Es necesario comenzar diseccionando con precisión la declaración que Estados Unidos ha realizado contra Venezuela el 9 de marzo. Un “error” de interpretación pareciera recorrer las voces de muchos dirigentes políticos y “analistas” que, en tropel, se abalanzan en calificar, en un sentido u otro, el pronunciamiento estadounidense. Sin embargo, esta declaración contiene dos afirmaciones independientes y que en medio de la especulación se pudiera entender como el resultado de una coincidencia que los “obligó” a realizarla de conjunto. El apuro de la circunstancia.

Por un lado, las sanciones realizadas contra 7 funcionarios del poder oficialista sobre sus cuentas y propiedades (que efectivamente las tienen) en Estados Unidos, y por otro, la calificación de Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de EEUU”. Como vemos, son dos declaraciones que pueden prescindir una de la otra. Pueden haberse realizado por separado. Esta “veleidad” no es un sinsentido yanqui. Trasluce una velada intención en la declaración, que generó inmediatamente “desconcierto” en la respuesta opositora en nuestro país. Por su parte, el oficialismo sí logra una respuesta inmediata y nada inusual, que busca amalgamar sus desparramadas y mermadas fuerzas. Era una declaración esperada, ansiada, buscada.
Algunos analistas y dirigentes afirman que es un error de Washington la calificación de “amenaza extrema e inusual” para Venezuela, sin profundizar en algunos aspectos medulares de esa declaración. Sin duda, esta “proclama bélica” del imperialismo estadounidense genera cohesión en las filas oficialistas. Para el historiador y escritor Rafael Rojas, esta declaración generó “frenesí en Caracas”, ya que Miraflores ansiaba desde los tiempos de Chávez ese “trato hostil que faltaba al proyecto bolivariano para ser considerado finalmente como una Revolución”. Algo que, aunque incompleto, no deja de ser cierto.
Pero también, apurados, analistas del oficialismo se lanzan a calificar de “amenaza de invasión” la sentencia lanzada por Obama contra Venezuela. Otros,quizás más avisados, aseguran que el error de Washington está en haber mezclado estos dos aspectos en una declaración. El analista y periodista internacional Francisco Herranz asegura que “de hecho, y ahí radica la raíz del error, no se trata de una sanción nacional, sino personal. Y mezclar una cosa con la otra por cuestiones de procedimiento -como se hizo antes con Irán, Siria o Birmania- ha confundido por completo a la opinión pública venezolana, independientemente de su ideología”.
No es una confusión de Washington. No es un error la declaración. Más bien forma parte de un procedimiento previsible si se parte de la consideración de que estamos a las puertas de un nuevo reparto del mundo. Es este el aspecto que esconden los señalamientos de “error” en la declaración, pero también es esto lo que esconden los afanosos discursos “patrióticos” del oficialismo (y de algunos opositores). Es una declaración sumamente preparada, pensada y dirigida.
Los oficialistas y sus acólitos en otros países abandonan a su suerte a los 7 funcionarios sancionados por la violación de los Derechos Humanos con la expropiación de sus millonarias propiedades, con tal de sacar una declaración “patriótica” de todo el que sea posible, incluidos opositores potencialmente proclives a coincidir con el oficialismo en este aspecto. Pero también, en otros opositores, se declara que no se trata de una declaración belicista, porque “solo sanciona a violadores de los Derechos Humanos”. En ambas afirmaciones se evade de soslayo que presenciamos la confirmación de lo que para algunos es una tendencia clara: estamos frente a un nuevo reparto del mundo.
 
El reparto
“Como ni en Asia ni en América (latina) hay tierras desocupadas, es decir, que no pertenezcan a ningún Estado, (…) el rasgo característico del período que nos ocupa (el imperialismo) es el reparto definitivo de la tierra, definitivo no en el sentido de que sea imposible repartirla de nuevo -al contrario, nuevos repartos son posibles e inevitables-, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un “amo” a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un “dueño””. La afirmación, nada reciente y con una actualidad pasmosa, la encontramos en el libro El Imperialismo, fase superior del capitalismo. De V. I. Lenin. Es la definición de una ley general del desarrollo del capitalismo en su fase superior.
Estos eventos, a los que pertenece la declaración estadounidense, plasman una tendencia que se manifiesta de manera clara actualmente en Irak, Libia, Siria, Ucrania, entre otros países que hoy sufren la ferocidad de este enfrentamiento. Son espacios donde la rivalidad imperialista se pone de manifiesto de manera cruda y en los que las supuestas masacres, de las que algunos criollos malintencionados acusan a los “antiguos regímenes comunistas”, quedan pálidas frente a las actuales atrocidades bélicas, sofisticadas y “quirúrgicas”, empleadas por los imperialistas.
 
