Resulta aventurado escribir acerca de un hecho histórico que está en pleno desarrollo y no ha dicho la última palabra, ya que al culminarse una fase del proceso anuncia nuevos desarrollos y hechos de significación. A su vez, estos desarrollos pudiesen desembocar en el inicio de una nueva época, dadas la magnitud de la crisis y la respuesta popular. Sin lugar a dudas, podemos afirmar que esta rebelión popular se inscribe en el objetivo claro de la idea de cambio, independientemente de que por su naturaleza esa idea no posea un contenido con definiciones aproximadas, pues ellas deben de venir de fuera, de la vanguardia política: el programa de Reconstrucción Nacional como guía y la orientación estratégica para alcanzar el objetivo y metas definidos de manera clara. A diferencia de la explosión social de febrero de 1989, en esta oportunidad estamos frente a un proceso donde la presencia de factores políticos y sociales encontró perspectivas para encauzar su desarrollo. Que en buena medida han orientado, aun antes de producirse. En lo sucesivo podrán incidir a tal punto que puedan convertir el componente espontáneo en una fuerza material capaz de cambiar lo establecido. Pero ya es papel de la vanguardia que ese cambio se inscriba en una dirección de progreso y bienestar para las mayorías. El factor plenamente consciente ―sólo por su incidencia y fuerza acumulada como vanguardia― podrá ser guía de su desarrollo y perspectivas. Pero no estamos solos. Aun en medio de procesos unitarios, los proyectos estratégicos que resumen los factores aliados apenas encuentran coincidencia plena con la del partido en la necesidad de superar el régimen. No es poca cosa, dadas las circunstancias, pero ello no supone coincidencia en la perspectiva que debe guardar la sociedad, al menos no ha habido avances en esa dirección.
Ahora, bien todo hecho
histórico suscita interpretaciones diversas. Por ser tal, por trascender,
obliga opiniones. Es motivo, por su repercusión, para que la gente opine. Desde
las más primitivas y cotidianas, hasta las políticas, de orientación burguesa
y, en general, subjetivas, hasta de quienes analizamos las cosas de manera
concreta. Esto es, en primer lugar observamos, y seguiremos viendo, las
interpretaciones de este hecho histórico de las distintas corrientes burguesas;
desde las más conservadoras e idealistas, propias de los agentes de la
oligarquía y el imperialismo, destacando, claro está, las interesadas del punto
de vista de la perspectiva del régimen. O de quienes coincidimos en la
orientación de la gesta, que, aun identificados en buena parte del análisis,
terminan por darle preeminencia a la cuestión individual, particular, y no a
las masas que responden, en última instancia, a condiciones objetivas. De allí
la asunción de protagonismos y exageraciones en lo referido a la capacidad
habida en cuanto a orientación política invirtiendo los términos. Cuestiones
que terminan por coincidir con quienes desde otras perspectivas de la oposición
acusan a La Salida como la que
propició deliberadamente la rebelión dentro de un plan golpista, dándole un
exagerado protagonismo, sin ubicar determinaciones que van más allá de
cualquier intención política. En cualquier caso, se le resta protagonismo a las
masas y a las causas que conducen a su respuesta.
Nos corresponde, a
quienes asumimos una posición de vanguardia, analizar el hecho y sus
perspectivas desde un punto de vista científico. El movimiento comunista
internacional ha sido una escuela en este sentido analizando los hechos de
manera objetiva y concreta para sacar el mayor provecho político, las
enseñanzas, corrección de errores, entre otras motivaciones para futuras circunstancias,
entre otras motivaciones. Para el partido, por su perspectiva y condición de
vanguardia en sentido nacional e internacional, es importante dejar
constatación del hecho, para lo cual el episodio debe ser analizado de manera
concreta: ubicando las determinaciones que lo configuran de manera precisa. Eso
es lo que permitirá ubicar sus perspectivas.
Son momentos en los
cuales la ofensiva gubernamental se ha encaminado a lograr perplejidad, por
decir menos, en la opinión internacional. En Venezuela este objetivo le resulta
más difícil dada la contundencia de los hechos, salvo en sectores fanatizados
que fácilmente practican la solidaridad automática o el alineamiento al mando.
La ofensiva comunicación es muy diáfana, contando el régimen con una clara
hegemonía en el control de los medios. Además, a estas alturas de los acontecimientos,
afianzada precisamente por el papel de los medios, resulta lamentable que
alguna gente con preparación educativa y formación intelectual caiga en la
trampa chavista, aunque se trate de un porcentaje muy bajo, las más de las
veces vinculado a sectores interesados de la oposición o del gobierno que se
colocan en cierto sentido “fuera de la polarización”. En general, se repite
aquella sentencia que hiciera el chavismo de crear una “realidad” favorable al
gobierno. Por ello, con su larga y nutrida experiencia y capacidad para
desvirtuar una percepción natural de los hechos, logra una vez más sembrar, a
decir lo menos, perplejidad, confusión y dudas a escala internacional y en
buena parte del chavismo y algún sector social que se encuentra a la
expectativa. Desde aquel dictamen, su trayectoria de crear una percepción en la
gente ajustada a sus intereses les obliga a alcanzar cada vez mayores espacios,
dada la pérdida de eficacia por la desaparición del líder, por lo que van controlando
los medios de comunicación de manera cada vez más abierta, dejando las fisuras
para tratar de evadir la caracterización dictatorial. Para ello se vale de
mecanismos expeditos entre los que destacan el chantaje económico, la amenaza,
la coerción, hasta el más “sublime”: la “identificación” ideológica. Pero
aquella eficacia ―alcanzada cuando contaban con la “magia” carismática y los
recursos para atemperar las contradicciones y el desánimo de sus seguidores― ya
no es posible, precisamente por la merma en los recursos y la ausencia de
carisma alguno. Hacen uso de la mentira más descarada para “igualar” la
percepción que crean con la contundencia y generalización de los acontecimientos.
