Cuando cumplí 12 años, alguien que no recuerdo me prestó una guitarra. Recién había desarrollado yo la inclinación a la música, impactado por las canciones de Silvio Rodríguez fundamentalmente. Luego de eso, ya a los 14 años y viendo que efectivamente era bueno en el instrumento, mi madre vendió su lavadora y escogió lavar a mano por unos años, para poderme comprar la guitarra que aún conservo impecable, protegida por su estuche. Con ella aprendí a tocar Fusil Contra Fusil, canción que hoy aún hace palpitar con fuerza mi corazón cuando la escucho.

Un compañero envió una supuesta respuesta de Silvio a Rubén Blades, que ha sido viralizada este 18 de febrero por el oficialismo madurista y que en realidad constituye un Fake News, de esos que acostumbra el chavismo difundir como parte de su estructura de propaganda y engaño. Difundida por el propio Presidente cubano Díaz-Canel el 18 de febrero de este año, en realidad se trata de una carta titulada Qué Fallo que Silvio Rodríguez publicó en 2014 en su blog personal, y que además fue escrita por el profesor cubano Guillermo Rodríguez Rivera. Está fuera del contexto actual. Sin embargo, la misiva ya la había leído y hoy veo necesario responder, al tiempo en que mi gran admiración por el poeta y revolucionario cubano se derrumba ante su terrible silencio, tan dañino para los socialistas como los gritos del propio Donald Trump, o quizás más.

A los 15 años tuve que decidir entre un examen de música en el Conservatorio Juan José Landaeta donde estaba becado, o ganar el Centro de Estudiantes del Liceo Gustavo Herrera en Caracas. Empujado entre otras cosas por las propias canciones de Silvio, por las ideas de justicia y revolución que viví de niño, escogí abandonar la música. No me arrepiento de mi elección, salvo que por el devenir histórico siento hoy como a quien le destrozan la guitarra, que Silvio es quien ha escogido muy mal. Mal las palabras y con mala marcha fúnebre de fondo.

Que fácil es escribir / algo que invita a la acción / contra tiranos, contra asesinos / contra la luz o el poder divino / siempre al alcance de la vidriera y el comedor, cantaba yo de chamo con mi guitarra. Era una dura canción del cantautor cubano. También tarareaba mi asesino es el pasado, pero con mano de hombre, cuando establecía a gañote, poema mediante, la diferencia entre una enemistad y el enemigo histórico, de clase. En la carta de 2014, que hoy se difunde como actual, Silvio reproduce lo siguiente: «Una revolución es un vuelco, una ruptura, un abrupto cambio de perspectiva. Es cuando los oprimidos dejan de creer en que los que mandan –los que los oprimen– tienen la verdad de su lado, y piensan que el mundo puede ser diferente de como ha sido hasta entonces». Propaga una excelente definición de lo que hoy (e igual en 2014) se vive en Venezuela. Sin embargo, tanto para Silvio como para quien escribe esa carta en su blog, parece que hoy solo es «revolución» lo que se arrima a su errante y desahuciada Cuba.

Pero no acaba ahí. La epístola dice otra gran verdad, y esta es como un templo: «Es imposible que una revolución haga felices a los dos grupos, porque la revolución va a dar justicia, y hacer justicia no es una fiesta de cumpleaños». Bajo este argumento se puede concluir fácilmente que en Venezuela nunca hubo una revolución. Ni el intento. Los oprimidos siguen oprimidos, algunos engañados con ser «jefes del Clap», pero oprimidos sin duda. Mientras, los «revolucionarios venezolanos» riegan fortunas milmillonarias en paraísos fiscales y se hicieron quizá algo más felices (y ricos por supuesto) que los que produjeron tanta infelicidad en las mayorías en nuestro país anteriormente. No se hizo justicia. No hubo presos por corrupción de la «cuarta». No hubo siquiera una nueva distribución de la riqueza, que no fuese simplemente pasar a nuevas manos, pocas y avariciosas, más que nunca.

Silvio, y ahora te tuteo, la era está pariendo un corazón y hay que acudir corriendo pues se cae el porvenir. ¿O es que no te has dado cuenta? Argumentaron a Rubén Blades en aquella carta que «tal vez fue María Lionza la que los mandó a bajar de los Cerritos, cuando el golpe de Estado de abril de 2002», para decirle indirectamente que despreciaba al pueblo. Este 21 de enero de 2019 también bajaron esos barrios, pero esta vez los recibió la «revolución» que tú defiendes con silencio sepulcral, a plomo. Solo en tres días de salidas de «los Cerritos» a la calle, murieron al menos 44 jóvenes a balazos disparados por un escuadrón de policía que hoy defiende a los Robespierre venezolanos. «Los tierrúos», como dicen que habla la «derecha» en Venezuela sobre el pueblo, son las víctimas del saqueo, del terrorismo de Estado y de esta gran estafa que significó el chavismo.

