Ya los venezolanos nos preparamos para pasar una de las peores navidades del último siglo. No puede ser de otra manera. Los precios y la escasez parecen seguir en esa terrible comparsa que agobia a la familia venezolana. Este es el resultado de la política económica del Gobierno. Ya resulta un fracaso una de sus expresiones genuinas como es el nuevo paquetazo, de cara a que ya la gente no tiene para comprar lo básico para vivir y la economía sigue estancada.

Era de suponerse que, si no se acompañaba esta política con medidas en función del crecimiento de la producción, los problemas graves que arrastra la economía se verían agravados. Ninguna medida que permitiera el encuentro de los capitales con los trabajadores. Ninguna medida de incentivo de la producción. Sigue apostando el Gobierno a la extracción para obtener divisas y así poder comprar en el exterior algunos de los bienes que demanda la gente.

El papel que nos asignan los chinos y rusos es el mismo que nos asignaron los ingleses desde finales de la guerra nacional, hasta entrado ya el siglo XX; es el mismo que nos asignaron los estadounidenses desde 1908 hasta el siglo XXI. La división internacional del trabajo, descubierta por Adam Smith, es un asunto objetivo. Vencer las fuerzas que nos condenan supone un sentido nacional de desarrollo. Solamente podremos desprendernos de esa rémora si contamos con el sentido nacional.

El incremento de precios, como era de esperarse, se ha hecho insostenible. A la especulación, se le unió la dolarización y, a renglón seguido, la inflación.

El cambio de signo monetario, en medio de una recesión económica profunda como la que sufre Venezuela, motiva incremento de precios por presión de demanda. Se cumple aquél principio según el cual, cuando hay presión de demanda, producto de la caída de la oferta, se crean condiciones para que quien vende eleve los precios sin que se motive traba alguna para la venta de ese bien. Se afianza la tendencia a que no haya variación de demanda ante la variación de precios al alza. Quien vende, compra barato para vender caro. Con ello obtiene una ganancia. Si el mercado le permite incrementos aún más elevados, lo hace. Es una tendencia objetiva. De allí se erige la ética del especulador.

A la presión de demanda por escasez, se une la naturaleza de las mercancías que requiere la mayoría de los venezolanos. Se trata de artículos de primera necesidad. No hay alternativa. No hay diversidad ni sustitutos. Se trata de subsistir. No hay para más. Lo que hay, y hasta que se pueda. Las madres dan todo lo que tengan para adquirir leche para los niños. Proteínas diversas cuando hay conciencia del papel que ellas juegan para el crecimiento y la inteligencia. El especulador vende cada vez más caro, hasta el máximo, consciente de que le comprarán por la naturaleza del bien que dispone para la venta.

El alza de precios por aumento del costo de producción, dado el incremento del salario mínimo, no se hizo esperar. El ajuste fue incrementando precios de manera acelerada y abrupta. Además, como fueron muchos los negocios que cerraron ya que, o no podían cubrir los nuevos costos, o se colocaban a la expectativa, cae más la oferta, por lo que aumenta la presión de demanda.

Sumemos que arranca el paquete con una devaluación que marca récord. Eso dispara los precios de entrada, todavía más. Hasta llegar al punto en que el dólar comienza a perder poder adquisitivo, hasta llegar a una paridad de poder adquisitivo que hace requerir de más del doble de lo que se requiere en otro país para adquirir un bien. En Venezuela una gaseosa cuesta el doble que en EEUU. Igual sucede con repuestos diversos. Especulación por presión de demanda. Ahora el dólar cae en esa maraña.

Pasado el ajuste de precios por la implantación del nuevo signo y el incremento por devaluación y dolarización, unido a la especulación desmedida, y no haber crecimiento económico, entra en escena de manera clara, aumento por inflación. Por hiperinflación. Y el Gobierno sigue produciendo dinero inorgánico y no crece el PIB. Tampoco logra crear el mercado de petros. El anclaje se convierte en naufragio. Sólo queda la economía del oro, coltán, algo de petróleo, con pranes y demás.

