La economía como ciencia es una cosa. Como apología o política económica es otra. Son dos cosas diferentes. La ciencia económica, desde sus fundadores, principalmente Smith y Ricardo, pasando por Marx y Lenin, siempre atendieron el asunto de manera tal que fueron a las determinaciones de la producción y la circulación. Con todo y que los clásicos ingleses definían que lo fundamental se encontraba en la esfera de la circulación, se vieron obligados a atender el asunto de la producción. De allí su ley del valor. Dialécticos sin querer, podemos decir. Marx, por su parte, junto a su compañero Engels, desde un principio atendieron la cosa dialécticamente, ubicando que en primera instancia el hombre debe comer para pensar. Debe producir. Aunque producir es consumir y viceversa. Asimismo, para que haya producción y consumo debe haber distribución y cambio.

Comprender esto, tan sencillo, es lo que permitiría atender la crisis venezolana y su salida de manera humana y nacional. Bajo el lema, producir para comer. Eso permitirá atender el problema más acuciante que sufre el pueblo pero también permitirá echar las bases para salir de la crisis sin causar nuevas penurias a los más necesitados. Sin mayor deuda externa. Sin dolarización. Sin privatización. Sobre todo, sin pedirle al pueblo que se apriete más el cinturón.

A quienes plantean la salida patibularia, se les escapa aquello del ahorro social. No se percata el economista de que la crisis no alcanza a la banca. Parecen querer sustituir a un gobierno que favorece como al que más a la banca en sus negocios que la alejaron de su función de intermediario para la financiación, para seguirla favoreciendo de la misma manera. Siendo la peor tragedia imaginable, muchos ven la solución solamente en la esfera de la circulación y en favor de los oligarcas de siempre.

La lógica del liberalismo no logra frenar las leyes de la acumulación, la concentración y la centralización. De sus consecuencias, sobre todo expresadas en la crisis y la hambruna nacional. Por eso la salida es intuitiva, llevar la crisis a lo más profundo para luego reflotar sobre muchos cadáveres.

Y es que ver los problemas en economía en función de resolverlos supone el imperio de intereses concretos. De allí las diferencias. La lógica del liberalismo parte de considerar como naturales las leyes del funcionamiento del sistema burgués. Luego, ¿para qué la política económica? El aporte de Keynes, en función de los intereses del capitalismo monopolístico, se evidencia en el hecho de que quien lo eleva a su máxima expresión haya sido Hitler. Aunque Keynes hubo de reconocer que imperan tendencias las cuales deben ser atemperadas, pero no superadas. No rompe con la dogmática de manera radical, pero sí la deja maltrecha.

Por lo que se trata, desde esta perspectiva, de afianzar las tendencias del desarrollo capitalista en términos abstractos y en las condiciones concretas de la dependencia, de la ideología de la globalización. De allí que se parte de dogmas o axiomas que, como verdades absolutas deben ser asumidas independientemente de sus consecuencias humanas. Todo lo cual explica la propagación de ideas económicas, políticas y medidas específicas para atender la problemática nacional ante un eventual gobierno alternativo que causan terror.

Por eso urge alertar y proponer una alternativa que nos pueda conducir a una superación de la crisis sin causar más estragos al pueblo y caminar hacia la soberanía nacional. Venezuela cuenta, para alcanzar este sueño, con las dos determinaciones fundamentales, riquezas naturales y el hombre trabajador. Suficientes como para pensar la salida sin seguir exprimiendo a la gente. La contingencia, la hambruna, aparte de la solidaridad internacional, debe de ser atendida con la idea de que contamos con las tierras y los medios financieros para producir alimentos de manera contingente, hasta saciar la demanda nacional. Se trata de un plan que atienda la urgencia, que, antes que nada, nos saque de la penuria, meta que debe ser alcanzada en un ejercicio fiscal, lo que permitirá, a su vez, echar las bases hacia la soberanía agroalimentaria.

Si contamos con la ética que supone este camino, hasta convertirla en fuerza material, seguro que podremos lograrlo. Quienes dirigen, de asumir un compromiso en favor del interés nacional, popular y de servicio público, se convertirán en vivo ejemplo para configurar la fuerza material en que se convertirán los trabajadores y el pueblo. Que no haya razones para robar, que existan quienes dan el ejemplo. Ese es el primer elemento a construir, tal vez el más difícil.

En segundo lugar, una nueva democracia que, basada en su ejercicio directo, garantiza la participación ciudadana en la conducción del país y en la toma decisiones. Democracia que permite, a su vez, elevar la cultura del pueblo para el ejercicio democrático. Esa debe ser la propuesta política en correspondencia con el objetivo general de alcanzar una Venezuela para el desarrollo, la democracia y el bienestar.

La base material que debemos plantearnos no puede ser otra que construir una nueva Venezuela desarrollada, lo que pasa por alcanzar la revolución industrial. Meta inicial dentro de este propósito es la diversificación del aparato productivo.

El centro de esta política debe ser la de crear condiciones para la concentración de los capitales, lo que no es más que la puesta en marcha de la máquina para la producción. Todo lo cual pasa por la vivificación del crédito. Que la banca cumpla con su papel de intermediario. Eso es básico en economía. Tasas de interés atractivas que permitan que fluya el crédito para la inversión. Además, la concentración supone una disposición de los trabajadores. Esto es, que, en correspondencia, debe formularse una política fiscal y monetaria que descanse en el impuesto sobre la renta y no en la presión tributaria. Esto es, el aumento de la producción permite una mayor recaudación vía impuesto. Mientras, una disminución de la presión tributaria, particularmente el IVA permite un incremento de la capacidad de demanda social. Siendo, a su vez, un estímulo a la producción.

En esta perspectiva, el signo monetario recibirá una fortaleza infranqueable. El crecimiento y desarrollo económico, la reducción de las importaciones y un equilibrio fiscal basado en la producción hacen que el bolívar se vaya fortaleciendo a una velocidad correspondiente. Crecimiento es igual al respaldo que garantiza su fortaleza. Economía real, economía productiva, circulación en consonancia.

Una nueva relación con el sector externo de la economía es fundamental para el desarrollo de esta política. La protección del aparato productivo y el mercado interno para la producción nacional, fuerza una política que sustituya las importaciones de bienes finales.

Desarrollo de la industria petrolera, su diversificación y aprovechamiento que brindan las superganancias del negocio para la inversión productiva, ese debe ser el centro de la política para el sector.

La política minera, sobre todo en relación con el llamado arco minero, debe ser revisada de manera perentoria para frenar el contrabando, la explotación indiscriminada, los daños ecológicos ya causados y su carácter antinacional y mafioso.

Grosso modo, estas deben ser las orientaciones para la reconstrucción nacional. Para echar las bases del desarrollo y el bienestar.

Tomado de Efecto Cocuyo

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