Ciertamente el cambio del cono monetario, o del signo monetario, supone la posibilidad de un cambio en la distribución de la riqueza nacional. Si será a favor de los dueños de los medios de producción y los rentistas, o en favor de los trabajadores, es un asunto que se verá en su realización. La tradición se impone. Seguirá engordando la riqueza de las mafias chavistas y el empresariado que sacan lo suyo, banqueros, importadores y gran empresa.

El asunto es que las modificaciones de precios suponen una distribución de la riqueza. Así como la inflación y los ajustes salariales en correspondencia conducen permanentemente a lo mismo. En inflación moderada, los dueños de los medios ganan más. Aumenta la explotación. La riqueza se centraliza más en los ricos. Los pobres se hacen más pobres. En hiperinflación pierden aún más los trabajadores. Pero se afectan ciertamente los empresarios ya que apenas si consiguen a quién vender. Sus ganancias merman. Los capitalistas que se han hecho más competitivos y han centralizado capitales, absorben a los que quiebran. Pero los trabajadores, quienes viven del salario, se empobrecen.

A la profundización de estas tendencias conducen las nuevas medidas de Maduro. Ubiquemos que solamente se trata de medidas monetaristas que en nada abren paso a la concentración de capitales. Esto es, a que los dueños de los medios se encuentren con los trabajadores para iniciar un proceso de producción que, si bien se basa en la explotación de la clase obrera, se producen riquezas. Lo que supone medidas tendientes a cambiar el sistema financiero y bancario. De lo contrario, la banca poco contribuye con la canalización del ahorro social hacia la inversión productiva. Sigue haciendo jugosos negocios con la compra de papeles del Estado, la especulación y la creación de dinero.

Un sueño chavista…

Ahora bien, desde la perspectiva fetichista podemos oír una que otra afirmación según la cual las medidas de Maduro conducen a una elevación importante del salario real de los trabajadores. Hasta 300 dólares se elevará el salario mínimo, según tal especie propagada por algún economista chavista. La ficción de que atar el bolívar al petro permitirá dolarizar el salario tiene a más de un chavista entusiasmado. No se percatan de que si no se incrementa la producción de riquezas se reparte lo mismo y bajo el mismo esquema. El mayor porcentaje para los dueños de los medios de producción, los rentistas y la usura bancaria, para los importadores y para quienes medran del régimen. Cada vez menor el porcentaje para quienes viven del trabajo. Luego, ¿cómo va a aumentar el salario cuando la gasolina, los servicios y las mercancías estarán más caras?.

Por su parte, economistas opositores se lamentan que son medidas incompletas. Son buenas pero faltan otras. O sea, la cosa debe ser más lesiva a la gente. Se debe empobrecer más. Se debe equilibrar el presupuesto reduciendo el gasto público. Se deben privatizar los servicios y las empresas del Estado, incluso Pdvsa se debe privatizar (aunque ya Maduro ha adelantado bastante en esa dirección). La axiomática neoliberal es implacable. Ciertamente a la postre da algún resultado. Debe mediar una que otra circunstancia. Tal es el caso de Chile. Con Pinochet se logró no solamente abaratar el precio de la fuerza de trabajo, también se logró implantar una disciplina a punta de bayonetas, básica para alcanzar la sobreexplotación del trabajo. Con todo, Chile no alcanzó un desarrollo de significación, expresado entre otros aspectos en la poca diversificación del aparato productivo.

Tiempos de fetiches

El fetichismo de la política monetarista, aquella que se basa en la manipulación de la masa monetaria y las tasas de interés para supuestamente conducir al crecimiento, a largo, mediano y largo plazo, según sea el caso, parte del presupuesto de que el asunto de los precios es lo que a fin de cuentas ha llevado a la crisis. Que hay que desmontar los controles y aparecerá la cornucopia o cuerno de la abundancia. Mitológica la cosa pues. El único control es el de la oferta monetaria.

No considera el monetarista los asuntos de la producción. No ubica que el precio es determinado por el valor de las cosas.

Por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir un bien. Que el trabajo vivo arroja nuevo valor. Que las oscilaciones del precio en torno del valor obedecen a la confrontación hasta ser anuladas de las fuerzas de la oferta y la demanda. El monetarista parte de la teoría subjetiva del valor. De allí que toda su concepción acerca de la economía es subjetiva. Es idealista. No es verdad.

Por ello, el monetarista piensa siempre en la confianza. El dinero es tal porque hay confianza. No porque tenga valor. Todas las variables macroeconómicas se comportan con base en la confianza y la oferta monetaria. Hasta el petro correrá esa suerte. Si hay confianza se revalorizará. Si no la hay su cotización caerá. No les pasa por la mente que la ganancia, la cuota de ganancia o beneficio, es lo que determina la afluencia de los capitales hacia un sector.

Por el contrario, las relaciones de intercambio obedecen a cuestiones objetivas. El cambio, específicamente, es el resultado de esa dialéctica hombre naturaleza. Se produce y se consume. El consumo social supone el cambio. En las relaciones capitalistas está sujeto a equivalentes de bienes privados. Recordemos que la producción supone el consumo. El consumo producción. Media el cambio. En cualquier caso, la satisfacción de la necesidad determina la realización del valor de uso del bien. La confianza va implícita en esta relación. Entre competidores te verás. Por lo que unos brindan más confianza por la calidad del producto, por el precio o por el engaño.

Mientras, quien invierte, lo hace para acrecentar sus riquezas. Para obtener un beneficio realiza la inversión. Donde el beneficio sea mayor, la tasa de beneficio, allí se localizarán los capitales. Por eso los capitales de los países más desarrollados del mundo, se localizaron en China, muy a pesar de que no había mucha confianza, por tratarse de una nación supuestamente comunista. Obreros baratos, los más baratos del mundo, condiciones para ser explotados de manera inmisericorde, materias primas baratas, valen el riesgo. Todo lo cual anunciaba una tasa de ganancia superior a la alcanzada en las bases nacionales de los capitales, suficiente aliciente para invertir.

El dinero, por su parte, ante todo, es tal en tanto posee valor. Ello es lo que le permite ser equivalente de todos los valores. El papel moneda, el dinero electrónico, la masa monetaria, a su vez, es representativo de un valor concreto y debe corresponder con las necesidades de transacción de un volumen de mercancías reales. Pero debe ser expresión de una determinada magnitud de valor. Si el ente emisor, en nuestro caso el Banco Central de Venezuela produce dinero fiat, en forma de papel moneda, electrónio y el que permite en la banca, por encima de esa masa de riqueza y de la economía real, se produce inflación. Muy por encima, hiperinflación.

Para concluir, las medidas monetaristas de Maduro conducirán a más destrucción de fuerza productiva. Esto es, la única ventaja comparativa que sacará el país de estas medidas será más pobreza para sus trabajadores. Buscan atraer capitales mientras siguen favoreciendo la importación. El mercado interno seguirá siendo principalmente de otros.

Pero también aumentarán la resistencia del pueblo, sus luchas y el perfil que adquirirán por la salida de Maduro y las mafias del poder. Se afianza el sueño de la gente por un mundo mejor, por desarrollo y bienestar.


Tomado de Efecto Cocuyo 

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