Y es bueno que hayan citado a Robespierre en aquella carta a Rubén. Ese gran revolucionario francés permitió, tras conquistar el poder casi absoluto en su país, el asesinato en la guillotina de uno de los más avanzados revolucionarios de la época, además de su amigo: a Danton, de apenas 34 años. Robespierre, quien terminó por ser víctima de su propia guillotina, fue el fundador del Terrorismo de Estado, ese que hoy padece Venezuela y que ha acumulado solo en muertes vinculadas a la acción política, más de 250 crímenes de Estado durante tres importantes levantamientos populares (2014, 2017 y 2019). Las víctimas no han sido los ricos oligarcas ni los agentes del imperialismo estadounidense. Las víctimas han sido jóvenes, en su inmensa mayoría pobres y con vagas y confusas ideas de libertad. Confusas, por cierto, por lo complejo y difuso de este terrible momento de la historia. Confusión causada principalmente por cartas como la que publicaste y que hoy pretenden hacer pasar por actual.

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Silvio reivindica de manera indirecta al publicar esa carta, la revolución social, pero inmediatamente plasman como «legitimidad» de la revolución los 18 procesos electorales que ha ganado el chavismo. Contradictoriamente a la idea de democracia socialista, que se fundamenta en las Asambleas y el poder directo de la sociedad sobre los destinos de la nación, querido poeta, se apoyan en la democracia burguesa, representativa y delegada, que no supone participación genuina por ser -amplia y demostradamente- susceptible de manipulación, limitada en participación real, y de tipo delegada, por lo que el ejercicio del poder real reside en el «representante» y no en los electores. Aquí parece que la revolución, que debe ser construida fundamentalmente por el pueblo o «por los de abajo» con su amplia y directa participación, la pasan también por alto.

«Una cosa es cantar y otra vivir lo que se canta», dice el profesor cubano. Ciertamente yo escogí vivir lo cantado. Por eso quizás escogí finalmente ser periodista y revolucionario en lugar de cantautor. Para «vivir lo que se canta». Así, supe por ejemplo que en febrero de 2013, 65 contenedores de comida para el pueblo se pudrieron en los puertos de Venezuela producto de la corrupción de los dirigentes de la «revolución» que Silvio defiende. La corrupción de los líderes chavistas es de tal magnitud que si se hubiese invertido el 10% (unos $200 millones) de lo robado por Alejandro Andrade (mano derecha de Chávez) y por Nervis Villalobos (Ministro de Chávez) solo en un sistema de salud nacional, hoy no necesitáramos en nuestros barrios ni un solo medico cubano de los que aducen en la carta. Solo en el mes de enero murieron 6 niños en el J.M. de Los Ríos por falta de medicinas o insumos para mejorar sus diagnósticos. Muertes absolutamente prevenibles se hicieron frecuentes en nuestro país. Principalmente niños fallecen hoy víctimas de diarrea y desnutrición que con un pequeño porcentaje de lo saqueado a la nación por las milmillonarias familias chavistas, se hubieran salvado, incluso, del padecimiento primario que luego los llevó a la muerte.

Pero como Causas y Azares, aquella comida no se pudrió «por el bloqueo criminal» contra la «revolución bolivariana» que aduce el docente en su carta contra Rubén. Y como si fuese una morisqueta de la historia, el jueves 14 de febrero de este año y en medio del mismo supuesto bloqueo criminal, llegaron 64 contenedores de insumos médicos procedentes de China y Cuba para atender la gravísima crisis de salud que hoy mata a pacientes venezolanos por infecciones menores en los hospitales. En medio del recibimiento de esos productos, se anunció que este es uno ($25 millones) de varios cargamentos que entrarán al país. Entonces, ¿había que esperar tantas muertes y desnutrición, y la amenaza de una «ayuda humanitaria» para traerlos? y puesto que forman parte de los convenios ¿han podido traerlos antes? Después de mil fracasos como estos / me sentí muy tonto / Nos habían engañado / Y me fui a buscar al primer hombre que mintió.