Razones que hacen más obligante la rigurosidad en el análisis, no sólo por los
retos que tenemos por delante, sino por el compromiso a escala internacional
para esclarecer las cosas y mellar la ofensiva chavista, al menos en los
sectores democráticos, progresistas y revolucionarios.
Vale el comentario para
ubicar que el irracionalismo político ―o el irracionalismo como política― no es
exclusividad de uno u otro sector social. Pero es más dable en sectores de la
pequeña burguesía y del lumpen. En los primeros por la capacidad de
fetichización cuyo sustento lo encontramos en la forma mercantil. En los
segundos principalmente por el resentimiento. En cualquier caso, estamos frente
a una política de creación de irracionalidad en forma planificada. Es de esperarse
que un sector del chavismo se mantenga fiel a la orientación política del
gobierno aunque muchos de sus argumentos, señalamientos y acusaciones sean
falaces.
La rebelión realizada por
amplios sectores ―respaldada por mucha gente, que levantó simpatías en más, que
motivó la más amplia solidaridad con los estudiantes y la rabia frente a la
brutalidad represiva― queda como un hito histórico que renueva las pautas que
marca el movimiento popular venezolano a escala mundial. Se trata de una
rebelión cuya extensión geográfica y en el tiempo no encuentra parangón al
menos en nuestra historia. Eso no lo puede encubrir el régimen ni siquiera
escondiéndose tras excesos y proyectos con objetivos particulares. Importante
entonces analizar las cosas a profundidad partiendo de aquella sentencia según
la cual la cosa no se presenta como es. Es necesario desentrañar en su esencia
sus determinaciones para así poder ubicar sus perspectivas. Vaya pues un aporte
que busca clarificar lo fundamental de la rebelión democrática del pueblo venezolano,
desde la perspectiva de un comunista.
Consideraciones
ya dichas…
La crisis económica ha
alcanzado niveles alarmantes. Sus repercusiones no se hacen esperar en todos
los terrenos de la reproducción social. Las cosas a estas alturas resultan
sencillas de ser analizadas de tanto reiterar en el análisis desde que Chávez
llega al poder. Una política económica fiel, en materia del comercio
internacional y a su teoría del desarrollo, del célebre economista burgués David
Ricardo,  no podía conducir a otra cosa.
Así como los ingleses durante los siglos xviii
y xix impusieron al mundo entero
el libre mercado, basándose en la especialización de cada economía bajo el
precepto de las ventajas comparativas, el gobierno chavista ha seguido esas
orientaciones esta vez de China, Estados Unidos, Rusia, Brasil, Argentina,
principalmente. Así como los ingleses en su momento, y lo siguen haciendo,
impusieron a sangre y fuego el libre cambio, hoy lo hacen todas las potencias
imperialistas. Ayer se procuraban de gobiernos títeres antinacionales, que
participaban del negocio, en el mejor de los casos, como socios menores, hoy
practican exactamente la misma política sólo que obteniendo pingües ganancias,
de la fortuna ostentosa que exigen los grandes capitostes chavistas. Así, el
chavismo se convierte en un genuino representante de esta política en esta
etapa de la modernidad, sólo que lo enmascara bajo la férula del discurso
“socialista”. Especializan a Venezuela ―aun más de lo alcanzado por adecos y
copeyanos― como productora de petróleo y comprador neto de todo lo que
requerimos para sostener lo poco que queda del aparato productivo y para
satisfacer la demanda interna de bienes y servicios. La consecuencia ante la merma
de dólares producto de la ralentización de la economía, que incluye la
producción petrolera, es que ahora no contamos con muchos bienes finales para
satisfacer la demanda interna ni para mantener los ritmos de producción de lo
que queda de capacidad instalada. Escasez mediante, la economía, como nunca,
adquiere un carácter especulativo de manera superlativa. Estas cuestiones
resumen lo principal de la situación económica pero ni por asomo abarcan todo
el drama en que ha sumido a Venezuela el despotismo revisionista chavista.
Otra cuestión de gran
significación, imbricada en los acontecimientos actuales, es el comportamiento
del presupuesto nacional. El cada vez más amplio déficit y la reiteración de
una política económica destructiva del aparato productivo conducen a una
espiral inflacionaria que tiende a convertirse en hiperinflación.
Ante sus debilidades y en
medio de la circunstancia que hace tambalear sus cimientos, recurre el régimen
a la represión generalizada, la tortura de detenidos, la aplicación de medidas
jurídicas para limitar las protestas haciendo uso del poder judicial que
“interpreta” la Constitución a su conveniencia y dicta sentencia en relación
con este derecho. Son demasiadas las evidencias. Aparte de la mentira y la
represión, afianzan otra práctica del régimen: el fariseísmo político.
Tradición fascista que encuentra en la burda maniobra nazi de la quema del
Reichstag, el parlamento alemán, su figura emblemática, cuando acusa a los
comunistas de tal hecho, siendo ellos mismos los que produjeron esta acción.
Logran crear un clima
represivo que muestra su faz dictatorial, pero que ―por la dimensión que ha
alcanzado la disposición de las masas a seguir enfrentando al régimen y su
política y exigiendo cambio de gobierno― encuentra una respuesta inesperada que
no encuadra con el objetivo que buscan: frenar al movimiento rebelde. Con la
“interpretación” que hace el TSJ, la cosa queda aún más evidente: estamos
frente a un régimen dictatorial que cercena las más elementales libertades
democráticas, a nombre de un “socialismo” cada vez más falaz. Chavismo y
socialismo terminaron convirtiéndose en antagónicos, configuran una especie de
oxímoron. Son excluyentes. Contrarias.
