Jorman Ortiz no conoce el descanso. Con 21 años ya era consciente de que el trabajo no podía entorpecer su activismo político como dirigente de La Resistencia. Laboraba como vigilante nocturno para poder mantenerse y protestar en el día. El sueño para Jorman no consiste en dormir, sino en lograr la libertad de Venezuela.

Proviene de un hogar humilde en La Victoria, estado Aragua, y fue criado por su abuela. Tiene dos hermanos, uno pequeño y otro que, se enteró recientemente, lo hará tío.

Empezó su actividad política en las protestas de 2017. Durante la misa realizada a Neomar Lander en las calles, caminando hasta el puente que lleva su nombre, conoció a Zugeimar Armas, con quien entabló una relación de amistad que aún perdura.

Durante el acto de lanzamiento del Frente Amplio Venezuela Libre el 8 de marzo de 2018, se atrevió a exponer su postura ante la audiencia y los medios en el Teatro de Chacao.

«Este Gobierno no va a salir con métodos tradicionales. Y la verdadera Resistencia no ha perdonado a Nicolás Maduro por la represión que dejó a tantos padres sin hijos. Este Gobierno solo saldrá con el pueblo en la calle», dijo durante una intervención que interrumpió todo el protocolo de la congregación política.

Hace 6 meses, el 23 de mayo, se dirigía a la Plaza Alfredo Sadel, en Las Mercedes, a días de la farsa electoral del 20 de mayo. Había convocado una concentración para repudiar a la dictadura y al engaño electoral que acababa de establecerse.

Sus compañeros lo esperaron. Su habitual puntualidad hizo sospechar de inmediato a los asistentes del evento que algo había pasado, porque no llegó a la hora establecida. Intentaron contactarlo. Los mensajes llegaban a su celular, pero no había respuesta.

No apareció ese día en la plaza.

Su madre, Yenni Ortiz, advirtió que tampoco llegó a su casa. Infructuosamente se dirigió a la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) de El Helicoide a preguntar por su hijo. Le negaron que hubiese sido detenido.

Fueron 48 horas de paradero desconocido, y finalmente se supo la verdad. Mientras Ortiz caminaba a la manifestación junto a Hebert Ramírez, una camioneta negra llena de funcionarios no identificados, lo abordó.

El forcejeo entre los organismos de seguridad y los miembros de La Resistencia llamó la atención de la Policía Nacional Bolivariana, que pensó que se trataba de lo que efectivamente era: un secuestro. Los hombres de negro se identificaron como miembros del Servicio Bolivariano de Inteligencia, y se los llevaron.

La tortura, la cárcel

Al llegar a El Helicoide, lo recibieron con una golpiza por parte de los efectivos en servicio. Revisaron su teléfono y le quisieron adjudicar la propiedad de material explosivo. Hasta le dieron la «oportunidad» de grabar un video acusando a dirigentes opositores del país de haberlo financiado. Pero Jorman no cedió.

Extenuado luego del maltrato físico, un general le dijo a Ortiz: “Yo te juro por mi vida, de verdad, que vas a pasar lo que te queda de vida, aquí”.

A Hebert Ramírez, también preso político actualmente, le transmitieron corriente a través de la lengua. “Para que hablara”, cuenta Ortiz. Pero hasta ahora no ha dado información que sirva para realizar más detenciones.

A pesar del carácter político de su detención, a Ortiz lo llevaron a una celda de presos comunes. Meses después fue trasladado a la celda de Lorent Saleh. Aún quedaban los libros, harapos y bienes personales de Saleh en el calabozo, a quien sacaron de su reclusión sin darle tiempo de llevarse nada.

Por días los funcionarios policiales le repetían: “Te vas a pudrir aquí. Te vas a morir aquí”.

Empezó a perder conciencia de las horas, los días de semana, hasta que finalmente le permitieron salir, cada martes, a recibir la luz del sol por 30 minutos. Así, recuperó la noción del día.

Pero 30 minutos no son suficientes para mantener una tez saludable. Su rostro se ha vuelto más pálido y a pesar de que su contextura era delgada, ha perdido peso. La ropa le queda más suelta y tiene ojeras pronunciadas.

A veces se desmotiva. Solo puede leer lo que Saleh dejó en su celda. Hace ejercicio con su propio peso corporal y vive de recuerdos. Su momento más feliz es cuando lo van a visitar. Escucha cuando al funcionario lo contactan por la radio.

Su madre lo visita los jueves. Luego de varias requisas y durante varias horas, comparte con ella pequeñas anécdotas. Le lleva un cepillo de dientes, ropa nueva, jabón. Durante la despedida, que anuncia un timbre estridente que recuerda al de los colegios de primaria, se abrazan. A veces brotan lágrimas entre madre e hijo.

Anteriormente solía alegrarse cuando le decían que iba a ser presentado ante los tribunales. Pero como a otros presos políticos, le difieren su audiencia reiteradas veces. Porque la jueza tiene un malestar un día, otro día es feriado, otro día el funcionario que debía llevarlo se enfermó. Es consciente de que la dictadura lo tiene a él y a los otros presos políticos como fichas de intercambio.

A Jorman Ortiz lo acusan de terrorismo y de traición a la Patria. Pero tiene la firme convicción de que saldrá, y su compromiso con la liberación del país sigue incólume.

#LiberenAJormanOrtiz

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