La primera mentira la dijo Chávez cuando engañó al país y al mundo diciendo que esto era una revolución. Lo peor es que se dejaron engañar tanto tú, Silvio, como el profesor. Estoy seguro que no engañó a Fidel, quien efectivamente hizo una revolución al menos en sus primeros, hermosos y duros años, y conquistó su vellosino de oro para un reino. A él no lo engañó. Fidel aprovechó la circunstancia para sobrevivir. Hacer pervivir su «revolución» a costa del sacrificio de nuestra patria. Porque, de los engaños más caros para Venezuela y la historia mundial, está haber hecho pasar este horrendo saqueo como una «revolución social», y haberla barnizado con el manto de la «Cuba socialista», aún a sabiendas del daño que esto le hizo a los socialistas y a los verdaderos revolucionarios, entre los cuales sin duda ya no te cuento. Esta gran estafa, apadrinada por tus compañeros del partido comunista cubano, son justamente los argumentos y «pruebas» que hacen hoy verosímiles las acusaciones de Donald Trump contra el socialismo y el comunismo, porque a cualquiera que escuchó con agudeza y precisión alguna vez Rabo de Nube, nunca le podría pasar por la cabeza que esto que aquí ocurrió haya sido una revolución socialista. Sin embargo, a las mayorías inevitablemente le suena verosímil que «si esto es el socialismo, prefiero el capitalismo». Este es el resultado, entre otros, de la legitimación que ustedes y su Gobierno han hecho del Gobierno de Chávez y ahora del de Maduro. Debo decirles en este punto que una revolución no puede ser revolución porque sobrevive, solo por la sobrevivencia misma y en medio de una inercia absoluta y trashumante, al asedio de un imperialismo mientras se cobija en otro. Una revolución social, y más una socialista, es otra cosa más allá del Momentum revolucionario propiamente, que es el que describen en la carta. Es desarrollo productivo, progreso, democracia y bienestar fundamentalmente.

La historia no puede borrar el gran aporte de Silvio a la poesía, la música y el arte universal. Su aporte a lo que soy hoy, a lo que me mueve en la fibra y me constituye como un apasionado revolucionario que vibra con cada frase y tono de la trova cubana y latinoamericana que Silvio inspiró. Nadie puede negar esto, como nadie puede borrar el daño que ha hecho esa carta publicada en su Blog y en general el chavismo y sus defensores a la verdadera revolución social que tarde o temprano llegará a toda América y el mundo. Quizás al gran poeta cubano, al joven revolucionario que fue, lo vencieron los que a lo largo de su sombra / quieren cortar la medida / de toda revolución. 

En contraste con la evasión de Silvio, Rubén Blades escribió en su página oficial un extraordinario escrito titulado Sobre Venezuela, 31 de enero, 2019. El cantautor de Tiburón dice: «No estoy de acuerdo, no apoyo, no aplaudiré ni justificaré una invasión de Trump a Venezuela. Mi Panamá ya experimentó la horrible experiencia de una invasión, acto que dejo profundas heridas en la Nación, que aun no cicatrizan. El problema de Venezuela debe ser resuelto por Venezolanos, no por «marines», ni «cosacos», ni cubanos». Un consecuente antiimperialismo. Pero lo que me hace cantar Pablo Pueblo con una emoción de niño, es el fragmento de la carta en el que Blades hace un alerta fundamental, que Silvio con su silencio no ha sabido sostener. «No caigan en la trampa de pillos que se disfrazan de socialistas. Lo que hacen no es socialismo: es corrupción sustentada por un populismo insostenible, para satisfacer sus propios intereses egoístas. El escenario no es muy diferente al de los anteriores, cuando Adecos o Copeyanos corruptos saqueaban al país en nombre de una democracia ficticia y se hacían pasar por defensores del interés nacional».

Este denso mensaje de Rubén salva magistralmente el silencio publicador de cartas con el que Silvio Rodríguez ha despachado el asunto Venezuela. Hoy, nuestra patria vive un momento demasiado oscuro y de magnitudes universales. Rubén lo presiente y estoy seguro que la agudeza de Silvio también. Venezuela vive su implacable Canción de Invierno y como he escrito anteriormente, no se ve un futuro claro para nuestro país.

Te doy una canción, El Mayor, El Tren Blindado, Al final de este viaje, Ojalá. Todas ellas hablan a viva voz de revolución, amor y sacrificio por un mundo mejor y más humano. Mi más grande amor de mujer, mi esposa y madre de mis hijos, me amó oyendo de la voz aguda y dulce de Silvio Me va la vida en ello, de Luis Eduardo Aute. Nadie podrá borrar eso ni me hará dejar de cantarlas a voz en cuello pensando en que no solo es posible el verdadero socialismo, sino que humanamente es inevitable y vital para la sobrevivencia de la especie humana. A pesar del engaño, a pesar de los sacrificios que implica andar algunos trechos de la historia en soledad, y quizás acusados por el desastre histórico que hoy confunde tanto y a tantos, en la desesperada campaña propagandística del capitalismo por salvarse, la revolución llegará, tan cruda y cruel como Silvio bien (aunque equivocadamente) comparte mediante su página personal.

Parafraseo parte de lo escrito a Rubén Blades en 2014: todo me lo explico, pero tengo la tristeza de que ya no podré escuchar a Silvio Rodríguez como ese cantor de nuestra América que fue, porque hoy ha escogido callar. «Pero vale la canción buena tormenta / Y la compañía vale soledad / Siempre vale la agonía de la prisa / Aunque se llene de sillas la verdad».

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