En esta oportunidad, por
más capacidad que tengan, difícilmente podrán alcanzar la creación de un clima
de incertidumbre en relación con los hechos. No podrán esconder los problemas
nacionales y la respuesta popular por la contundencia con que se presentan.
Además, la crisis se profundiza. No logran superar problemas elementales y
explosivos como la inflación. Sin embargo, a escala internacional el efecto no
se hace esperar. La red a favor del régimen, bien engrasada desde Pdvsa ―integrada por sectores políticos
diversos, unificados en buena medida por los emolumentos que reciben―, logra
despertar cierta solidaridad en sectores progresistas a escala internacional
aun cuando la tendencia es a la mengua.
Cuenta el régimen con una
ventaja relativa en esta circunstancia. En momentos en los cuales la
colaboración se expresa de manera clara en muchos aspectos, el imperialismo,
fiel a sus principios, logra diseñar una estrategia que somete aún más al
chavismo a postrarse frente a la oligarquía internacional. Este es el resultado
de las articulaciones del capital que se configuran en el proceso de desarrollo
del capitalismo mundial, con la clara orientación de frenar la caída de la
cuota media de la ganancia, incremento de la explotación de los trabajadores
mediante. Ello es lo que explica que, en las circunstancias de enfrentamiento
feroz entre un bloque imperialista contra otro, existan nichos económicos para
el intercambio mercantil y el desarrollo de procesos de colaboración. Resulta emblemática
la relación con el régimen racista nazi de General Motors y DuPont, entre
otras, durante toda la Segunda Guerra Mundial. Buscaban estas y otras empresas
que Alemania derrotara a la Unión Soviética para ampliar así sus mercados.
Inevitable la derrota nazi, se apresuran los imperialismos británico y yanqui, para llegar
pronto a Berlín. Hasta allí, y aún más, duró la colaboración. Venezuela, por
ser área en disputa, encuentra en esta condición del imperialismo y del sistema
capitalista mundial el desarrollo de dos tendencias. De una parte ―dadas las
concesiones realizadas por EEUU a China y Rusia, en general al bloque Brics, que les ha permitido penetrar de
manera importante en la economía venezolana―, el régimen encuentra un relativo
respiro dado el “apoyo” brindado con base en esta articulación. Pero,
en segundo lugar, estamos,
en definitiva, sujetos al desarrollo de las contradicciones interimperialistas
para apreciar el comportamiento en una dirección u otra del imperialismo
estadounidense y de los otros bloques imperialistas, incluyendo el europeo.
«Apoyo», pero condicionado a las contradicciones de entre quienes
dependemos.

 

El cinismo, para
justificar la entrega del país a los chinos y demás socios del Brics, se basa en la vieja tesis
defendida por el revisionismo moderno según la cual el apoyo a un imperialismo
permite derrotar a otro y fortalecer la soberanía nacional. Desde los tiempos
de Tito en la antigua Yugoslavia se viene aplicando esta tesis. La historia de
este país es emblemática. Fue desmembrado y hubo de sufrir una de las guerras
más salvajes luego de la Segunda Guerra Mundial. Situación similar la sufrió
Libia. Hoy día Siria y Ucrania son reflejos de los resultados de esta política.
Venezuela ha perdido
soberanía frente a China, al punto de que, además de estar supeditados en
materia financiera y comercial, hemos entregado a los chinos la elaboración del
mapa geológico del país. El futuro de la explotación y comercio de buena parte
del petróleo, de coltan, entre otros elementos, estarán determinados en buena
medida por el imperialismo chino. Es más, los “amigos” chinos tendrán
información respecto de su ubicación geográfica antes que los venezolanos.
Ubiquemos,
de otra parte, que en varios
sectores de la oposición
venezolana, más en sectores que peculiarmente se identifican con la rebelión,
la idea anticomunista parece formar parte de un guión a ser cacareado aun en la
oportunidad menos esperada. Parecen seguir la orientación a pie juntillas para
atender una perspectiva que eventualmente puede tomar cuerpo. Esto es, no
propagan el anticomunismo para enfrentar la naturaleza del régimen chavista,
sino porque el imperialismo y la oligarquía deben estar atentos ante el avance
de alguna fuerza revolucionaria en medio de una circunstancia que resquebraje
las bases del orden instituido, cuyo sostén es el régimen chavista.
La oposición
en general, por su parte, en este contexto, se presenta más dividida que nunca. De una parte, nos
encontramos quienes hemos asumido la rebelión de la manera que nos fuerza la
circunstancia.
De otra parte se
encuentran quienes quieren seguir rindiendo pleitesía a los gringos, por lo que,
al seguir sus orientaciones se encuentran en un proceso que tiende a marcar la
descomposición del escenario unitario de mayor relieve de las fuerza
democráticas de los últimos tiempos, al menos en relación a como venía
comportándose frente al estado de cosas. Algunos factores parecen encaminados a
integrarse, negociación mediante de espacios en la estructura del poder.
Proceso iniciado, seguramente desde antes de la puesta en escena del diálogo
con el gobierno. Otros aún se encuentran en la disyuntiva de asumir una postura
u otra, esperando con visión oportunista los desarrollos. Con ello esperan no
perder terreno en alguna de las perspectivas probables
Otro factor político que
encuentra en su miopía argumentativa ideas que, por desconocedores de
cuestiones elementales de la ética política revolucionaria, terminan por
repartir porrazos contra el gobierno, la oposición colaboracionista y quienes
asumimos la rebelión popular como una experiencia previsible que demandó y
demanda de un alto sentido de responsabilidad. Esta pureza argumental, de
quienes dicen seguir siendo marxistas, recuerda el célebre dicho: “un tiro al
gobierno y otro a la revolución”, pero que deja pólvora para alguien más. Todo
sin tener incidencia alguna en los acontecimientos ni correr ningún riesgo.
