planetaria. Que haya incidido el coronavirus en su estallido, es otra cosa. Sin embargo, que haya sido detonante o espita del estallido de la crisis no significa que esté asida a esa dinámica que no sea por el efecto que produce en una mayor ralentización en la economía mundial. Inicialmente en China.

La crisis no solamente había sido anunciada sino que había sido confirmada por muchos y por las evidencias claras. La tendencia recesiva, el agotamiento de los mercados, la lucha por las fuentes de materias primas, la expansión del mercado especulativo, el apalancamiento financiero con base en las tasas de interés negativas, entre otros aspectos han sido suficiente evidencia de la afirmación de que el capitalismo entraba en una crisis cuyas proporciones son incalculables. Sumemos el Brexit y la política de trump de ruptura con la tradición de décadas de librecambismo.

Sus efectos en Venezuela deben ser analizados con la mayor profundidad por sus consecuencias en la política nacional. La crisis venezolana siendo de una naturaleza diferente se agudizará aún más. El origen de nuestra crisis no es de sobreproducción. Es el resultado de la destrucción exprofeso de la capacidad productiva del país. Pero, la crisis mundial, incidirá de manera aún más drástica. Por ejemplo, en los precios del crudo. La caída de la demanda que limitará la ampliación del mercado perdido. La caída del precio de las materias primas. Reducción del presupuesto de ingresos. En fin, la agudización de la crónica crisis creada por el chavismo.

De allí que estamos obligados a escudriñar y opinar en relación con el asunto económico si queremos hacer política. Si no queremos dejar las cosas a la suerte y el azar, como opinó un amigo por este mismo medio. Ante las nuevas condiciones objetivas debemos adelantar políticas en correspondencia. Se agudizan las contradicciones. Se aproximan tiempos aún más severos. Tiempos de disposición a una lucha mejor dirigida.

Publicado En El Pitazo

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