Se esfuma el aumento del salario mínimo. Como fue apalancada la escala salarial hacia abajo, la pobreza alcanza una mayor escala. Cae la capacidad de demanda, no hay estímulo alguno para que se incremente la producción, por lo que cada día son menos las familias que cuentan con poder adquisitivo para hacerse de los bienes para garantizar mínimas condiciones de reproducción.

Para diciembre una hallaca puede llegar a costar 1000 bolívares soberanos. Si se consiguen los ingredientes. Si no, hallaca chucuta, con poca proteína.

El despertar de los trabajadores

En medio de esta situación, o como producto de ella, los trabajadores comienzan a jugar al protagonismo político. Es la determinación del momento más esperanzadora. Comienza la articulación de las luchas contra el paquete de Maduro y por la conquista de mejores condiciones de vida, elevación del salario real, defensa de la contratación colectiva, entre otras demandas.

Quienes buscan frenar el movimiento tratando de que no se expresen con claridad los objetivos y metas que deben plantearse quienes producen la riqueza, terminan por aceptar que las luchas reivindicativas adquieren un carácter político porque es un hecho objetivo. De ser alcanzadas algunas conquistas, conducirían a quebrar la ofensiva del régimen contra los trabajadores. De no ser alcanzadas, las luchas se harán más virulentas y colocarán en el tapete que la salida pasa por sacar a Maduro y sus secuaces del poder. Las luchas adquieren un carácter político a pesar de quienes no quieren que así sea.

Por eso los trabajadores deben formular sus objetivos con claridad. Es lo que permitirá que el movimiento avance más. La presencia de los trabajadores, definidos sus objetivos y metas, le daría un carácter al proceso verdaderamente radical. Apuntaría a una perspectiva e la cual el problema de las relaciones de producción y cambio estarían en cuestión. Le brindarían al proceso un carácter estratégico donde el sentido nacional podría devenir en una unidad donde todos podamos salir airosos y beneficiados. Reconstruir a Venezuela sobre nuevas bases. Soberanas y populares.

La sociedad venezolana debe ser reconstruida a partir de una amplia unidad política y social. Todos los factores políticos y sociales interesados en salir de Maduro debemos integrarnos en un gran frente cuyo sustento no puede ser otro que un programa político que resuma y concilie intereses históricamente contrarios. Por lo que los trabajadores deben verse reflejados en los objetivos y metas a ser alcanzadas viendo realizadas aspiraciones sentidas como aumento del salario real, empleo productivo y estable, respeto a sus derechos laborales, entre otros aspectos. Lo que indica diversificación del aparato productivo iniciado en la sustitución de importaciones. Pero con la perspectiva clara de una revolución industrial. Pero también debe contemplar una nueva relación política en la cual más que la opinión de los trabajadores, será su decisión lo que puede guiar la sociedad hacia estadios superiores.

Los trabajadores crean la riqueza. Garantizan el funcionamiento de todas las condiciones objetivas de reproducción de la sociedad. Los servicios todos. El transporte, la salud, entre otros, son el resultado de la acción humana. De los trabajadores que con su esfuerzo mental y físico accionan todas las condiciones para que la sociedad se reproduzca. Luego, deben ser reflejados sus intereses y objetivos inmediatos en una nueva realidad.

Las demandas fundamentales de los trabajadores deben ser atendidas en un eventual cambio de régimen. Pero son los trabajadores mismos los llamados a garantizar que eso se haga cumplir. Es más, son quienes deben pugnar por hacer cumplir las demandas de los diversos sectores comprometidos con el cambio político. Ubiquemos que el programa de reconstrucción, de carácter nacional y popular, debe contemplar medidas que brinden perspectivas a diversos sectores sociales. Pero que solamente los trabajadores las pueden hacer cumplir.

Cuenta la clase obrera con las condiciones objetivas como para irse demandando de un papel dirigente de la sociedad. La crisis es de tal magnitud que siendo los trabajadores los más afectados, comienzan a protagonizar la respuesta a la dictadura. Inician las reivindicaciones, pero van unidas a la política. No queda de otra. Sin hallacas pero pujando por ser protagonistas.


Tomado de Efecto Cocuyo

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