Venezuela vive momentos cruciales, una distracción o equivocación sería catastrófico para el pueblo y las fuerzas democráticas, alargaría la vida a la dictadura y con ello el sufrimiento de millones que viven el hambre y la miseria.

Las esperanzas están vivas, los deseos de cambio anidan en la inmensa mayoría, las condiciones para alcanzar la ruta trazada están en la conciencia nacional, el pueblo está de pie y en movimiento. La dirección política debe ponerse al frente, con aplomo y confianza en ese respaldo y en la fuerza popular y democrática, sin vacilación y enfocada en lo fundamental: el cese a la usurpación que significa desalojar a Maduro del poder que usurpa.

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Quiénes quieran hacer ver la ayuda humanitaria como la solución a los problemas políticos, sociales y económicos del país, están mintiendo a la gente, construyendo una nueva frustración.

Quienes pretendan hacer uso de la ayuda humanitaria con fines políticos y con base en ello hacer demagogia, no solo hacen un terrible daño al pueblo sino a las posibilidades de mantener una idea clara de la estrategia para salir de la dictadura.

Quienes pretendan hacer ver o intentan usar la ayuda humanitaria como «Caballo de Troya» o excusa para justificar y permitir una intervención militar extranjera no solo hacen un flaco servicio a la patria y su soberanía, sino que ayudan estratégicamente a la dictadura de múltiples formas: victimizándolos, ganando solidaridades, unificando sus fuerzas a lo interno, dividiendo las fuerzas de la oposición, distrayendo a la población de los problemas fundamentales (hambre, la corrupción, la crisis de los servicios, etc.). Esta conducta política también inmoviliza al pueblo democrático y descontento, bien por miedo, bien por esperar la llegada «triunfante» de las legiones extranjeras, pero en contraste pone en movimiento a las fuerzas de la dictadura y todo su aparato opresor.

Quienes desde la óptica de la ayuda humanitaria y la apuesta a la intervención militar sustituyen el protagonismo popular, relegan al pueblo a ser un espectador pasivo, dando preeminencia a las fuerzas extranjeras, a que vengan a hacer lo que nosotros mismo tenemos que hacer, de esta forma analizan incorrectamente las condiciones reales de la lucha y equivocan la estrategia contra la dictadura. En este caso no solo sobrestiman las capacidades y lo que pueden hacer las fuerzas extranjeras, sino que además subestiman nuestras propias fuerzas y capacidades.

De tal manera que hay que rectificar en lo fundamental de la ruta, y lo fundamental en este caso es lograr el cese de la usurpación, organizando y articulando todas la fuerzas y formas de lucha en dirección de impulsar la rebelión democrática, organizar la gran huelga general y un plan de movilización y luchas hasta que caiga el dictador. La transición y la ayuda humanitaria vendrán por añadidura.

Esta dirección política tiene que poner toda su confianza en el pueblo, en su capacidad de lucha y sacrificio, en sus poderes creadores, diría el poeta, es momento de ponerle fin a esta tragedia.

Convoquemos al pueblo a miles y miles de asambleas populares; los trabajadores e industriales en las fábricas, los comerciantes en las cámaras de comercio, los pobladores en cada barrio, calle y urbanización, el gremio de la salud en cada centro hospitalario, el magisterio en cada escuela, los estudiantes en cada institución, en cada pasillo, en cada aula de clases, los creyentes en cada templo, en cada iglesia, los transportistas, los campesinos, los empleados públicos, los técnicos y profesionales, los partidos políticos, las organizaciones no gubernamentales, todas las fuerzas ejerciendo la democracia directa, debatiendo, actuando y decidiendo el fin de la dictadura. Contactando con los cuarteles, los destacamento militares, los puestos policiales, con todas las fuerzas armadas de la república, para que marchen con sus armas junto al pueblo, contra el usurpador y su régimen de hambre y destrucción

Todo esto apoyado en el respaldo internacional de todas las naciones que desinteresadamente han contribuido con la restitución de la democracia en Venezuela, haciendo presión política y económica desde sus geografías y aportando sus recursos materiales y humanos para la ayuda humanitaria.

No debemos desechar ninguna forma de organización ni de lucha, debemos combinarlas todas, no le pongamos diques a la rebelión, no subestimemos ninguna iniciativa, ni ningún apoyo, aprovechemos todas las circunstancias en positivo para avanzar. Tendamos todos los puentes, acerquemos todas las manos, hagamos todos los llamados y la victoria será nuestra.

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