Acerca de la
espontaneidad del movimiento de masas
Hemos afirmado que
resultaba sencillo predecir una circunstancia explosiva. En general hablamos de
la tendencia revolucionaria, de la crisis revolucionaria como dominante. Es
más, al respecto hemos dejado huella escrita de tiempo ha.
Más aún, orientamos al partido en esa dirección y adelantamos políticas
específicas al respecto. Las
tendencias objetivas hacían lo suyo. Permitían dibujar esa perspectiva. Más
cuando las limitaciones de la oposición política y de los sectores gremiales
afianzaban una respuesta de este tipo. El panorama anunciaba el dominio de lo
espontáneo, muy a pesar de que hubo, insistimos, sobre todo de parte del
partido, la previsión y la disposición política para dar cuenta de esta
tendencia. Eso lo podemos apreciar claramente en las iniciativas políticas
entre las que destacan: la firma, junto con otros sectores, de convocatoria a
Constituyente, el impulso de asambleas populares, las iniciativas en el sector
estudiantil, la orientación a todo el partido en función de avanzar lo más
posible en materia organizativa, entre otros aspectos. Podemos hacer un seguimiento
de nuestra política y sacaremos claramente la conclusión de que ciertamente
asumimos una posición de vanguardia más que predictiva. Ahora bien, todo ello
no niega el componente espontáneo de lo que se convirtió en una genuina
rebelión cuyo desarrollo anuncia una perspectiva de cambio cada vez más clara.
Los elementos objetivos
han sido el principal acicate de la circunstancia revolucionaria. En eso hemos
insistido en los documentos del partido de manera concreta. La crisis política,
por su parte, se va incubando al calor de aquélla pero contando con
determinaciones propias de la naturaleza de la estructura económica sobre la
que se erige el poder chavista. Viendo grosso modo algunas de las
determinaciones ya indicadas en otros escritos, la muerte de Chávez se convierte
en un factor que va a minar el régimen. Como indicamos en su oportunidad, un
despotismo que encuentra en la figura carismática del “gran hermano” un pilar
fundamental, se ve remecido frente a su salida de escena. Eso afecta un sector
nada despreciable en la subjetividad del sector chavista.
Una de las diferencias de
este episodio en relación con otros levantamientos o ascensos abruptos del
movimiento de masas en Venezuela es su contenido y expresión como forma de
conciencia. Se trata de un movimiento rebelde que resume un objetivo político
muy claro: salir del gobierno. Esto es así, independientemente de las
influencias políticas que van a incidir sobre él, de la propagación de
corrientes diversas que prenden en la gente dado su estado de ánimo, así como
los recursos de los que disponen para incidir en el movimiento, tanto
materiales como organizativos. No supone la rebelión más que una respuesta ante
la crisis general, la represión del gobierno, la agobiante problemática
económica, en la que destacan la escasez y la inflación, entre otras y
principalmente. No se ubican las masas rebeladas en una perspectiva estratégica
programática concreta.
En cualquier caso, de lo
que se trata es de establecer dos cuestiones, la relación entre lo espontáneo y
la incidencia de los factores políticos en general y de la vanguardia
revolucionaria en particular. Y, de otra parte el tipo de
espontaneidad en cuanto a su dimensión y motivaciones.
Como afirmara Lenin en su
obra ¿Qué hacer?: “la relación entre lo consciente y lo espontáneo
ofrece un magno interés general y debe ser analizado con todo detalle”.
Cuestión que nos fuerza a un ejercicio que permita establecer esta y otras
relaciones para apuntalar la comprensión de este evento, vital para la
perspectiva revolucionaria venezolana.
Partiendo de que “hay
diferentes clases de espontaneidad”, debemos ubicar en cada caso a qué
corresponde la espontaneidad y su grado de desarrollo. Además, partiendo del
criterio según el cual “en el fondo, el ‘elemento espontáneo’ no es sino la
forma embrionaria de lo consciente”, debemos ubicar el desarrollo desde esa
forma embrionaria en relación con la respuesta de las masas ante la
circunstancia concreta, hasta la conciencia en sí y para sí, como parámetro más
avanzado de los trabajadores, pasando por la gama que supone la conciencia en
relación con cada paso o fase concreta del desarrollo social y político, de la
lucha de clases y de la lucha política. Más cuando hay momentos en los que las
masas comienzan, decía Lenin, “no diré que a comprender, pero sí a sentir la
necesidad de oponer resistencia colectiva y rompían resueltamente con la
sumisión servil a las autoridades”. Que en primera instancia se corresponde con
el descontento y rebeldía que, en el caso que nos ocupa, se fue fraguando hasta
convertirse en rebelión. Partiendo de la afirmación de Lenin, según la cual el “elemento espontáneo” no es sino la forma embrionaria de
lo consciente, por lo que concluye que, más que lucha, es una expresión de
desesperación y venganza, debemos apreciar esta circunstancia en la experiencia
rebelde venezolana de estos tiempos.
En el caso que nos ocupa,
el carácter espontáneo del movimiento en sus inicios, como indicamos líneas
antes, no supone la inexistencia de orientaciones de los factores políticos.
Resultaría una flagrante mentira esta afirmación. Pero lo sería también
establecer que la orientación política fue lo que determinó el ascenso y
desarrollo del movimiento. Las iniciativas adelantadas por el partido se
articulan con el detonante sí. Sus consignas, que anunciaban el
desencadenamiento, quedan como huella indeleble en la conciencia partidista. Lo
dicho en el acto aniversario por Gabriel Puerta, secretario general del
partido, nos indica claramente que hemos asumido posiciones genuinas de vanguardia.
Hemos cumplido con el llamamiento de Lenin de ponernos al frente del movimiento
espontáneo de masas. Pero debemos reconocer que se trata de un fenómeno cuyo
componente espontáneo es indudable.