Ahora, y no escapamos de confirmarlo, parece tocarle a Venezuela vivir parte de esta disputa. Pero la diferencia entre la disputa en Ucrania y la disputa sobre Venezuela, tiene responsables directos y tiene características particulares. No podía ser distinto si lo que está en juego puede cambiar la correlación de fuerzas a escala planetaria.
Lo principal, lo que impulsa a Estados Unidos a presionar a Venezuela y a disputarse su “infidelidad” con Rusia y China, y en general con un nuevo bloque de dominación imperialista, es:

El volumen de las inversiones directas e indirectas realizadas por China en Venezuela que pudiese superar los 50 mil millones de dólares. Venezuela, junto con Brasil y Argentina, representa un frondoso canal para las inversiones chinas en América Latina que para los próximos 3 años, pudiesen superar los 500 mil millones de dólares según cifras conservadoras.

  • Venezuela se convierte en acicate continental de la estrategia china de hacerse de la mayor cantidad de oro del mundo, que ya supera, según fuentes diversas, más de la mitad de las reservas mundiales de oro con más de 30 mil toneladas del metal y es el principal comercializador del metal en el planeta. Actualmente Venezuela ocupa el número 20 entre los 100 países con mayores reservas de oro y el 75% de reservas de Sur América. A finales de 2014 fue entregada para la explotación la quinta mina más grande del planeta tierra. La mina Las Cristinas en el estado Bolívar tiene unas reservas probadas cercanas a los 17 millones de onzas. El oficialismo se la “asignó” a la corporación china Citic. Anteriormente estuvo a cargo de trasnacionales como Placer Dome, Vanessa Ventures o Cristallex, de Rusia y Canadá. Actualmente China apunta a poner operativo un vínculo permanente entre los mercados del oro de Shanghai y Hong Kong, para desplazar los mercados de Londres y Nueva York y a principios de marzo de este año anunció su intención de lanzar un sistema de fijación del precio del oro chino.
  • Existe actualmente, y los EEUU sin duda conoce de este procedimiento monetario, la exploración por parte del gobierno venezolano de cambiar al dólar como moneda de reserva por el yuan, lo que en combinación con lo anteriormente expuesto, coloca en un riesgo continental a los EEUU por el debilitamiento que pudiera significar para su moneda como referencia comercial internacional.
  • Junto al oro y el petróleo, los negocios del chavismo con los chinos abarcan rubros de naturaleza estratégica tales como uranio, cobalto, diamantes, coltan, entre otros minerales de los cuales Venezuela es paraíso natural.
  • Sin embargo, en medio de esta naciente confrontación y como parte de las tensiones económicas del imperialismo en la búsqueda de materia prima, se inicia -nada extraña esta coincidencia- la perforación de pozos del Esequibo por parte de Exxon Mobil en aproximadamente 26.806 kilómetros cuadrados, con una inversión de 200 millones de dólares y que se espera que prolongue por diez años. Esta extracción de riquezas se realiza justo en aguas territoriales venezolanas, hoy en disputa con Guyana. Al mismo tiempo, el gobierno venezolano negocia la compra de arroz a Guyana.
Este detalle muestra el sentido pragmático que invade Miraflores, y que pudiera utilizar el oficialismo como mecanismo de negociación frente al gobierno estadounidense en una eventual confrontación más abierta. Mientras, se deja esta “tajadita” como moneda de cambio; China se apropia de Las Cristinas y EEUU comienza su apropiación de una parte de las reservas probadas más grandes de petróleo del planeta tierra. Hay para todos.
Esta circunstancia, aun cuando se convierte en un instrumento de negociación para el grupo de mafiosos que hoy gobiernan en Venezuela, empuja cada vez más al país a convertirse en un pastel apetecible y en disputa. Son muchos los recursos y riquezas en juego que preocupan al imperialismo estadounidense. Pero, sobre todo, la entrega complaciente del oficialismo a uno de esos imperialismos hace ensoberbecer de manera inexorable a los estadounidenses. Así, la entrega de parte de nuestra soberanía en el caso de Guyana pudiese conducir a un posible silencio momentáneo de la diatriba actual con los EEUU.
Sin embargo, a escala mundial, Estados Unidos no tiene otra opción que ceder espacios dada su creciente debilidad frente al desarrollo del imperialismo chino. Una tasa de ganancia más jugosa como resultado de la casi esclavización militar y capitalista del revisionismo chino de una significativa parte de su población, para el capital financiero internacional, deseoso de superganancias, tenía que conducir inexorablemente al desarrollo de ese país. Esta fuerza de trabajo, disciplinada y abundante, se convirtió en un imán para los capitales que buscan frenar la caída de la cuota media de la ganancia mundial. Realizados los negocios, articulados los capitales y por aquello del desarrollo desigual, China superó a Estados Unidos de manera clara, sobre todo en producción manufacturera. De allí, su creciente demanda de materia prima y su inevitable necesidad de expansión.
