La unidad nacional que requiere el país debe estar estrechamente atada, por lazos inseparable, a un amplio movimiento asambleístico, cuyo objetivo inmediato, claro y sin guabineo, debe ser la Rebelión Democrática contra la dictadura de Maduro.

Solo una unidad de este tipo garantizará la más amplia participación democrática, hoy negada por la particular y estrecha visión unitaria de los hegemones. No se trata de complejas relaciones, ni enmarañadas y complicadas formas de organización, a la que nos condicionan los tecnócratas de los partidos hegemónicos, tampoco se trata de encumbradas teorías, ni inútiles debates ideológicos, el pueblo, el ciudadano, el hombre y la mujer del barrio y de la urbanización entienden, sin ambages, que no se trata de eso.

Se trata de una cuestión muy sencilla, es tan sencilla, que solo gente sencilla, modesta, clara de pensamiento, de interés colectivo y solidario, como lo es la mayoría de los venezolanos, entiende sin prejuicios ni mezquindad. Solo gente y partidos políticos, cuyo interés, no es el interés común, no lo quieren entender, ni lo entenderán, porque sus particulares intereses ciegan su raciocinio y con él su práctica política.

Solo basta oír hablar a 3 o 4 personas, ciudadanos del día a día, de distintos «estratos sociales», de las bases de los partidos políticos, de distintas organizaciones sociales e ideologías, incluso a los maltratados y también humillados partidarios del régimen, para darse cuenta de lo fácil que es, en estos espacios de la práctica política, ponerse de acuerdo sobre los  problemas que aquejan y en consecuencia emprender acciones política de lucha, , y esto es así, porque al pueblo lo unen los intereses del pueblo.

La unidad para salir de esta dictadura se materializa reuniendo a esas  personas en cuanta cantidad sea posible, invitando a más cada día, para debatir en asambleas, sobre estos  problemas, necesidades e intereses; del gremio, del sector, de la calle, de la comunidad, del pueblo y del país, unificando ideas, planes de luchas, programas mínimos sobre temas comunes, democratizado la participación, esa que tanto requiere el país para debatir los pequeños y grandes asuntos comunales y nacionales. Solo se requiere voluntad, disposición, buen método y organización.  La unidad que reclama el país, es la unidad que lucha desde cada espacio por el cambio político, que promueve cada vez más líderes y dirigentes sociales, que no le teme al protagonismo de los ciudadanos, que promueve las iniciativas, que diversifica y articula las luchas, que denuncia los problemas de la gente, que acompaña cada movilización, sin el perverso calculo político electoral o partidista; la unidad debe está guiada por nobles deseos y esperanzas de una mejor vida.

Esa es la unidad  en la que  piensa en todo momento el venezolano desprendido del individualismo partidista. Esta unidad no debe estar con rodeo, deshojando margarita, su objetivo y aspiración debe ser  salir lo más pronto posible de la dictadura hambreadora. Eso quiere la mayoría nacional.

Pero hay algunos que se empeñan, con premeditada resolución, en contrariar la disposición del pueblo a cambiar el gobierno y el régimen, y han configurado una unidad para negociar, para convivir con el régimen, para detener la organización de base de la sociedad, para detener las luchas de los venezolanos, para alargar la agonía de los enfermos, de los hambrientos, de los humillados, de los reprimidos, calculando con saña y malicia, sus ganancias en cuotas de poder, mendigando de rodillas, casi con súplicas, las elecciones que les corone su gran «esfuerzo patriótico y democrático»  en alcaldías y gobernaciones, por sobre los nobles cadáveres de una sociedad que a pesar de las inconsecuencias, de estos ilustres unitarios, todavía les brinda su confianza.

Todavía es tiempo de dar un paso al frente, los venezolanos aguardamos que reflexionen y rectifiquen, pero no estamos atados, avanzamos por distintas rendijas. Las sociedades se desmoralizan, pierden la confianza y las esperanzas, pero rápido se reponen y vuelven con más fuerzas, como bravío caudal va buscando su cause, se dispone, se reorganiza en la marcha, identifica sus vanguardias y sus partidos y sectores aliados, va sumando las energías contenidas y con todo su poder derrumba los diques que buscan contenerlo y rebela sus poderes creadores.

Nuestro papel, en este reponerse, es el de ser protagonista de esa unidad democratizadora de la sociedad, unir a los luchadores y ser constructor de un gran movimiento nacional, que en soberbia rebelión democrática contribuya a salvar la patria y abra los caminos, de la reconstrucción nacional.  Convoquemos a todos estos hombres y mujeres, que pueblan y luchan, a esta conspiración democrática contra la dictadura, que todas las luchas sean nuestras luchas, que cada espacio sea el espacio de una asamblea, que cada esfuerzo sea el aliento de la rebelión democrática.

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