Los niveles de
conciencia, así como los que refleja la espontaneidad del movimiento de masas,
son relativos. La frontera entre el espontaneísmo primitivo y alguno que otro
objetivo político no supone que se haya alcanzado el estado de conciencia de la
vanguardia ni por asomo. En primera instancia, siempre el movimiento se orientará, cuando
hay tal, con base en las consignas. Dentro del movimiento puede haber, de
seguro hay, sectores que van más allá. Que logran comprender sus perspectivas. En esa dirección debe
ir la propaganda para elevar el nivel de conciencia de las masas en general y
en particular de los sectores avanzados, sobre todo cuando este tipo de
circunstancias permiten su mayor comprensión. Son tiempos en que se abre el
entendimiento dada la agudización de las contradicciones. Tiempos en que esa
frontera entre lo espontáneo y lo consciente no es de tanta dimensión. Si bien
es cierto este movimiento, siendo espontáneo, es superior, por los objetivos a
los cuales se aproxima, entre otros aspectos, al estallidos social del 27 de
febrero de 1989, sigue inscribiéndose en la espontaneidad, con todo y que en él
prenden y prendieron consignas diversas, de carácter político, de acción en
incluso de organización. Y es que hablamos de movimiento espontáneo cuando nos
referimos al que es el resultado de la acción humana que ciegamente responde producto
de las condiciones objetivas concretas que vive una sociedad.
Lo que sí debe quedar
claro es que la conciencia científica de la vanguardia prevalece por encima de
cualquier grado de desarrollo del espontaneísmo, aun cuando la vanguardia en esta
relación aprende de las enseñanzas que deja el movimiento. Es de allí, de esa
relación, que podemos extraer ―con base en el manejo científico de las leyes de
desarrollo del capitalismo y esas enseñanzas― las tendencias que marcan el
rumbo al que se dirige la sociedad. Pero no es posible alcanzar esta perspectiva
desde el movimiento espontáneo, por muy avanzado que sea su desarrollo. Esto
es, la guía no debe ser el movimiento espontáneo. La vanguardia debe colocarse
al frente del espontaneísmo. De no hacerlo será guiada por desarrollos ciegos
que desembocan en la derrota, como lo demuestra una y otra vez la historia. O
bien, por orientaciones provenientes de sectores cuyos objetivos estratégicos
son radicalmente diferentes a los nuestros, con los cuales podemos coincidir o
no, por la justeza o no del planteamiento. En medio de una lucha que, como en
cualquiera, siempre habrá confrontación por la hegemonía. En este caso, en
medio de procesos unitarios en los que apenas la búsqueda por salir del
régimen es el factor de confluencia.
Lenin ubica claramente la
diferencia de calidad entre lo espontáneo y lo consciente cuando afirma: “El
movimiento espontáneo de la clase obrera puede por sí mismo crear (e
inevitablemente crea) sólo sindicalismo, y una política sindical de la clase
obrera es precisamente una política burguesa de la clase obrera. El hecho de
que la clase obrera participe en la lucha política, y aun en la revolución
política, no hace en sí mismo que su política sea una política socialdemócrata
(…) [El]
camino revolucionario del movimiento obrero puede no ser el camino
socialdemócrata”. En ese momento una política socialdemócrata era la política
del factor consciente, de la vanguardia pues.
Para que exista una
elevación de la conciencia, como repitió Lenin una y otra vez, deben venir de
afuera. En nuestro caso, el nivel de conciencia de las masas, de los sectores
de masas que se aventuran a luchar por la superación del régimen chavista, no
se inscribe siquiera en ideas programáticas inscritas en el desarrollo y el
progreso, mucho menos son expresión de aquello que indicara Engels (citado en ¿Qué
hacer?
) al referirse al desarrollo teórico de los obreros alemanes de la
época comparándola con los obreros europeos:
“… los obreros alemanes
tienen dos ventajas esenciales sobre los obreros del resto de Europa. La
primera es que pertenecen al pueblo más teórico de Europa y han conservado en
sí ese sentido teórico, casi completamente perdido por las clases llamadas
‘cultas’ de Alemania. Sin la filosofía alemana que le ha precedido, sobre todo
sin la filosofía de Hegel, jamás se habría creado el socialismo científico
alemán, el único socialismo científico que ha existido alguna vez. De haber carecido
los obreros de sentido teórico, este socialismo científico nunca hubiera sido,
en la medida en que lo es hoy, carne de su carne y sangre de su sangre. Y
demuestra cuán inmensa es dicha ventaja, de un lado, la indiferencia por toda
teoría, que es una de las causas principales de que el movimiento obrero inglés
avance con tanta lentitud, a pesar de la excelente organización de algunos
oficios, y de otro, el desconcierto y la confusión sembrados por el
proudhonismo, en su forma primitiva”.
De allí que tarea del día
es la educación permanente de las masas, ubicándola en una perspectiva de mayor
dimensión que la mera superación del régimen imperante. Elevar el nivel de
conciencia implica entonces entronizar en la conciencia de las masas no sólo la
necesidad de superar el régimen, sino también la perspectivas luego de su
superación, así como el camino estratégico, en general, junto con la educación
en torno de las formas de lucha y organización, aunque la fundamental de ellas,
y otras, termina apareciendo también de manera espontánea, refiriéndonos a las
asambleas populares.
Para que la conducción
sea acertada, desde la perspectiva revolucionaria, la vanguardia debe estar
pertrechada en la teoría científica del proletariado y tener capacidad orgánica
de conducir el movimiento. No basta con la claridad política que se desprende del
riguroso manejo de la teoría revolucionaria. Para que la labor de conducción se
oriente hacia objetivos definidos desde esa perspectiva, la vanguardia ha de
contar con suficientes cuadros arraigados en el movimiento real de las masas.