Adicionalmente, China, dados sus crecientes excedentes de capitales financieros, financia de manera cada vez mayor la deuda pública estadounidense y con ello su calidad de consumo, lo que los hace dependientes en cierto grado de la economía china, hoy con una marcada tendencia a la recesión según apuntan algunos economistas, con un crecimiento cada vez más bajo que este año apunta a no superar el 7%, según estimaciones del propio gobierno de Pekín. Pero, a su vez, crece el consumo de la manufactura china en todo el orbe, y particularmente en el propio Estados Unidos.
La guerra
En este contexto, las palabras de Obama y la decisión del Congreso estadounidense respecto de Venezuela no pueden ser reducidos al manido juego que en su oportunidad echaron mano Bush y Chávez con sus altisonancias estridentes, que muchas veces contribuía con la elevación del precio del crudo a escala internacional que beneficiaba a ambos, mientras el gobierno venezolano se consolidaba como una figura antiimperialista ante los ojos del mundo, conducta de tradición revisionista de larga data. En esta oportunidad, se trata de una seria amenaza, porque en su carácter, indica la disposición del imperialismo estadounidense por recuperar espacios “perdidos”.
Venezuela ahora es área en disputa. Esto no niega la colaboración y acuerdos entre los imperialismos, en nuestro caso el norteamericano, el chino y el ruso. Es el juego del negocio capitalista en el periodo de libre competencia o en su fase superior o monopolística, en la que los negocios derivan y anteceden a tensiones, acuerdos y confrontaciones bélicas, de acuerdo a la circunstancia y la tajada del capital que se disputa. Es un asunto de sobrevivencia, no de la especie humana, sino del capital, y particularmente del imperialismo.
A pesar de las tesis burguesas, cada vez menos congruentes con la realidad, acerca de la globalización y la desaparición de las fronteras, se impone tercamente la tendencia nacional imperialista de expansión y sojuzgamiento de pueblos y países débiles. A pesar de las tesis del poder supranacional y omnímodo, se impone tercamente el interés del asiento nacional del capital financiero en las naciones imperialistas.
Vistas las cosas así, la sanción a los 7 funcionarios militares y civiles por violación de DDHH luce cuando menos inocua, toda vez que no sanciona a los verdaderos responsables de las muertes, persecuciones y encarcelamientos cometidos contra opositores en Venezuela, en algunos casos orientada desde las altas esferas del poder de las cuales estos 7 sujetos son apenas peones. Este aspecto de la declaración es tan solo un evidente pretexto para albergar el segundo aspecto de la declaración, la de declarar a Venezuela “amenaza”. Esas sanciones a funcionarios son una nimiedad que apenas llega a acción legal y legítimamente ejecutable dentro de su propio territorio. No afecta en nada a Venezuela, ni al régimen establecido, si se separa de la declaración en su conjunto.
Es responsabilidad directa del gobierno, del oficialismo chavista -falsificación de socialismo más pedestre que ha brindado la historia del revisionismo mundial-, que Venezuela haya entrado como cenicienta en este nuevo reparto del mundo. Un sentido patriótico verdadero, soberano y progresista, indica otra conducta frente a este reparto. Rusos y chinos hoy se apuran en afirmar, declaración mediante, la disposición de “protección” de su nuevo botín. Anuncian maniobras conjuntas y ayudas militares, mientras Miraflores celebra el “respaldo”.
La salida soberana y patriótica, de genuino carácter nacional (incluso desde una perspectiva burguesa), es realizar un proyecto de desarrollo de las fuerzas productivas de manera autónoma e independiente, mediante un proceso soberano de reconstrucción nacional acelerado. La perniciosa y peligrosa conducta que resulta verdadera traición a la patria, es cobijarse bajo un imperialismo para enfrentar a otro, ya sean oficialistas u opositores quienes lo proclamen. Esto conduce inexorablemente a hacer que Venezuela sea un botín del cual los distintos imperialismos no dudarán de echar mano mediante el método que corresponda de acuerdo a la naturaleza y cantidad de intereses que se disputen en un momento determinado. La guerra es el método extremo, pero común. Aún sangran los pueblos árabes por estas disputas.
Venezuela, de ser invadida militarmente, tardará algunas horas en sucumbir. Y sangrante, quedaría a la espera de que en corto tiempo otra fuerza extranjera, también de ocupación, nos salve de los anteriores. Ésta es la terrible circunstancia a la que nos enfrentamos si no logramos lo antes posible la salvación de la República, mediante un cambio de rumbo radical y revolucionario, de salvación y de reconstrucción nacional, de paz y de entendimiento internacional, con el acento sólido en una salida soberana, patriótica e independiente.

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