El 20 de mayo se produjo una rebelión electoral.  Alrededor de 12 millones de votantes no participaron en el simulacro electoral ilegalmente convocado por la asamblea constituyente. Con esta rebelión, con esta forma de lucha legítima y democrática, la inmensa mayoría del electorado ratificó lo que las encuestas vienen diciendo: el repudio y desprecio nacional de más del 80% del pueblo en contra del gobierno de Maduro. Ha sido el acto de mayor desconocimiento popular a un régimen en la historia contemporánea de Venezuela.

Maduro y sus lacayos viciaron desde el principio ese simulacro electoral. Se valieron de la inhabilitación y persecución de los principales candidatos opositores, anularon la tarjeta de la MUD y la de varios partidos políticos para que no hubiera competidores. No conforme con ello y en conocimiento de que el pueblo no se iba a prestar a esa farsa, la dictadura se dedicó con una impudencia indescriptible, a inflar los resultados de la pírrica votación obtenida, comprando votos, coaccionando a los que son beneficiarios de programas sociales bajo la amenaza de quitarle el beneficio y usando descaradamente el ventajismo.  Ni siquiera sus mismos partidarios tienen la convicción de la legitimidad de este proceso fraudulento.

Con esta actuación, el gobierno suma un nuevo fraude a su ya larga lista de desafueros perpetrados contra la Constitución Nacional y la soberanía popular, deslegitimándose y profundizando aún más la separación entre la inmensa mayoría de los venezolanos y la camarilla mafiosa, tiránica y corrupta que pretende atornillarse en el poder a costa de lo que sea, en su infame afán de seguir repartiéndose las riquezas del país como botín de guerra, a costa de la pobreza, el hambre y el sufrimiento del pueblo, la destrucción de la economía nacional, las instituciones del Estado y las libertades democráticas.

A partir del 20 de mayo queda claro el camino: la lucha sin cuartel por la urgente necesidad histórica de sustituir el actual orden de cosas por un nuevo gobierno de amplia unidad por la reconstrucción nacional que reemplace esta dictadura que empuja cada vez más al país a un desenlace violento. La base de la crisis por el cambio se ha hecho infinitamente más amplia; sólo hay que afinar más la estrategia de esta inmensa mayoría popular.

En su agonía, el régimen se valdrá de viejas y nuevas estrategias para seguir aplazando la hora de su salida. Se sabe muy debilitado, carente de apoyo popular y para ello seguirán usando a algunos sectores políticos vacilantes, ambiguos, volubles y ambivalentes.

Tratará de seguir adulando con prebendas y migajas al sector militar y al pueblo, y al mismo tiempo aterrorizará, perseguirá y encerrará cuando expresen su descontento, cuestión que viene ocurriendo.

La liberación de algunos presos políticos se inscribe en esta estrategia de supervivencia del régimen. Tratan de quitarse presión internacional e interna. Buscan desesperadamente negociaciones con la comunidad internacional para librarse de las sanciones al mismo tiempo que afianzan sus relaciones de dependencia y entrega de soberanía a los imperialismos ruso y chino.

Con la rebelión electoral del 20 de mayo se deslegitima aún más el régimen y el dictador, pues el pueblo habló claro y contundentemente. Una amplia mayoría bien definida quiere cambio de régimen, cambio de gobierno. Este es el siguiente paso que una dirigencia o vanguardia política debe dar en una circunstancia como esta. Hablar sin ambages, sin cubrir con ningún velo la necesidad de un cambio político urgente que evite continuar con el sufrimiento de toda una población. Ocultar el verdadero sentimiento de cambio es engañarse a sí mismo y engañar al pueblo que desea derrotar todas las instituciones de la tiranía y proclamar su libertad.

Es este el espíritu, razón y ser de la puesta en práctica de los artículos 333 y 350 de la Constitución. Es también un deber y obligación de los militares venezolanos ponerse al lado del pueblo oprimido y hambriento contra los responsables de la destrucción de la patria y su  soberanía.

Venezuela tiene inmensos recursos para recuperarse en muy corto tiempo y a pesar de la rapacidad a que ha sido sometida, el futuro no puede ser otro que  el desarrollo, la industrialización, la soberanía, la paz y el progreso para todos los venezolanos.

 

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