El partido debe contar con una estructura lo suficientemente extendida
geográfica y socialmente que le permita orientar al movimiento y darle cauce
para alcanzar objetivos y metas en correspondencia con las posibilidades que
brinda el movimiento.
Una de las conclusiones
que podemos sacar de lo acontecido es que este ascenso del movimiento de masas
expresado como rebelión, siendo bastante generalizado, no logra romper con la polarización.
Lo que se convierte en una determinación que impide que su trascendencia sea
mayor. Eso también obedece al carácter espontáneo del movimiento. Si la
orientación política fuese mayor, de seguro la superación de la polarización
hubiese sido planteada como meta. Lo que supone la entronización en la
conciencia de amplios sectores chavistas de la idea de superar al menos
problemas acuciantes del pueblo mediante un cambio de gobierno. En el mejor de
los casos, si nos aventuramos a tomar como referencia los resultados
electorales en San Cristóbal, estado Táchira, y San Diego, estado Carabobo,
sectores del chavismo comienzan a inhibirse, mientras que amplios sectores de la
oposición participan en la lucha callejera sin descuidar la cuestión electoral.
Un movimiento de esta
naturaleza, cuyo componente espontáneo es innegable, no supone la inexistencia
de condiciones como para que factores diversos, como hemos indicado, busquen
hacerse de la hegemonía del movimiento. Claro, su extensión impide que tal
incidencia lo abarque de manera considerable. Pero la intención ha estado presente
afectando sensiblemente las posibilidades unitarias y de coordinación. Por ello
no se logra tampoco unificar políticamente al movimiento estudiantil, ni
siquiera a sectores de vanguardia de los estudiantes.
De otra parte, el
carácter espontáneo del movimiento no niega una posible existencia de ideas
promovidas por el imperialismo, particularmente estadounidense, buscando sacar
provecho de la circunstancia. El imperialismo no se ata a un solo plan o
perspectiva. Pudo haber participado en un acuerdo interimperialista con miras a
salvar a Maduro. Tratándose de una situación como la venezolana en la cual los
nexos de dependencia son compartidos ―el país es área en disputa, pues―, bien
pueden los estadounidenses acordarse con chinos, rusos y alemanes y otros,
mientras estimula eventuales opciones muchas veces resultado de procesos
independientes de los actores como es el caso que atendemos. Sin embargo, no contamos
con evidencia alguna de la injerencia directa de Estados Unidos en el
movimiento desarrollado desde febrero a la fecha, lo que no niega que pueda
haber ayudado a sus agentes, amigos, o como se quieran designar a los que
atienden sus dictados. En medio del desarrollo de los acontecimientos una
corriente que no perdió oportunidad para incidir en el movimiento en la
introducción de ideas erróneas fueron los anticomunistas de diversos signos.
Otro elemento a
considerar es que, una vez más, se pone de manifiesto aquello de que las formas
de lucha no marcan una corriente ideológica. Así como la guerrilla, tal vez la
forma de lucha más identificada con las ideas revolucionarias, aunque se
perciba como exclusiva de sectores identificados con la causa popular termina
siendo utilizada por factores contrarrevolucionarios, cualquier forma de lucha
encuentra utilidad para una u otra corriente política con base en la situación
concreta. Dado el componente espontáneo, las formas de lucha han tenido un
desarrollo marcado por cuestiones un tanto primitivas como la preservación de
quienes protestan frente a la arremetida represiva, sobre todo de los
motorizados armados del régimen, los mal llamados “colectivos”. O bien, siguiendo
tradiciones de procesos anteriores. Junto a la movilización y las asambleas, se
implantó la llamada guarimba que se convirtió en un símbolo de la
rebelión muy a pesar de su carácter controversial que conduce a contradicciones
entre los habitantes del sector y contraproducente con emergencias elementales
al verse afectadas movilizaciones y tránsitos diversos.
De otro lado, hay
episodios, hechos y personajes que se escapan de lo fundamental del proceso y
son utilizados por críticos de la rebelión, desde el gobierno e incluso desde
la oposición colaboracionista, que les sirven para generalizar e identificar
los acontecimientos como el producto de planes concretos de fuerzas políticas
orientadas a una salida violenta que desconoce los procesos democráticos.
Cuestiones que son aprovechadas por el chavismo y su inmenso aparato de
propaganda para presentar la rebelión como un episodio azuzado, propiciado,
dirigido y ejecutado por quienes siguen las orientaciones del departamento de
Estado estadounidense. Con ello busca el chavismo presentar una respuesta
generalizada de las masas como un plan previamente elaborado. De igual manera
en eso se apoyan quienes buscan integrarse al orden político chavista como
socios menores.
En otro sentido, debemos
establecer algunas precisiones conceptuales que nos permitan analizar este
episodio así como sus perspectivas y nuevos desarrollos. Una cosa es la
resistencia, otra la rebelión. La resistencia supone preservación frente a la
superioridad de un enemigo que busca liquidar una expresión política, étnica o
social. La resistencia no necesariamente se expresa de manera tan virulenta y
explosiva, como una rebelión. Bien puede existir resistencia durante siglos, en
cuyo desarrollo se pueden presentar rebeliones o sus expresiones violentas.
Esta experiencia nos
indica la combinación de una rebelión popular que ha contado con el protagonismo
del movimiento estudiantil, con muestras claras de resistencia civil.
Independientemente del componente de clase, se trata de un movimiento popular.
La pequeña burguesía, más sectores estudiantiles en proceso de formación los
más de los casos de fuerza de trabajo calificada o no, forma parte del
movimiento popular. Sector que siempre ha participado en los procesos de lucha
del pueblo venezolano. En ambos casos, en la rebelión así como en el proceso de
resistencia, están presentes componentes espontáneos, como es de suponerse.
