A muchos les resultará insólito, increíble o absurdo. Sin embargo es cierto. Trump ayuda a Maduro. Lo mismo hizo en su oportunidad Bush a Chávez. Sobre todo porque los precios del petróleo, vitales para Venezuela, cada vez que se encendía la diatriba se recuperaban. Tiempos en los cuales las corporaciones mundiales tenían el mismo objetivo que el Gobierno venezolano: incrementar los precios. Las cosas no han cambiado mucho. Al menos en ese sentido. En otras cosas sí y de manera muy clara. Por lo que la ayuda es por retruque, por banda.

Trump adelanta una política agresiva y, al menos en las primeras de cambio, contradictoria. Lógico que así sea. La tendencia a la internacionalización de capitales en búsqueda de cuotas de ganancia más elevadas, se enfrenta al rescate del mercado interno que aspira Trump, actuando al frente del Estado como capitalista total ideal. En este caso, al frente del estadounidense, persigue el objetivo de rescatar el mercado interno y sus áreas de influencia dada la pérdida de su condición como hegemón planetario.

Venezuela formó parte de la condición de área de influencia de ese mercado. Rescatar el mercado interno supone un proceso complejo. Abaratar el precio de la fuerza de trabajo mientras cierra la frontera con México es contradictorio. Pretender frenar la localización de capitales fuera de la frontera estadounidense permitiendo que la Boeing termine de instalar en China una planta de alto tronío, es contradictorio. Automotrices, electrónica, la emblemática Mc’Donalds, entre muchos otros, se han radicado en china. Repatriar esos capitales supone abaratar el precio de la fuerza de trabajo en el mercado interno a escalas muy drásticas, con base en la pauperización y el incremento de su oferta, lo que resulta un proceso que agudizará las contradicciones de clase. Sin embargo, la tendencia ya es clara. Protección y desmontaje de los apenas asomados acuerdos trasatlántico y transpacífico son indicadores claros. Acompaña a Inglaterra en el Brexit.

Estados Unidos parece estar perdiendo la hegemonía planetaria. De ser la primera manufactura del mundo, ahora sigue a China de segundo. Pierde la carrera aeroespacial con Rusia y lo mismo parece indicar en materia bélica. Las computadoras chinas ya superan las estadounidenses. El satélite cuántico chino, ya en órbita, y la computadora del mismo renglón que fabrican los asiáticos, colocarán a Estados Unidos a la zaga en la materia. Todo lo cual convierten a los yanquis en el imperialismo más agresivo en este momento. Busca no perder la hegemonía al menos como gendarme.

Por su parte, el chavismo convirtió o aceleró la conversión de Venezuela en un área en disputa. En las condiciones actuales esta circunstancia se ve exacerbada. Hay tres cuestiones que aumentan la codicia por el control de Venezuela. Sus fuentes de materias primas energéticas y minerales en la competencia interimperialistas adquieren rango superlativo. Dentro de ello la importancia que adquiere el oro y diamantes por la guerra de divisas hace que China, Rusia e India busquen hacerse de estas riquezas. El bloque Brics se ha convertido en el mayor mercado mundial luego de ser el yuan la moneda de cambio y de reserva, su solidez con el respaldo del oro venezolano doblegará al dólar como la referencia planetaria. En la lucha por la hegemonía, el control de las reservas de diversas materias primas, tales como coltan, resulta un asunto de primer orden. Más cuando Trump busca reindustrializar y reconvertir el aparato productivo yanqui.

Venezuela posee importantes reservas de esta tierra rara. Los acuerdos estratégicos de Chávez y Maduro con los chinos y rusos agudizan la disputa. Aparte de la deuda adquirida, se ha cambiado el parque industrial y el mercado interno en favor de los productos chinos. Además, el parque automotor ya se inclina en favor de los productos del gigante asiático. En materia militar se produjo un cambio significativo hacia el producto ruso y chino. Clara referencia adquiere en este sentido la aviación militar hacia el producto ruso.

No es que el país deba mantenerse bajo la férula de un imperialismo u otro. Pero una cosa es luchar por la independencia y soberanía nacionales recurriendo a un correcto aprovechamiento de las contradicciones interimperialistas y otra hacerse dependiente de otro imperialismo dizque para enfrentar al anterior. Los acontecimientos en Ucrania, Siria, entre muchos otros ejemplos, reflejan esta tendencia. Nada gana un país buscando cobijo en un imperialismo para enfrentar otro. A la postre, se convierte el país en cuestión en el pasto de una lucha cruenta de elefantes.

Así, Trump, que viene por lo que los gringos consideran parte de lo suyo, de su patio trasero, cometen un error en política. La ofensiva contra Maduro, sobre todo por su carácter anticomunista, permite al chavismo nuclearse frente al agresor. Por otra parte recrea, una vez más, la farsa revolucionaria y su supuesto carácter antiimperialista. Al ser colocada Venezuela al lado de Cuba sigue recibiendo el Gobierno corrupto y entreguista de Maduro el ropaje de marras. Se le identifica como víctima del imperialismo estadounidense.

A su vez, aprovecha la rabia anticomunista para sacar provecho. Un eventual fortalecimiento del pensamiento y política de alguna alternativa nacional y popular, conduciría al rescate de la soberanía nacional. Podría conducir a Venezuela por el camino del progreso y la independencia y la autonomía. Y para el imperialismo estadounidense, la soberanía y la independencia es sinónimo de comunismo.

La transición que vive el mundo capitalista da para este tipo de circunstancias. Unos se confunden, otros se aprovechan. Pero, una vez más, debemos ubicar la esencia de los fenómenos políticos. El chavismo, mientras en el fondo ríe y se siente complacido por la ayudita, refuerza la entrega a China y Rusia y avanza en la subasta.

Ni unos ni otros. La soberanía la alcanzamos con desarrollo nacional. Con diversificación del aparato productivo. Con más democracia. Entretanto, reiteramos, los problemas de los venezolanos los debemos resolver los venezolanos. La presencia extranjera sobra.

 

Publicado en Efecto Cocuyo

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