Pareciéramos haber vuelto en el tiempo, haber regresado a lo peor de los años 80. Pero #AbajoElBipartidismo vuelve a ser consigna; debe ser retomada por quienes de verdad queremos una nueva democracia.

Desde el CNE, y en clara violación a la ley electoral y a la propia Constitución, se está impidiendo la existencia legal de partidos políticos, pues el proceso de renovación de los mismos que ha convocado el ente comicial hace imposible que las organizaciones minoritarias puedan existir.

Busca el régimen dictatorial con esta medida, determinar cuál es la oposición que permitirá que funcione legalmente. Es decir, habrá una oposición oficial. En este caso, será la MUD la única tarjeta que existirá y que se enfrentará al PSUV en los próximos comicios regionales y municipales (aún sin anunciar, por cierto), porque el proceso de renovación afecta a organizaciones opositoras y a partidos y movimientos afectos al Gobierno por igual.

Se instaurara así en Venezuela de forma definitiva -ya que en eso se viene avanzando desde hace algún tiempo-, un nuevo bipartidismo. Uno que le caería de perla a la dictadura, porque podrá argumentar que los partidos no se renovaron “incumpliendo con las normas” y que la democracia se fortalece.

Sin embargo, no es el bipartidismo de los años 80. Este es un bipartidismo que reproduce el lado más perverso de la concepción de democracia representativa que tanto ha criticado hipócritamente el régimen durante 18 años. Un bipartidismo mucho más despiadado, porque pone limitaciones para que el pueblo pueda constituir un partido político; porque la gente no tendrá otra opción que votar por los dos partidos determinados arbitrariamente por el régimen como hegemónicos. Ni siquiera cuando el “puntofijismo” se habría obrado tan perversamente.

Este es un bipartidismo que beneficia a los cogollos de ambas caras de la moneda, al hegemonismo de dos partidos (PSUV/MUD), y solo busca repartirse el botín de gobernaciones y alcaldías. El “negocio redondo” es sencillo: Maduro se queda en el Gobierno nacional hasta 2018 y la oposición oficializada por el Gobierno tendrá mayoría (sin duda) de las gobernaciones y alcaldías (si es que convocan a esas elecciones, claro).

En este contexto, tal vez permitan la existencia de algunos partidos “opositores” y oficialistas, para aparentar ante el pueblo y el mundo que existe “plena democracia”.

Ante esta aberración dictatorial es necesario construir una nueva democracia. Una democracia basada en las Asambleas Populares o Ciudadanas, que sean las semillas de un nuevo poder que de verdad determine el tipo de Gobierno en todos sus niveles (nacional, regional, municipal). Asambleas que sean totalmente autónomas, que estimulen el sano debate, que eleven la cultura de debate de la ciudadanía, que desplacen el electoralismo representativista de minorías hegemonicistas, en las que la más pequeña minoría se adueña de esa representación a punta de trampas y sobornos a una población llena de necesidades y hambrienta.

Ante la dictadura bipartidista que quiere imponer Maduro a través del CNE hay que activar un real poder popular, que no dependa del Gobierno, de partidos, de empresarios ni de intereses foráneos. Un poder popular que desde abajo se organice para impulsar una verdadera rebelión democrática que instaure un Gobierno de Reconstrucción Nacional, unitario, soberano, patriótico, democrático, y que enrumbe al país por el sendero del desarrolo, del bienestar y de una nueva democracia.

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