Históricamente a momentos ha habido planificación y perspectivas de formas de
conciencia avanzadas. Pero en ambos casos lo dominante es lo espontáneo, en
mayor o menor medida.
Por su parte, la
insurgencia y la insurrección forman parte de un plan concreto. Toma en cuenta
la espontaneidad pero su fuerza principal se configura con base en fuerzas
organizadas y dispuestas. Con un elevado nivel de conciencia y compromiso.
Una de las cuestiones que
nos fuerzan a recrear esta experiencia es lo atinente a la idea de que este
tipo de experiencias de seguro será materia de atención tanto por razones
científicas e históricas, como políticas. En cualquier caso la rigurosidad en
el análisis es fundamental para sacar las experiencias aleccionadoras del caso,
ubicar las limitaciones, sobre todo de la vanguardia, así como el rumbo que
debemos trazar para avanzar en el camino por la transformación revolucionaria,
una de cuyas fases más definitorias ha sido la estentórea rebelión popular
democrática.
Las perspectivas
Luego de cubrir una
etapa, la rebelión deja una estela de descontento y deseos de participación
política que es atendido de manera diversa y desde perspectivas políticas e
ideológicas antagónicas pero unidas en la meta general de salir del gobierno de
Maduro. El movimiento, en su conjunto, ve como factible alcanzar la victoria y
lograr esa meta. A esto se une que los factores políticos que asumimos ante el
movimiento, desde finales de 2013, posiciones de vanguardia o de avanzada intentaron,
al menos, guiar el proceso con no pocos aciertos, los cuales consiguieron
entronizar en buena medida algunas orientaciones, entre ellas la necesidad de
organizar asambleas populares, así como la combinación de diversas formas de
lucha acertadas y en correspondencia con las circunstancias en cada caso. Son
muchas las enseñanzas que va dejando este episodio de nuestra historia
reciente, así como muchos los avances alcanzados, siendo uno de ellos, por las
perspectivas en que están inscritos, los comicios en San Cristóbal y San Diego.
Espacios en los cuales la rebelión alcanzó una dimensión muy clara, al punto de
que el gobierno buscó acallar la protesta con el encarcelamiento de los
respectivos alcaldes. Los números alcanzados indican que la gente aumentó su
disposición a seguir luchando sin abandonar los mecanismos institucionales, uno
de ellos el electoral. Buena lección para quienes se muestran escépticos en
relación con las potencialidades del movimiento o que temen por las
perspectivas de cambio que brinda. En eso la burguesía y sus agentes, a pesar
del desconcierto y sus fracturas, logran atinar. Frente al temor por el
protagonismo de las masas, y que éstas sean guiadas por una vanguardia
revolucionará, a toda costa buscan restarle protagonismo o anular su acción.
Otros, desvinculados del movimiento, no logran apreciar su magnitud y prefieren
colocarse al margen, aunque rápidamente, cuando las posibilidades se los
permiten, se presentan como sus “orientadores”.
En cualquier caso,
reivindicamos, una vez más, que la situación venezolana debe ser atendida con
base en las posibilidades del desarrollo del movimiento de masas. Quienes ven
que sus posibilidades apenas dan para dejar una huella por la relativa
trascendencia que alcanzó, de seguro, tendrán que retractarse ante un empuje
que apuntala una perspectiva de mayor tenor. Son momentos en los cuales
calibrar su dimensión lo más exactamente posible es fundamental para definir la
línea política correcta. Las condiciones objetivas junto a la disposición de la
gente a seguir luchando anuncian nuevos episodios que pudiesen ser aún más
trascendentes.
Desde algunos factores de
la oposición, alternativas claras del imperialismo y la oligarquía, la
diferencia no es de la caracterización del momento sino de la política a
seguir. Como hemos indicado, el imperialismo juega varias opciones, tiene
varias cartas bajo la manga. Además, las posturas de un imperialismo u otro
están sujetas a los desarrollos acá o allá de sus conflictos por espacios mercantiles
y fuentes de materia prima, entre otros, que determinan sus actitudes en torno
de un área de influencia en perspectiva. Es por ello que, a momentos, se
producen acercamientos en una dirección que luego adquieren rumbos diferentes.
Eso explica en buena medida el comportamiento de algunos factores de la
oposición venezolana frente al régimen chavista. En perspectiva, por tanto, el
comportamiento de uno u otro factor político podría cambiar de actitud, a ello
debemos estar atentos. Ubiquemos que el posible agotamiento del diálogo y la
eventual negociación con el gobierno, coloca a algunos sectores de la
oposición, sino a todos, en una disyuntiva que puede tomar cuerpo en una dirección
que los aproxime a tener que asumir posiciones de confrontación con el régimen.
A su vez, la crisis general que vivimos, su profundización, bien puede empujar
a estos sectores de la oposición a la asunción de nuevas políticas que bien los
puede aproximar a procesos unitarios cuyas definiciones estratégicas
contradigan en mayor o menor medida sus posturas actuales.
Por su parte, la rebelión
democrática, una de las jornadas de mayor participación ciudadana y popular que
haya vivido la historia de Venezuela, si no la de más importancia en cantidad y
en su duración, parece marcar un nuevo horizonte de mayor conciencia y
amplitud.
Más allá de esta
circunstancia y de la profundización de la rebeldía ciudadana, las condiciones
objetivas parecen convertirse en un acicate de nuevos episodios. Al
comportamiento crítico de la economía y su profundización por las políticas
diseñadas por el chavismo, se unen los indicadores en pobreza. La inflación no
puede ser superada por otra vía que no sea la restricción del gasto fiscal lo
que conduciría a una explosividad aún mayor en servicios y pobreza, o bien
rediseñando la política económica que conduzca a niveles de crecimiento
acelerado que permitan superar la recesión ya aceptada por el Ejecutivo.
