Por: Carlos Hermoso
La creatividad del gobierno es ciertamente grande y cada vez
más «revolucionaria». Y es que la cosa no es fácil cuando se busca mantener
el discurso socialista mientras se traspasa la riqueza a la oligarquía. Nicolás
y sus ministros dicen que lo de la subasta de dólares es para ayudar a los pobres.
En primer lugar, son consecuentes quienes idearon esta medida
con una teoría de un Nobel de economía, William Vickrey, quien desarrolla la tesis
según la cual «…las asimetrías en la información son frecuentes y
complican el problema de la toma de decisiones», por lo que se busca que el
demandante incida en el precio de un activo mediante la sinceración de su oferta.
Asi, con la creación del Sistema Complementario de Administración de Divisas
(Sicad), se busca resolver el otorgamiento de divisas mediante la legitimación de
un nivel de devaluación.
Debemos comenzar por acá ya que nos coloca frente a una evidencia
clara de que la base teórica de la política económica del gobierno, y de este tipo
de mecanismos que favorecen a las élites, sale de quienes piensan en función de
afianzar la centralización de la riqueza en cada vez menos manos. En este caso,
de quienes teorizan en función de la especulación monetaria y financiera.
Reivindican aquello de que un componente vital del capitalismo es la usura y, éste
es uno de esos mecanismos que, siendo fruto de la creatividad de un apologeta de
la oligarquía financiera, se aplica bajo el argumento contrario, o sea, de una mentira
según la cual se trata de un instrumento ideal, ya que «estas divisas no
son para atender un mercado paralelo, sino para la economía real, de
exportación, para las necesidades de la población y para su beneficio social»,
según palabras de Nelson Merentes. Pero, detrás de estas subastas, participarán
con fiereza quienes se guían por el afán de lucro, por lo que estas divisas serán
usadas para afianzar la economía que se ha configurado hasta ahora, nada cambiará.
¿O es que alguien cree que la subasta concita ideas de patria en quienes participan?
Así, subastar 200 millones de dólares a 383 empresas con
precios entre Bs. 12,00 y Bs. 15,00 por dólar, supone un buen arranque de una medida
que busca no otra cosa que seguir transfiriendo dólares preferenciales en relación
con el dólar paralelo a quienes buscan importar bienes finales, o medios de producción.
Pero, a su vez, representa una devaluación; la legitimación de una nueva devaluación
mientras la otra, la que existe como innumerable, sigue su camino con base en esta
nueva determinación. Por lo pronto, el dólar llega a 15 en la subasta pero se mantiene
en 24 en el negro. Sucede que la demanda de dólares se calcula en el orden de 100
millones diarios. Apenas se subastaron 200, por lo que la presión de demanda continúa
incrementándose. Para colmo, en la semana entre el 1ro y el 5 de abril no hubo nueva
subasta, por lo que se mantiene la presión de demanda sobre la divisa.
Aunque no es propiamente una subasta como las más conocidas,
ascendentes, digamos, sí se inscribe en el ambiente casino en que se mantiene la
economía mundial. Se trata de una nueva perversión para transferir dólares a los
ricos para que, manteniendo un nivel de importación en rubros importantes de bienes
finales, se hacen más competitivos como vendedores quienes se ven favorecidos, en
relación con otros importadores que deberán recurrir al mercado innombrable. Es
así en tanto que en una subasta gana quien oferte por encima del resto de participantes,
y eso lo logra el más rico. Mientras, la capacidad importadora en relación con rubros
de bienes de demanda masiva se mantiene por la vía del dólar preferencial otorgado
vía Cadivi, que también favorece a los más ricos.
El mecanismo utilizado por el Gobierno para subastar dólares tiene una historia controversial, teniendo en Nueva Zelanda una experiencia negativa cuando el gobierno subastó el espectro radioeléctrico en 1990: «El resultado fue catastrófico, pues los economistas teóricos que escogieron el sistema no habían contado con la naturaleza humana: El público neozelandés quiso saber por qué un licitador que había ofrecido por su licencia 100.000 dólares neozelandeses, finalmente sólo debía pagar por ella 6 dólares neozelandeses y por qué otro que había ofrecido 7 millones de dólares neozelandeses sólo tuvo que desembolsar 5.000 dólares neozelandeses» (Un poco de historia: Las subastas Vickrey. http://www.rankia.com/blog/subastas-judiciales/374460-subastas-vickrey-poco-historia)
Se trata, en definitiva, de repartirse de manera variable los dólares que escasean cada vez más, lo que no rompe con la esencia del esquema económico neoliberal que el régimen llama «modelo socialista». Se trata de una asignación que hace pensar en la existencia de controles perversos toda vez que es susceptible que quien participa en la puja para obtener un monto, puede ser conocido por el órgano subastador ya que las empresas participantes deben estar inscritas en el Registro de Usuarios del Sistema de Administración de Divisas (Rusad). El otorgamiento es un tanto discrecional ya que, según afirma el ministro Giordan, este mecanismo, «…permitirá jerarquizar y priorizar la asignación de divisas a los sectores económicos que garantizan nuestro crecimiento y correcto funcionamiento de la economía». Entiéndase, priorizar con base en criterios gubernamentales, los mismos que han sumido a la economía venezolana en el camino de la dependencia de la importación.
Recordemos que anteriormente el otorgamiento de dólares se realizaba mediante la adquisición de bonos de deuda y mediante el mismo mecanismo, que atendía 20% de los requerimientos del mercado cambiario que fue suspendido en febrero por supuestos hechos de corrupción. De tal manera que mediante el mismo esquema Vickrey se busca otorgar un volumen de divisa que puede ser similar a aquél, que bien puede mantener los ritmos de importación de rubros para el consumo sin que varíe el curso de la economía.
Lo esencial de un gobierno se aprecia en la política económica. De si está a favor de una clase u otra. A favor de un sector de la sociedad u otro. Por eso nos preguntamos, una vez más, ¿cómo alguien que se asume como de izquierda no es capaz de dejar a un lado la palabrería y quedarse con los hechos para juzgar este régimen? ¿Será que no quiere ver? «Los ricos miran mejor a los pobres…», es el argumento de muchos, pero eso, evidentemente, no basta. Es más, es nada. Los ricos, de vez en cuando, deben ver a los pobres con cara de circunstancia. Hasta de buena manera. Eso les permite legitimar lo establecido. Pero ello no cambia un ápice las relaciones sociales y la condición de un país en el contexto internacional.
Este mecanismo de otorgamiento de divisas es una muestra de dos cosas: que el gobierno mantiene su rumbo en favor de los grandes capitalistas y de una Venezuela dependiente de la importación; y que, por lo que se ha hecho con la economía, apenas puede hacer verdad esa sentencia de su inspirador, William Vickrey: “¿No creen ustedes que simplemente están reubicando las sillas del Titanic?”.

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