Inflación, escasez y paridad cambiaria resultan un coctel idóneo para la
especulación. Misma que sufren los sectores sociales que demandan bienes y
servicios diversos, desde los que requiere la gente pobre apenas para
reproducirse, hasta la que demandan los sectores medios cada vez más
empobrecidos. El endeudamiento público interno, por inflación y otros factores,
ya no puede seguir contribuyendo en la misma dimensión con la liquidez que
requiere el Ejecutivo, sin embargo, debe seguir creciendo en función de que
ello sostenga el sistema bancario que encuentra en esa cartera sus sostén, dado
el elevado costo del crédito que restringe la demanda del servicio de
intermediación. Crece la deuda pública externa y se compromete aún más el
presupuesto nacional en el presente y futuro. El análisis de la economía se
queda corto, sin embargo, frente a los indicadores de crecimiento de la pobreza
crítica y relativa. Ya es cosa reconocida por el Instituto Nacional de
Estadísticas, hasta ahora principal maquillador del comportamiento de la
pobreza y el empleo.
Estando a la expectativa
el movimiento que se ha levantado contra el régimen, estas señales que indican
profundización de la crisis general del capitalismo venezolano lo fuerzan no a
otra cosa que a prepararse para nuevos desarrollos. No sólo se trata de las
perspectivas del movimiento y su desarrollo, sino, más que eso, de lo que se
plantea como corriente acerca del futuro del país. Existen vacíos y deficiencias
en el movimiento y en quienes buscan dirigirlo. A nuestro juicio uno de los más
importantes es el de la unidad en torno de una propuesta programática con la
que se identifiquen las masas, lo que pasa por la disposición a asumir la
dirección del movimiento y la definición de un planteamiento estratégico claro.
El partido, por su parte,
debe convertirse en personalidad histórica en esta circunstancia. Esto es, debe
convertirse en vanguardia real del movimiento, en forma colectiva e individual.
Recordemos que la historia, cada momento histórico, construye su propia
personalidad en términos colectivos y de quienes logran asumir como individuos
el liderazgo del movimiento. Liderazgo y personalidad, desde el punto de vista
colectivo e individual. Papel que se alcanza en medio de una lucha por la
hegemonía en la conducción del movimiento, con la paradoja que
suponen los procesos unitarios. Conquista que sólo es posible para el partido si
logramos consolidarnos como vanguardia real, si entronizamos en la conciencia
de amplios sectores de las masas, nuestro programa político. Si nuestra calidad de dirección logra identificar sus perspectivas
y aspiraciones con nuestras consignas y símbolos. Ese papel, esa condición no va a ser fácil de alcanzar. Para ello debemos
poner todo nuestro empeño.
Todo ello pasa por el
fortalecimiento ideológico y teórico del partido, de sus cuadros y militantes.
El uso de la razón dialéctica nos permitirá comprender de manera más acabada y
cada vez más amplia la circunstancia revolucionaria que vivimos, en términos de
conciencia y voluntad colectivas. Es desde la razón acendrada en la conciencia
colectiva del partido de donde provienen esa fuerza y voluntad colectivas,
ciertamente en medio de liderazgos y desarrollos desiguales que, por distintas
determinaciones, se convierten en personalidad individual, que debe contribuir
a ese desarrollo. Pero no es desde alguna individualidad de donde proviene esa
condición indispensable en las actuales circunstancias que vive la sociedad. La
personalidad individual es tal como resultado de muchas condiciones, lo que le
permite convertirse en determinación principal en condiciones históricas
concretas. Por eso en la historia el líder revolucionario, ante todo, debe
brindar rigurosidad en sus planteamientos, debe existir coincidencia entre la
verdad científica en la atención de los problemas de la revolución y la
práctica en correspondencia, a partir de lo cual se convierte en personalidad
individual, sin tener que recurrir a la fuerza que ella supone dentro del
colectivo. Al menos así debe ser, y así lo corrobora la historia. Ello lo
demuestran Marx y Engels, Lenin y Stalin. Los grandes jefes del proletariado
mundial resumieron esa condición de personalidades, de líderes de la revolución
mundial, independientemente de que, en última instancia, es el legado teórico y
práctico lo que los convierte en trascendentes por la universalidad de sus
planteamientos y por lograr liderar una fuerza material en su oportunidad. En
el devenir de los tiempos, cuando sus ideas prenden en la conciencia de los
sectores avanzados de la sociedad también crean una voluntad de cambio en correspondencia
con la realidad. Sin embargo, aun cuando impera en el movimiento comunista tal
o cual personalidad por la condición de conductor por la magia, jefatura o
liderazgo de cada uno de ellos, trascienden, de manera concreta, por la razón
que tuvieron sus teorías y acciones en relación con los asuntos que abordaron,
cuya amplitud abarca distintos aspectos de la vida, de las distintas formas de
expresión de la materia, de lo humano y de las ciencias, aunque centradas en
los asuntos filosóficos, sociales, económicos y políticos, del partido y el
poder popular,
He allí el secreto para
que un colectivo consciente no desvíe su camino del saber científico y de la
práctica genuinamente revolucionaria en medio de maniobras, acuerdos y
compromisos con sectores que ideológicamente distan mucho de nuestra
perspectiva histórica.
En cualquier caso, si
bien es cierto que en el partido revolucionario marxista Leninista la confianza
y el optimismo provienen de la idea dialéctica y del dominio de las leyes de
funcionamiento de la sociedad ─lo que nos permite el diseño de políticas que
nos acerquen a la revolución social─, no es menos cierto que sin convertir la
vanguardia en una fuerza concreta, arraigada en el movimiento de masas, no es
posible asumir la hegemonía en su conducción. De manera más directa, fortalecer la vanguardia se
convierte, en las actuales condiciones, en la tarea principal.
Apuntes
personales de Carlos Hermoso

 

Abril y mayo
de 2014

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